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07 de mayo de 2024

El engaño de Berners Street

El engaño de Berners StreetMuseo Británico

Picotazos de historia

El engaño de Berners Street o cómo hacer que una casa sea la comidilla de la semana

Theodore Hook, conocido por su gran afición a las bromas, apostó con un amigo que podía conseguir que cualquier casa de Londres fuera el tema de conversación general durante una semana. Su víctima sería la señora Tottenham

Theodore Edward Hook ( 1788–1841) fue un literato y compositor inglés famoso por su ingenio y su mala relación con una contabilidad exacta, lo que le ocasionó problemas a lo largo de toda su vida y estancias ocasionales en instituciones de Su Majestad británica. Además Hook era muy conocido por su afición a las bromas, pero no de bromas cualquiera, aquí nos referimos a bromas de una dimensión desconocida hasta entonces. También se le considera el padre de la tarjeta postal.
En noviembre de 1810 Theodore Hook apostó con un amigo, de filiación desconocida, que podía conseguir que cualquier casa de Londres fuera el tema de conversación general durante una semana.

Uno detrás de otro

El 27 de noviembre, a las cinco de la mañana, un deshollinador llamó a la puerta del número 54 de la calle Berners, morada de una acomodada dama de la clase media alta británica. La señora Tottenham. Como les contaba, el deshollinador fue atendido por una criada de la casa quien le informó que no se habían solicitado sus servicios. Minutos después otro deshollinador llamó a la puerta, y otro, y otro y otro más. Así hasta doce.
Tras los deshollinadores llegaron carros cargados de carbón alegando que se trataba de pedidos solicitados. ¡Docenas de ellos! Tras los carboneros llegaron los pasteleros portando grandes tartas de boda profusamente decoradas. Llegaban por bandadas. Después llegaron los médicos, llamados para atender a algún doliente enfermo. No se sabe si se pensó que la cosa iría a peor o por previsión pero tras los médicos llegaron los sacerdotes (anglicanos, protestantes y católicos) y algún que otro rabino. A estos les siguieron: zapateros, pescadores, charcuteros, sombrereros, etc. Más de una docena de pianos fueron trasportados hasta la puerta de la casa por forzudos mozos y la guinda fue un espectacular órgano, digno de la mejor catedral.
Para el mediodía la calle Berners era un caos absoluto, abarrotada como estaba por una furiosa y desconcertada multitud de profesionales que habían sido convocados. El rumor de lo sucedido y el escándalo que se había organizado atrajo a un gran número de curiosos que complicaron aún más la situación.

Contemplando desde muy cerca su obra

A partir de la primera hora de la tarde se intentó que la policía cortara el acceso a la calle y que dispersara, poco a poco, a la multitud. Fue en ese instante en el que empezaron a llegar los carruajes de personalidades y miembros de las clases rectoras de la Gran Bretaña. Para horror de los individuos que formaban lo que sería el embrión del futuro cuerpo de la policía metropolitana de la ciudad de Londres, se presentaron: el duque de York y Albany, segundogénito del Rey Jorge III y hermano del Príncipe regente; el gobernador del Banco de Inglaterra, John Whitmore; el alcalde de la ciudad de Londres, el arzobispo de Canterbury... Para entonces la señora Tottenham, completamente superada por los extraños acontecimientos, yacía en un agradable sopor producido por el láudano que la protegía de todo mal.
Mientras Theodore Hook y su desconocido amigo se habían instalado cómodamente, la noche anterior, en la casa enfrente del número 54 de la calle Berners. Bien provistos de bebidas y delicadas viandas, disfrutaron del espectáculo en primerísima fila.
Hook ganó la apuesta que consistía en una guinea (moneda de oro por valor de una libra y un chelín) y discretamente desapareció durante dos semanas, antes de hacer una gira de «convalecencia», fuera de Inglaterra, por un tiempo prudencial.
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