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26 de abril de 2024

SMS Viribus Unitis

El acorazado SMS Viribus Unitis

Picotazos de historia

El absurdo hundimiento del acorazado Viribus Unitis

A la hora de la prevista explosión, el contralmirante Vukovic, convencido de que le habían tomado el pelo, reembarcó a la tripulación. Apenas habían completado la operación cuando explotó la mina

Es el 31 de octubre de 1918. Desde una lancha torpedera MAS (Motoscafo Armato Silurante) de la Reggia Marina italiana, dos intrépidos submarinistas (teniente Raffaele Paolucci y comandante Raffaele Rosetti) partieron, a horcajadas sobre un torpedo humano, una clase de submarino, de tipo Mignatta, en dirección a la gran sombra que formaba el acorazado Viribus Unitis, de 20.000 toneladas de desplazamiento, orgullo de la flota austrohúngara, anclado en la base naval austriaca de Pola (hoy Pula en el norte de Croacia). El acorazado en cuestión era de la clase Tegetthoff y estaba armado con doce cañones de 305 mm, otros tantos de 105 mm y tubos lanza torpedos. Al amparo de la oscuridad se acercaron hasta la altura del acorazado y consiguieron fijar una mina lapa, de unos doscientos kilos, al casco del buque. Una segunda mina la depositaron en el fondo, lista para explotar a continuación de la primera. Los detonadores se fijaron para hacer explosión a las 6:15 de esa noche. Eran las 4:00 de la mañana. Los buceadores no tenían equipo de respiración –estamos hablando del año 1918– por lo que fueron detectados en superficie por los vigías, que dieron la alarma. Capturados fueron conducidos al Viribus Unitis. Allí, para su sorpresa, vieron que el acorazado enarbolaba una enseña que no conocían y que en la proa se habían fijado unas tiras de papel formando, provisionalmente, un nombre distinto: Yugoslavia. El comandante del barco les informó que el Consejo de Eslovenos, Croatas y Serbios habían roto relaciones con el Imperio austrohúngaro, habían creado el estado Croata, Esloveno y Serbio y que el día anterior, por orden del Emperador Carlos, se les había hecho entrega de la flota mercante y armada en el Mediterráneo.
Los italianos estaban estupefactos por el giro de la fortuna. Explicaron al comandante del acorazado, el contralmirante Vukovic, que habían fijado una mina al casco de su barco y que haría explosión en hora y media. En el subsiguiente caos, los italianos saltaron por la borda intentando alcanzar su Mignatta, pero fueron otra vez capturados y devueltos al barco del que, por muchos motivos, deseaban estar lejos. Vukovic no tomó riegos, dio orden de abandonar el barco y puso a los italianos en otro de los recién adquiridos navíos de guerra del nuevo estado. A la hora de la explosión no sucedió nada.
Convencido de que le habían tomado el pelo, Vukovic, reembarcó a la tripulación. Apenas habían completado la operación cuando explotó la mina. El carguero Wien, que se aproximó para recoger supervivientes, fue alcanzado y hundido por la explosión de la segunda mina. Más de trescientas personas perdieron la vida, incluido el contralmirante Vukovic, por culpa de la caprichosa fortuna.
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