Detalle de Muerte del príncipe imperial de Paul Jamin
Picotazos de historia
La inesperada y valerosa muerte del hijo de la emperatriz Eugenia de Montijo
A Napoleón Eugenio Luis Juan José, la historia lo conoció como Louis Napoleón y la familia lo llamó Lulú ( Lou-Lou en francés original). El niño fue el orgullo y alegría de sus padres que lo criaron consentido y mimado
El único hijo de la emperatriz Eugenia de Montijo y el emperador de Francia Napoleón III vino al mundo, tras un parto complicado en el que se tuvieron que utilizar fórceps que dejaron marca de por vida en la frente del neonato, un 16 de marzo de 1856. Lo bautizaron Napoleón Eugenio Luis Juan José, la historia lo conoció como Louis Napoleón y la familia lo llamó Lulú ( Lou-Lou en francés original). El niño fue el orgullo y alegría de sus padres que lo criaron consentido y mimado.
Tras el desastre de Sedán (1870) Eugenia se llevó al niño a Londres, camino del exilio de Francia. Alquiló la casa de campo de Camden Place en la población londinense de Chislehurst. En la actualidad la antigua residencia imperial es hoy la sede del club de golf local.
Mente brillante para las matemáticas
El príncipe imperial no había demostrado interés por nada hasta que el duque de Cambridge, comandante en jefe del ejercito británico y primo hermano de la reina Victoria, le invitó a unas maniobras militares. Frente al movimiento de las tropas y los disparos de los cañones, Louis siente que se despierta una inquietud y le pide al duque que le arregle el ingreso en la academia militar de Woolwich, donde se preparaban los futuros oficiales de artillería e ingenieros. Quiere continuar con la tradición de su tío abuelo Napoleón ingresando en el arma de artillería. El duque arregla su ingreso, a pesar de sus carencias en estudios. El trato con jóvenes de su edad y las nuevas asignaturas que tendrá que estudiar supondrán un reto y una revelación para Louis.
Luis Napoleón Bonaparte en 1874
Demostró tener una brillante mente para las matemáticas y su progreso asombró a sus profesores –terminó el primero en matemáticas, física, esgrima y equitación–, quedando el séptimo de su promoción. Pudo ser el cuarto pero se negó a participar en el examen de francés por considerarlo injusto con respecto a sus compañeros. Oficiosamente lo hizo y quedó segundo para pitorreo de sus compañeros.
El adolescente caprichoso e indolente se estaba transformando en un joven poseedor de una mente inquieta e inteligente; un individuo brillante en los salones y en las conversaciones, de personalidad llena de encanto y deseoso de apurar la vida que estaba descubriendo.
Jefe de la casa imperial de Bonaparte –oficiosamente Napoleón IV–, tras la muerte de su padre tendrá que volcarse en la política a favor de la causa que encabeza. En el año 1879 la prensa británica se ve sacudida por un desastre impensable: una tribu africana de individuos vestidos con taparrabos y manejando lanzas (assegais) se había comido con patatas a un ejercito británico en un lugar del cono sur de África llamado Isandhlwana.
La guerra contra los zulúes
Para Louis es una ocasión perfecta para mostrar aptitudes militares, lo que le permitiría impulsar su causa y aspirar a un enlace más brillante si se hace acompañar por un prestigio personal ganado en batalla. Aunque vista un uniforme inglés –algo que produce dentera a los más acérrimos bonapartistas– la lucha en un punto tan distante del planeta y contra un pueblo africano no representa ninguna complicación política. No hay conexión ni contexto con las complicadas alianzas y políticas europeas que puedan dar lugar a interpretaciones equívocas acerca de su actuación en la guerra.
Con todo esto en mente, Louis redacta una carta de solicitud al duque de Cambridge –que benevolentemente ha seguido la progresión del joven– para que le permita unirse a las tropas de refuerzo que se están preparando para ser enviadas a Ciudad del Cabo.
El duque está a favor de conceder el deseo, el primer ministro Benjamín Disraeli completamente en contra. Interviene Eugenia reuniéndose directamente con la reina Victoria. La reina al principio aceptó renuentemente a la ex emperatriz y grande de España, pero con el pasó del tiempo Eugenia se ganó su amistad y afecto. Eugenia y su familia son ahora invitados distinguidos de Victoria y esta da su autorización a Louis. No hay más que hablar.
La batalla de Isandhlwana de Charles Edwin Fripp
Louis embarcará en el transporte Danube que lleva a bordo al 3er batallón del 60º regimiento de fusileros reales, con destino a Ciudad del Cabo. Lord Chelmsford es el comandante en jefe de las fuerzas británicas en esa zona y está más que preocupado. Los zulués han derrotado contundentemente a una parte considerable de sus tropas en Isandhlwana. Sabe que han enviado al general sir Evelyn Wood para sustituirlo, así que tiene que organizar una nueva campaña y conseguir victorias antes de su llegada. La presencia del joven príncipe es un incordio del que no puede ocuparse.
No permitirá que Louis conste oficialmente como miembro del ejercito. Se le ofrece ser ayudante de campo «honorario» de lord Chelmsford y, para que este entretenido pero seguro, se le asigna como adjunto –sin empleo, rango y mucho menos mando– a una batería de un compañero de academia de Louis, que acompaña a las unidades móviles de exploración que comanda el teniente coronel Richard Harrison.
El día 1 de junio de 1879 Harrison está ocupado intentando encontrar la mejor ruta para el avance de la II columna de las tropas de lord Chelmsford, dentro de territorio zulú. Para conseguir información se envía una patrulla de seis jinetes para reconocer el terreno que tienen por delante. Al mando de la patrulla está el teniente Jahleel Brenton Casey, quien estaba en muy buenas relaciones con Louis.
Una patrulla y el error
Enterado, Louis se apunta a la patrulla, cosa que autoriza Harrison convencido de que no hay peligro y Casey podrá controlar al temperamental invitado. Este será el primer gran error. Louis oficialmente no tiene puesto en el ejercito, es un mero turista. Por otro lado es una graduado en al academia de Woolwich, el jefe de la casa imperial de Bonaparte y un distinguido invitado de la reina Victoria del Reino Unido. Casey, quien ha terminado haciéndose buen amigo de Louis, permite que el francés vaya tomando el mando, bajo su supervisión.
La patrulla alcanza, al mediodía, una cresta situada a unos doce kilómetros de las colinas Itelezi. Desde allí se fijan en unos restos de un kraal (campamento con cercado o corral para el ganado propio de los zulúes) y Louis decide que se acerquen a comprobarlo y que allí descansarán y comerán algo. El kraal se encuentra en el valle de Ityotyosi, dentro del territorio del rey Cetawayo con el que están en guerra. Tardarán hora y media en llegar. El lugar no acaba de gustar a Casey. El kraal está rodeado por alta hierba en tres lados y el cuarto da a un profundo donga (barranco). Louis insiste en que el sitio es seguro y que descansarán allí.
Brincan los caballos sorprendidos. Louis pierde el estribo y su caballo, un tordo llamado Percy que compró en Ciudad del Cabo, se aleja asustado
A las tres y media informan a Casey y a Louis de que se ha visto a un solitario zulú. Para entonces Louis ya ha tomado el mando sin pudor alguno y da ordenes directamente a la patrulla. Ordena levantar el campamento. Se recoge todo y cuando están esperando que Louis de la orden de «monten», una descarga de fusilería surge de entre las altas hierbas que rodean el kraal.
Brincan los caballos sorprendidos. Louis pierde el estribo y su caballo, un tordo llamado Percy que compró en Ciudad del Cabo, se aleja asustado. Intenta subir asiéndose al pomo de la silla pero se queda con el cuero en la mano y a tierra.
Tras la descarga han caído dos soldados de la patrulla y de la alta hierba han surgido una treintena de guerreros gritando «Ushulhu». Es el caos. El sálvese quién pueda. Y Louis, que ha perdido su montura queda allí. Solo.
Se defendió «como un león»
Cuando enviaron un escuadrón para buscar a Louis encontraron los cadáveres de los dos soldados británicos. Habían sido desnudados, mutilados y destripados (una ceremonia zulú para evitar que les persiga el espíritu del muerto). El cuerpo de Louis Napoleón estaba un poco más alejado del kraal. Junto a él estaba su revolver con todos los cartuchos disparados. Los restos a su alrededor indicaban que se había defendido y su mano derecha todavía agarraba el pelo de uno de sus enemigos. Se contaron diecisiete heridas y el brazo izquierdo estaba prácticamente seccionado. Todas las heridas las recibió de frente, ninguna por la espalda. Murió enfrentándose en todo momento al enemigo.
Tras la toma de Ulundi, capital del rey Cetawayo, y terminada la guerra se localizó a un guerrero que participó en la emboscada a la patrulla. El zulú declaró que Louis se había defendido con coraje –«como un león»– y que por eso le habían dejado sus «amuletos» –una sortija que había pertenecido a Napoleón I y un colgante que llevaba al cuello que había sido de su abuela Hortensia, hija de Josefina– y como signo de respeto, ya que fue el único que murió combatiendo, no le abrieron el vientre y le dejaron boca arriba con las manos cruzadas sobre el pecho. Esto último porque les habían dicho que era algo que hacían los blancos.