La histórica superioridad militar de Occidente: ¿mito, supremacismo cultural o realidad?
Para Hanson el soldado occidental había sido mucho más letal que cualquier otro, no solamente por dedicar más recursos a investigar y construir armas, sino (y ahí radica la originalidad de esta teoría) por razones culturales
Hace unos cuantos años, cayó en mis manos el célebre libro del historiador estadounidense Victor Davis Hanson, Carnage and culture, (la editorial Turner sacaría, tiempo después, una versión en español titulada: Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental). En el libro Hanson defendía la polémica teoría de la supremacía militar de occidente en los últimos 2.500 años. Para Hanson el soldado occidental había sido mucho más letal que cualquier otro, no solamente por dedicar más recursos a investigar y construir armas, sino, (y ahí radica la originalidad de esta teoría), por razones culturales.
Para argumentarlo utiliza una serie de batallas históricas desde Salamina hasta Midway. Por cierto, que en su lista incluye dos batallas muy españolas y con una enorme trascendencia histórica: La toma de Tenochtitlan y Lepanto. El caso del choque entre europeos y mesoamericanos es un caso muy especial que merece por si solo un artículo propio, aunque algunos de sus argumentos también podrían ser aplicables. En el resto de los casos no existía una diferencia de armamento tan grande ni el desconocimiento cultural mutuo que existió en un principio entre españoles y mesoamericanos.
El soldado occidental es un hombre libre que decide su destino, que se alista por buscar botín y riquezas o por defender a su patria y a su familia
Para Hanson, si en Salamina, Gaugamela, Zama, Poitiers, Tenochtitlan, Lepanto, Rorke´s Drift o Midway, occidente se alzó con la victoria, en la mayor parte de los casos, luchando muy lejos de su país, en inferioridad numérica, (el ejemplo más claro de dicha inferioridad fue Otumba) y con armamento relativamente equilibrado, fue debido a la tradicional superioridad militar occidental y esta, a su vez, debido a factores culturales. El soldado occidental, ya sea en Salamina, en Gaugamela o en Lepanto, es un hombre libre que decide su destino, que se alista por buscar botín y riquezas o por defender a su patria y a su familia o por intentar ennoblecerse y escalar de clase social, incluso por cierto afán de aventura.
Por el contrario, el soldado persa, turco o africano, para Hanson sería el siervo de un sátrapa, un granjero metido a militar o alguien sujeto a una leva forzosa, por lo que su implicación en la batalla es claramente distinta. El soldado de occidente es en general disciplinado, respeta a su comandante, cumple las ordenes y es efectivo trabajando en equipo, pero puede ser al mismo tiempo individualista, con capacidad de tomar sus propias decisiones si se corta la cadena de mando o queda aislado, es flexible y se adapta al desarrollo de la batalla.
El occidental si cae su líder se mantiene firme, como ocurrió en la batalla de Cunaxa, donde los 10.000 mercenarios griegos contratados, no se rindieron, como si hizo el resto del ejército del príncipe Ciro, cuando este cayó en combate. La historia de esos 10.000 hoplitas que nunca llegaron a rendirse y que volverían a Grecia después de recorrer un medio oriente profundamente hostil sería narrado por Jenofonte en la Anabasis.
En la batalla de Issos y en Gaugamela los ejércitos persas se disuelven como azucarillos ante la huida de Dario III y en Otumba, en el momento más difícil de la batalla, la cabalgada de Cortés, Salamanca y Sandoval culmina con la muerte del general mexica, Matlatzincatzin, lo que pone pies en polvorosa al numeroso ejército de la triple alianza justo cuando, tras cinco horas de lucha, estaban a punto de doblegar a castellanos y tlaxcaltecas.
Esa mayor efectividad y letalidad del soldado occidental le llevará a conquistar territorios cada vez más alejados de su base, o de su área de confort, como se diría hoy en día. Para el historiador estadounidense el que occidente haya llevado la guerra a buena parte de los rincones del planeta y no a viceversa, salvo casos puntuales como las incursiones de los mongoles en la Rus de Kiev o la invasión musulmana de la península ibérica, sería otra de las razones de dicha superioridad.
Por supuesto, Hanson es un gran enemigo de lo políticamente correcto, lo que le ha supuesto muchas críticas de ciertos sectores ideológicos. Pero intentando evitar la batalla ideológica subyacente e intentando analizar estas teorías sin complejos ni correcciones políticas, la gran pregunta sería: ¿Ha sido occidente realmente superior militarmente por razones culturales durante tantos siglos?
¿Mito o realidad?
Algunos de sus argumentos me parecen irrebatibles, pero, sí creo que habría que matizar algunas cosas. En primer lugar, occidente no siempre se ha «expandido, conquistado y colonizado». Los griegos clásicos, por ejemplo, tuvieron que luchar heroicamente en las guerras médicas contra los intentos de conquista persa. Sin las victorias de Maratón, Salamina y Platea, Grecia no se hubiese salvado de la invasión.
En las guerras púnicas, si Anibal, tras destrozar a ocho legiones romanas en Canas hubiese marchado contra Roma posiblemente la historia del planeta hubiese sido muy distinta. Pero otras incursiones de culturas no occidentales en Europa si llegaron a materializarse y no fueron precisamente anecdóticas. Los mongoles humillaron a la Rus de Kiev. Los turcos señorearon el Mediterráneo hasta la batalla de Lepanto y por tierra asolaron parte de Europa oriental, plantándose en la propia Centroeuropa.
De hecho, tanto en 1529, como en 1638 llegaron a asediar Viena y de no haber sido por la ayuda de Carlos V en el primer caso y del Rey polaco-lituano Jan III Sobieski, en el segundo, de nuevo la historia podría haber sido muy distinta. Pero el caso más claro fue el de la invasión musulmana de la península ibérica, en donde se mantuvieron con mayor o menor territorio a lo largo de casi ocho siglos.
Gran recreación infográfica
Lepanto, la gran batalla naval que liquidó el mito de que la armada otomana era invencible
En cuanto a que las diversas potencias occidentales, aparte de pelearse entre ellas por hegemonías regionales o mundiales, han estado a la vanguardia militar del planeta expandiéndose y conquistando incluso áreas geográficas muy lejanas es un hecho evidente, pero quizás las razones para ese dominio histórico no sean solamente culturales.
Pensemos en la despiadada competencia de los países de la cuenca mediterránea en la antigüedad clásica, (guerras médicas, guerras del Peloponeso, guerras púnicas, guerras civiles romanas), las luchas fratricidas de los diversos reinos cristianos en la Edad Media, incursiones musulmanas y vikingas incluidas, o la historia posterior de Europa, en donde por religión, poder o territorio se ha estado en una lucha constante. En otras zonas geográficas con densidades de poblaciones mucho menores, como gran parte de América y de África subsahariana la competencia era menor y se circunscribía a peleas tribales más limitadas, por lo que no existía la necesidad de entrar en un círculo de innovación militar constante, ni dedicar mayores recursos que los necesarios a armas y ejércitos.
Es cierto que diversas partes de Asia también estaban muy densamente pobladas y existió un alto grado de rivalidad y ahí si se invirtieron recursos en innovar armamento, no hay que olvidar que es China quien descubre la pólvora, ni las constantes guerras civiles en Japón y los formidables guerreros que constituyeron los samurái, pero en general, salvo la Mongolia de Gengis Kan y la de la horda de oro, fueron países que tendieron al aislamiento, de ahí la construcción de la gran muralla china o el periodo Edo, en Japón con el shogunato Tokugawa. Por tanto, quizás también el marco geográfico y demográfico ha tenido mucho que ver además del cultural.