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20 de mayo de 2024

Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba, por Antonio Moro

Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba, por Antonio Moro

¿Por qué a los niños belgas los asustan con la llegada del Duque de Alba?

Uno de los mejores generales de nuestra historia, que apaciguó las revueltas en Flandes, lucha todavía a día de hoy con la propaganda y la leyenda negra

¡Que viene el coco! Si a los niños españoles los asustaban así cuando eran pequeños, con la amenaza de que si no se dormían pronto podía venir esa figura ficticia que los atemorizaba, en Bélgica y Países Bajos ese temor era muy real y lo inflingía un español.
«Como no te comas todo lo que tienes en el plato vendrá a por ti el Duque de Alba». «Allá tú como no te duermas pronto, porque vendrá el Duque de Alba». Se trata de una curiosidad que nos hace gracia a los españoles en el siglo XXI pero su origen se remonta muchos siglos atrás, porque en Flandes se escribió gran parte de la leyenda negra española.
La propaganda de la época vendía al Duque de Alba poco menos que como el demonio. Los pobrecitos belgas y holandeses luchaban contra los malvados españoles, que además habían enviado a la personificación del mal para hacer frente a las revueltas. Así, con el tiempo, ha quedado en la tradición popular de Bélgica y Holanda como la representación de nuestro coco, del hombre del saco o el monstruo del armario.
Pero, ¿quién era en realidad el Duque de Alba? No era uno más, ni mucho menos. Podría decirse que fue uno de los generales más exitosos y experimentados de toda Europa, porque nadie sabía como él estudiar la ciencia militar y llevarla a cabo en combate.
Era un general poco amigo de las grandes batallas. Su intención era ganar, pero mucho mejor si se podía hacer con poco esfuerzo y pocas bajas, algo que solo se podía conseguir a base de un buen cargamento con suministros y una gran disciplina. Siempre encontraba el mejor momento para atacar y se cuenta que una vez uno de sus oficiales, harto de esperar, lanzó su fusil al suelo. El Duque de Alba, lejos de expedientarlo, lo felicitó por su actitud aunque le negó la razón. Los soldados debían estar siempre prestos para combatir y los generales, encontrar el mejor momento para hacerlo.
Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel fue un hombre leal a Carlos I –y quinto de Alemania– y a Felipe II. Estricto, con gran sentido del humor –en ocasiones un poco negro–, con mucha sangre fría y muy culto, se ocupó de sembrar el terror por Flandes, a donde le enviaron para imponer la paz. Juzgó insurgentes, castigó con dureza la quema de iglesias y creó lo que para nosotros es el Tribunal de los Tumultos, conocido en Bruselas como el Tribunal de Sangre, para encontrar y condenar a los enemigos de los españoles.

Camino a Flandes

Hasta Bélgica llegó previo paso por el imperio otomano y por Túnez. A España había llegado la noticia de que los rebeldes calvinistas de los Países Bajos habían asaltado iglesias en Flandes, profanado templos y provocado desórdenes, por lo que Felipe II toma la decisión de enviar al Duque de Alba para poner orden.
Decía mucho de la importancia que le daba el monarca a lo que estaba pasando el hecho de enviar a uno de los generales que mayor miedo infundía, porque siempre cumplía con las peticiones del Rey. Inicialmente el Duque no quería aceptar la misión, ya que por entonces sumaba 61 años, pero acabó doblegándose ante el empeño de Felipe II. Diseñó un plan de ataque que comenzaba por embarcar en Barcelona, avituallarse en Italia y desde allí partir hacia la hoy capital de Europa.
Decidió abrir un corredor desde Milán hasta Bruselas que fuera seguro para trasladar a diez mil hombres. Escogió una ruta por el Piamonte y Saboya, atravesando el paso del monte Cenis y entrando en el Franco Condado, con cuidado de no entrar en los territorios calvinistas de Ginebra. Desde allí el camino era fácil hasta Lorena y Luxemburgo, para encarar el camino a Bruselas.
Una vez en Flandes, tardó 56 días en terminar con la rebelión, aunque más tarde habría otras. Lo hizo imponiendo mano de hierro, sin piedad con los maleantes y haciendo pagar sus delitos a los revolucionarios. Ante su éxito, los enemigos solo pudieron defenderse con mala propaganda, la que hoy, casi 500 años después, todavía se recuerda en Bélgica y Países Bajos. A los niños les amenazan con el Duque de Alba si no se duermen pronto y con mandarlos a España si no se portan bien, pero cuando crezcan seguro que querrán visitar nuestro país.
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