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09 de mayo de 2024

Idealizada recreación en la que Hernando de Soto toma posesión del territorio de la cuenca del Misisipi en nombre de la corona española (1538) (obra de William H. Powell, Rotonda del Capitolio, Washington)

Idealizada recreación en la que Hernando de Soto toma posesión del territorio de la cuenca del Misisipi en nombre de la corona española (1538) (obra de William H. Powell, Rotonda del Capitolio, Washington)

Gayoso de Lemos o la época dorada de la Luisiana española

A él se debe el trazado cuadrangular de la ciudad y su ulterior desarrollo, la fundación de nuevas colonias y las notables mejoras en sanidad y en obras públicas

Manuel Luis Gayoso de Lemos y Amorín fue un militar español cuya administración del territorio de Luisiana fue realmente notable. Individuo de gran atractivo físico y personal, su vida, llena de aventuras y romances, es bastante desconocida para el gran público. No llegó a tener las dotes militares de alguno de sus predecesores como Bernardo de Gálvez, ni el enorme conocimiento de fortificaciones de Alejandro O´Really o una cuna tan noble como la del barón de Carondelet, pero posiblemente haya sido el más carismático y el más galán de los distintos gobernadores que tuvo este inmenso territorio.
Manuel Luis Gayoso de Lemos y Amorín

Manuel Luis Gayoso de Lemos y Amorín

Gayoso, hijo de un diplomático español y de portuguesa, nace el 1747 en Pontevedra o en Oporto, dependiendo de las fuentes, (aunque dejó por escrito que se sentía pontevedrés, por ser la patria chica de su padre). Estudió en Westminster, en donde adquirió dominio del inglés y del francés, idiomas que le serían muy útiles en el futuro y en 1771 inicia su carrera militar como cadete. Según uno de sus principales biógrafos, Jack D.L. Holmes, era una persona de un trato muy afable y de una cortesía «superior».
La escritora pontevedresa Bará Viñas, lo define como «un hombre alto, guapo, educado, apasionado, inteligente, mujeriego y muy rico». Su carrera militar fue muy prometedora. Teniente en 1781, capitán en 1782 y ya en 1788 pasa a servir en el Gobierno de Luisiana, en donde fundará la ciudad de Natchez, cerca de las ruinas de un antiguo fuerte francés.
Hay que aclarar en este punto que la Luisiana española era un territorio enorme y muy complejo, abarcaba hasta 14 estados del actual Estados Unidos, iba desde el actual estado de Luisiana en el sur hasta Canadá en el Norte, por el Oeste bordeaba u ocupaba parcialmente los actuales estados de Texas, Nuevo México, Colorado, Wyoming y Montana, lo que en época española eran las provincias del Virreinato de la Nueva España de Texas, Santa Fe de Nuevo México y Alta California y en el este estaba delimitado por el río Mississippi.
La llegada al Virreinato de la Nueva España fue triste y muy accidentada. Una gran tormenta a punto estuvo de hacer naufragar el navío en el que viajaba, que tuvo que desviarse de rumbo y en los dos años siguientes fallecerían una de sus hijas y su primera esposa, la portuguesa Theresa Margarita Hopman y Pereira. Se volvería a casar en 1792 con una joven de Nueva Orleans, Elisabeth Watts y apenas tres meses después vuelve a quedar viudo. Algunos años más tarde iniciará una relación con la hermana pequeña de Elisabeth, Margaret, con quien se casará en 1798, aunque también se rumoreaba que tenía una amante a la que le había puesto casa en Nuevo Madrid, ciudad que había fundado Bernardo de Gálvez cerca del rio Misuri.
En tono pardo obscuro: áreas de La Luisiana Española hacia 1800, según los estadounidenses

En tono pardo obscuro: áreas de La Luisiana Española hacia 1800, según los estadounidenses

Gayoso compró una plantación en Natchez, en donde levantó una enorme mansión de dos plantas, llamada «concordia», al estilo de las haciendas coloniales que describe el libro de Margaret Mitchell, Gone with the wind («Lo que el viento se llevó» en español) y en donde ofrecía elegantes fiestas a la que asistían las élites de aquel vasto territorio. Pero detrás de esa imagen donjuanesca, cortesana y un tanto frívola, se ocultaba, un excelente estadista. A él se debe el trazado cuadrangular de la ciudad y su ulterior desarrollo, la fundación de nuevas colonias y las notables mejoras en sanidad y en obras públicas.
Pero Luisiana era un territorio inmenso y tremendamente complejo, por un lado poblado por multitud de tribus indias, algunas aun abiertamente hostiles a europeos y estadounidenses, por otra, las presiones inglesas en el norte, (hay que tener en cuenta que el territorio llegaba a áreas del actual Canadá, entonces territorio británico), a su vez las presión del recién nacido Estados Unidos y sus colonos, que buscaban expandirse hacia el oeste y por último, las presiones de la entonces aliada Francia que buscaba recuperar un territorio que había administrado en la primera mitad del siglo XVIII.
En ese difícil partido de naipes, el pontevedrés jugo sus cartas con suma maestría. Utilizando su carisma personal y sus dotes diplomáticas consiguió cerrar numerosos tratados con las diversas tribus. Con los Chickasaws y los Choctaws, y se comprometió a defender las tierras del resto de naciones indias, ya fijadas en los congresos de Mobile y Pensacola. Al mismo tiempo fomentó la inmigración de colonos estadounidenses, especialmente los de origen escoces e irlandés a los que ofreció tierras y la nacionalidad española y por otra parte, fortificó numerosos emplazamientos a lo largo del Mississippi.
De esa manera se aseguraba que tanto las naciones indias del territorio, como los agradecidos nuevos colonos anglosajones luchasen por la Corona, en caso de conflicto, ya que tanto unos como otros sabían que si esos territorios terminasen en manos estadounidenses, como finalmente ocurrió, Washington, a diferencia de Madrid, no les respetaría la titularidad de las tierras.
Pero esta brillante política de defensa del territorio se vino al traste por las ineptas cesiones de Godoy. Así, por el tratado de San Lorenzo de 1795, (también conocido como tratado de Pinckney), España cederá sus dominios al norte del paralelo 31, además de otras numerosas cesiones que socavaran la administración del territorio y echaran por tierra la gran labor de Gayoso, quien fallecerá de fiebres amarillas en Nueva Orleans en 1799. Al menos no vivió para ver la nueva traición de Carlos IV y su valido Godoy que, en 1800, por el tratado de San Idelfonso, cediendo a la Francia napoleónica el territorio de la Luisiana, y que en 1803, a su vez, este país vendió a Estados Unidos.
Es curioso que ninguna película española se haya hecho eco de aquel enorme territorio en aquella época sorprendente, en la que españoles, anglosajones e indios convivieron en una razonable concordia, mientras que en una hacienda de dicho nombre suena música de pianos y violines y un atractivo gobernador políglota, cosmopolita y cortés inicia el baile ofreciéndole la mano a su esposa, al tiempo que en una de las terrazas algunos terratenientes discuten sobre disputas territoriales en la frontera y la paz alcanzada con los indios. Es una lástima que con una historia tan impresionante y unos personajes históricos tan notables no hayamos sido capaces de publicitarlos como se merecen. Aunque claro, supongo que el cine español esta en otras cosas.
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