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09 de mayo de 2024

Cusco (Perú)

Cuzco (Perú)Diego Delso / Wikimedia Commons

Tras la huella hispana (IV)

¿Qué queda del legado español en el mundo? El caso de Perú y Argentina

Adentrándonos en los territorios suramericanos, hablaremos, brevemente de los antiguos virreinatos del Perú y del Río de la Plata y del legado español en dos grandes naciones. Las Repúblicas del Perú y de la Argentina

¿Fue Colón verdaderamente consciente de haber descubierto un nuevo mundo? Algunos historiadores sostienen, basándose en sus escritos que, tras navegar por la desembocadura del Orinoco, en su tercer viaje, empezó a dudar que aquello fuera la India. Otros piensan que, en cualquier caso, siempre defendió que se encontraba en Asia y que, en su cuarto viaje, pretendió buscar un paso hacia la especiería.
Posiblemente fuese Américo Vespucio el primero que afirmase que aquellas tierras constituían un nuevo continente (Mundus Novus, 1504). En septiembre de 1513 con el descubrimiento del mar del sur por Vasco Núñez de Balboa, al atravesar el istmo de la actual Panamá, se despejan definitivamente las últimas dudas y se comienzan a fundar ciudades en tierra firme.
En 1516 Juan Díaz de Solís será el primer europeo en llegar al río de la Plata, territorio que costearía, con múltiples penalidades, la expedición de Magallanes y Elcano dejando algunos topónimos tan notables como el de Patagonia (por denominar patagones a los indios Tehuelches). Esta expedición, que concluiría completando la primera circunnavegación terrestre, descubrió un paso entre los dos océanos, el estrecho de Magallanes. Mientras que un vecino de Panamá la vieja, ya entrado en años, iniciará en 1524 una expedición por el sur de la costa pacífica.
Francisco Pizarro ya llevaba el nombre puesto, pues al preguntarle a los indígenas de las islas de Las Perlas como se llamaban los territorios que quedaban hacia el sur, estos les respondieron que «el Birú». Pizarro entendió que así se denominaban esas tierras que ansiaba conquistar, pero «el Birú», que luego derivó en el Perú, en lengua indígena, simplemente quería decir «el sur». Algunas toponimias en América son verdaderamente curiosas. El mismo malentendido podría decirse del Yucatán, porque cuando unos náufragos españoles llegaron a aquel territorio les preguntaron a los chontales cómo se llamaba y estos le replicaron «tectecan», que en su idioma quería decir «no entendemos».
Caso peculiar también es el de Montevideo, nombrado así por la descripción de una anotación cartográfica: «MONTE VI (en romanos), D (de) E (este) O (oeste)», es decir, monte sexto de este a oeste. Para muchas de ellas hay teorías alternativas, como sería, por ejemplo, la del río Virú, pero las aquí descritas me parecen las más plausibles.
Adentrándonos en esos territorios suramericanos, hablaremos brevemente de los antiguos virreinatos del Perú y del Río de la Plata y del legado español en dos grandes naciones. Las Repúblicas del Perú y de la Argentina.

Perú

Si a principios del siglo XVI los mexicas dominaban Mesoamérica, el imperio inca o el Tahuantinsuyo («los cuatro reinos del sol» en quechua), dominaban, a su vez, la mayor parte de la Sudamérica occidental, conformando el imperio precolombino más extenso, a lo largo de los Andes, desde el sur de la actual Colombia hasta Santiago de Chile.
Pizarro, también extremeño e incluso pariente lejano de Hernán Cortés, sintió una mezcla de admiración y envidia por los logros de su paisano y, junto a Almagro y Hernando de Luque, inician un proceso de conquista, muy adverso al principio, pero con algunas similitudes con el de Cortés, desde actos rodeados de gran dramatismo, como trazar la raya en el suelo y los denominados trece de la fama que deciden seguir con la conquista (que recuerdan al embarrancamiento de las naves en Veracruz), las alianzas con etnias rivales o la captura del Atahualpa que también recuerda a la de Moctezuma. Aunque es cierto que la civilización incaica estaba mucho más debilitada que la mexica, debido a la viruela, las hambrunas y la guerra civil entre el propio Atahualpa y Huáscar.
Tras la conquista de Cuzco, Almagro primero y Valdivia después realizarán expediciones por territorios de la actuales Bolivia, Argentina (el primero), el desierto de Atacama (el segundo) y fundamentalmente Chile. En 1542 se funda el virreinato del Perú, que en su época de mayor apogeo comprendió territorios de los actuales Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.
En cuanto al legado hispano es inmenso. Además del común (lengua y religión), en Perú se dio, quizás más que en otros territorios, un proceso de equiparación de la nobleza autóctona a la española, junto a un claro mestizaje en todas las capas sociales. Ejemplos de ello son el inca Garcilaso de la Vega, el primer gran escritor nacido en América o el mulato san Martín de Porres.
En Perú se fundará la universidad de San Marcos, la primera del continente, y se construirán bellísimos edificios como las catedrales de Cuzco y Lima, las iglesias de San Francisco y La Merced en Ayacucho o la iglesia de la compañía en Arequipa, por citar solo algunos pocos ejemplos del tesoro patrimonial español que atesora el país.
Por otro lado, el Perú virreinal, con la capital en Lima y su cercano puerto del Callao se convirtió en uno de los principales centros económicos del imperio. Esa pujanza económica y la gran calidad de vida motivaron la oposición inicial de los peruanos a la independencia, lo que llevó a Bolívar a escribir uno de sus típicos comentarios racistas: «Los quiteños y los peruanos son una misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guíe…».
En definitiva, la historia del Perú virreinal fue una historia de éxito, aunque hoy en día se pretenda cubrir esa realidad histórica con un tupido velo.

Argentina

Argentina era la periferia del virreinato de Perú. Más tarde, cuando las comunicaciones hasta Buenos Aires se facilitaron, se creó un puerto importante. Pero el resto del país, salvo el camino hasta Lima, apenas se pobló por españoles. En 1776 se crea el virreinato del Río de la Plata que abarcaba lo que hoy es Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil y en donde destacaría Santiago de Liniers, símbolo de la lucha contra los intentos de invasión inglesa.
La presencia española se ve en la arquitectura colonial de la capital, Córdoba o Salta y en los interesantes restos de las misiones del norte. De dicha presencia, quedan rastros culturales muy importantes. El primero es el idioma común que nos hace tener una literatura enriquecida por autores como Borges, Sábato, Roberto Arlt, Cortázar y otros muchos novelistas de una calidad extraordinaria.
El otro es la importante trascendencia social que tuvo la emigración española a Argentina desde finales del siglo XIX, hombres y mujeres que llevaron recuerdos de música, tradiciones, gastronomía y creencias que perduran y esa huella se puede observar, por ejemplo, al caminar por algunos barrios porteños que recuerdan a calles españolas porque los arquitectos eran españoles, con muestras tan destacadas como el Teatro Cervantes mandado construir por María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. O la casa museo de Larreta, escritor argentino enamorado de España. Y, sobre todo, ese ambiente de sentirse como en casa.
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