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07 de mayo de 2024

Imagen coloreada del uniforme del Ejército francés

Imagen coloreada del uniforme del Ejército francés

Picotazos de la historia

Los pantalones rojos son el espíritu de Francia: historia de una estupidez militar

Cuando el ministro de Guerra sugirió cambiar el uniforme para que no destacara tanto en el campo de batalla, la opinión pública se le echó encima: «Le pantalón rouge c´est la France!»

En la década de 1910, casi vísperas de la Primera Guerra Mundial, cuando la mayor parte de los ejércitos europeos habían abandonado los brillantes y coloridos uniformes –llenos de plumas, cordones y pasamanería– por otros más prácticos y menos conspicuos, Francia seguía exhibiendo a sus orgullosas tropas en el campo de batalla con pantalones rojos, chaquetón azul y quepí rojo.
Durante la Guerra Balcánica de 1912-1913, el ministro francés de la Guerra –este término desaparecería después del año 1919 siendo sustituido por el más neutro «de Defensa»– Adolphe Messiny presentó un informe al gobierno de Francia donde se señalaban las ventajas de colores pardos o terrosos. Estos informes estaban avalados por su propia experiencia personal y planteaban que las armas modernas tenían un mayor alcance y precisión y, por eso mismo, debía tratar de evitar que las tropas fueran blancos fáciles de detectar.
En los periódicos de la época podía leerse: "Le pantalón rouge c´est la France!"

En los periódicos de la época podía leerse: «Le pantalón rouge c´est la France!»

Estas afirmaciones, que parecen de perogrullo por lo cargadas de sentido común que están, se filtraron a la opinión pública, que reaccionó de manera furibunda. Periódicos se llenaron de artículos ridiculizando al ministro Messiny. Le Echo de Paris afirmó que «el privar de todo lo que es colorido, de cuanto da a un soldado su aspecto vívido, es contrario al gusto francés y a la función militar». El antiguo ministro de la Guerra Eugene Etienne declaró: «¿Abandonar los pantalones rojos? ¡Jamás! El pantalón rojo es Francia (le pantalón rouge c´est la France)».
Esta reacción estaba en línea con la filosofía militar imperante en Francia y que se basaba en el «Elan Vital», un concepto que interpretaba que el espíritu, la moral de las tropas, era más importante que las armas. «Nada significan las ametralladoras frente a las puntas de las bayonetas portadas por tropas henchidas de elan», declaró un general francés que tendría tiempo para lamentar sus palabras dos años después.
Imagen de la película 'El oficial y el espía', ambientada en 1895

Imagen de la película 'El oficial y el espía', ambientada en 1895

Sabiéndose derrotado Messiny escribió a su esposa: «Estos ciegos e imbéciles ataques a favor del más visible de todos los colores traerá crueles consecuencias». En agosto de 1914, cuando se iniciaron los primeros combates de lo que se llamó «la Gran Guerra» hasta que la siguió otra peor, cuando las maduras mieses teñían de amarillo los campos de Francia, los pantalones y el quepí rojo de los soldados franceses resaltaban a gran distancia, para contento de los artilleros y tiradores alemanes.
El anacrónico uniforme fue responsable, en parte, del gran número de bajas que sufrió el ejercito francés hasta que, en diciembre de ese año, se empezaron a suministrar los nuevos uniformes. Estos eran de un no muy logrado pero mucho más práctico color azul denominado «bleu horizon». Con todo, era un principio que se tenía que continuar. En su libro La infantería al ataque, Rommel comentaba lo fácil que era localizar a las tropas francesas ya que estas portaban sobre sus mochilas las marmitas de campaña. Marmitas pulidas y relucientes –así lo exigían los cabos y sargentos a sus soldados– que destellaban al sol revelando el avance de las tropas. Todos tenían mucho que aprender y tuvieron cuatro largos y amargos años para hacerlo.
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