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29 de abril de 2024

Camafeo con retrato de Adriano IV en la colección de Notre Dame de París

Camafeo con retrato de Adriano IV en la colección de Notre Dame de París

Picotazos de historia

El encuentro entre Federico I Barbarroja y el Papa Adriano IV

El protocolo y la costumbre establecía que el emperador recibiera al Papa, condujera su caballo sujeto por la cabezada y luego le ayudara a desmontar, sujetándole el estribo; pero Federico se quedó parado, no hizo nada

Nicolás Breakspare, de Hertfordshire (Inglaterra) es, hasta la fecha, el único individuo de esa nacionalidad que alcanzó la dignidad papal. Y no hizo mal papel. Elegido por unanimidad, tras la muerte de Anastasio IV, fue consagrado el 18 de junio de 1155. Nada más ser elegido se encontró confinado en la basílica de San Pedro, dentro de la parte de la ciudad que mandó amurallar el Papa León IV y por lo que fue bautizada como «ciudad leonina». El motivo del confinamiento es que la población de Roma, alentada por el predicador reformista Arnaldo de Brescia, había declarado la Comuna de Roma, con grave merma del poder temporal del papado sobre la ciudad y su territorio.
Al poco de ser consagrado, los revoltosos de Roma dieron una paliza de muerte a uno de los cardenales, como advertencia para el nuevo Papa. El nuevo Papa, que había tomado el nombre de Adriano IV, aceptó el desafío dejando claro que no era persona dispuesta a dejarse achantar: el Domingo de Ramos de 1155 puso la ciudad de Roma bajo interdicto. Esto significaba que no se podría celebrar ningún rito ni sacramento, que los muertos no podrían ser enterrados en sagrado y que las únicas excepciones permitidas era el bautismo de los neonatos en peligro de muerte y la extrema unción a los moribundos.
Grabado representando la quema en la hoguera de Arnaldo de Brescia

Grabado representando la quema en la hoguera de Arnaldo de Brescia

Ganó el Papa el pulso a la ciudad, que tuvo que abandonar precipitadamente un desconcertado Arnaldo de Brescia. Entretanto, en Pavía, se coronaba Rey de Italia Federico I de Hohenstafen, conocido como Barbarroja. Adriano IV le indicó que, ya que pensaba pasar por Roma con intención de ser coronado Emperador, sería un bonito detalle que hiciera apresar a Arnolfo de Brescia, que estaba a mitad de camino, y lo entregara a la autoridad papal para ser juzgado. Dicho y hecho, el martirio de Arnaldo de Brescia por sus ideas cimentó el primer encuentro entre las personalidades más fuertes de su tiempo. Federico y el Papa Adriano IV se encontrarían en Campo Grosso el 9 de junio de 1155.

Federico necesitaba a Adriano IV para ser coronado Emperador, el Papa necesitaba el apoyo de la tropas del alemán y no podía negarle la coronación

Siguiendo un protocolo ya antiguo, el cortejo del Papa entró en el campamento alemán escoltado por un nutrido grupo de barones alemanes, enviados a tal fin por Barbarroja. Hasta aquí todo muy bien pero pronto empezaron a torcerse las cosas. El protocolo y la costumbre establecía que el emperador recibiera al Papa, condujera su caballo sujeto por la cabezada y luego le ayudara a desmontar, sujetándole el estribo; pero Federico se quedó parado, no hizo nada.
Adriano pareció desconcertado pero, rápidamente, se recuperó. Desmontó, sin ayuda, de su cabalgadura y con gran solemnidad se dirigió hacía el trono que habían dispuesto para él en lo alto de un estrado. Cuando Adriano se sentó en el trono, Federico avanzó hacía el Papa. Besó su pie y se alzó esperando el ósculo de la paz que, según la tradición el Papa debía de dar al Emperador. Pero esperó en vano. Sentado en el trono Adriano habló al emperador: «Me has negado un servicio, que todos los que te precedieron rindieron a mis antecesores. Hasta que esa omisión no se rectifique no habrá Ósculo de la Paz».

Barbarroja levantó el campamento, se retiro un poco más al sur y, dos días –el 11 de junio– después repitieron la ceremonia punto por punto

El Staufen replicó que él no era palafrenero de nadie, el Papa se mantuvo firme en su exigencia y –de repente y para sorpresa de todos los que conocían lo terco que podía ser el germano– Federico se tomó el reto con humor. Levantó el campamento, se retiró un poco más al sur y, dos días –el 11 de junio– después repitieron la ceremonia punto por punto. Esta vez el protocolo se cumplió escrupulosamente y ambas partes parecieron quedar satisfechas. Este primer encuentro demostró que no podían fiarse el uno del otro pero que se necesitaban. Federico necesitaba a Adriano IV para ser coronado Emperador, el Papa necesitaba el apoyo de las tropas del alemán y no podía negarle la coronación ya que había hecho lo que se le había pedido.
El siguiente picotazo les contaré a ustedes en que acabó este viaje de Barbarroja por Italia para ser coronado.
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