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23 de abril de 2024

Alejandra vestida para asistir a la coronación el 26 de junio de 1902

Alejandra vestida para asistir a la coronación el 26 de junio de 1902

Picotazos de historia

El diamante «maldito» que está en posesión de la Familia Real británica

Con la dinastía Timúridas, descendientes de Tamerlán y nuevos propietarios del diamante se empezó a hablar de una maldición que rodea a la piedra y a aquel que la utilice

Tal vez sea el diamante más famoso y reconocido en el mundo de las gemas. Ciertamente no es el mayor del mundo pero su historia no tiene rival. Me estoy refiriendo al Koh-i-Noor, «la Montaña de Luz». Fue encontrado, en algún momento durante el siglo XIII, en las legendarias minas de Golconda y pasó a ser preciada propiedad de la dinastía Kakatiya, señores de Golconda. Luego el sultanato de Delhi pateó el trasero de los Kakatiya y se llevó unos recuerdos a casa, entre ellos el diamante. Esto pasó en el año 1320.
Cae una dinastía y otra nueva la sustituye. Cayó también el sultanato de Delhi, gobernado por la dinastía Tughlac y fue sustituida por los Timúridas –descendientes de Tamerlán– que crearon el Imperio mogol. Es con estos nuevos propietarios cuando por primera vez se habla, no de una maldición, pero si de un efecto negativo, un halo de desgracia, que rodea a la piedra y a aquel que la utilice.

Los afectados por la «maldición»

Casualidad o no, la realidad es que la lista impresiona: Babur la vinculó al tesoro real pero no la usó jamás; su hijo Humayun, que si la usó, se mató cayéndose por unas escaleras. Akbar no la tocó y pasó a la historia con el apelativo de «el Grande»; Sha Jahan –constructor del maravilloso Taj Mahal– la utilizó como adorno de su turbante y fue destronado por su propio hijo, muriendo en prisión. En 1739, el Sha de Persia –Nadir Sha– saqueó las capitales imperiales de Delhi y Agra, llevándose todo lo que pudo. Fue él quien dio nombre a la piedra, ya que cuando se lo mostraron exclamó: «Koh I Noor». Pero Nadir sería asesinado y la piedra pasó a la línea real de Afganistán, quienes no necesitaban ayuda ni incentivo para palmarla de manera violenta.
Réplica del diamante Koh-i-Noor en el Museo Príncipe de Gales de la India Occidental, Bombay

Réplica del diamante Koh-i-Noor en el Museo Príncipe de Gales de la India Occidental, Bombay

En 1830 el Rey de Afganistán, Sha Shuja Durrani, fue expulsado de su país. El exiliado buscó asilo en la corte de su poderoso vecino Ranjit Singh («el León del Punjab») , fundador del Imperio sij, Ranjit –que era un diablillo– aligeró a Shuja de todo cuanto llevaba y, de una patada en el trasero, lo puso en territorio de la Compañía Británica de las Indias Orientales; lo que dio lugar a dos guerras afganas y otra que terminó con el Imperio Sij y a que la Compañía adquiriera el diamante por derecho de conquista. En posesión de la fabulosa piedra, los directores decidieron que lo mejor era que el último monarca Sij – Duleep Singh, hijo y heredero de Ranjit Singh– personalmente regalará el diamante a la Reina Victoria. Duleep, pobre marioneta que no podía negarse, tenía trece años de edad, humildemente se lo ofreció a Victoria del Reino Unido.
Durante un tiempo el diamante lució engarzado como broche o como brazalete. En 1852, el príncipe Alberto consiguió autorización del gobierno de la corona para tallar y repulir la piedra. Este proceso redujo el peso de 190 quilates (38,2 gramos) a 105,6 quilates (21,12 gramos), pero el resultado fue espectacular.
Tras el fallecimiento de la Reina Victoria, el Koh-i-Noor, se engarzó en la corona que usó la Reina Alejandra – esposa de Eduardo VII – para la ceremonia de coronación de 1902. En 1911 se transfirió a la corona de la reina María y en 1937 a la de la reina Madre. Ahora está por ver si la piedra estará presente en la próxima ceremonia de la coronación de Carlos III del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Dato curioso: ningún hombre de la Familia Real británica – jamás– ha utilizado el Koh-i-Noor. Sólo lo han portado mujeres. Por supuesto, nadie cree en la supuesta maldición o mala fortuna que acompaña al diamante. Pero....
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