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30 de abril de 2024

Rómulo Augusto renuncia a la Corona (de una ilustración del siglo XIX)

Rómulo Augústolo renuncia a la Corona (de una ilustración del siglo XIX)

Picotazos de historia

La última cena de Odoacro o el brindis que le causó la muerte

El 15 de marzo Teodorico organizó un gran banquete para festejar el acuerdo que pondría fin a la cruel guerra entre él y Odoacro. El brindis de Teodorico era la señal para que sus partidarios acuchillasen a los de Odoacro y este fuese capturado

En el año 484 d.C. el caudillo Teodorico (454 – 526) había conseguido unificar a todas las tribus godas de la Tracia que le habían aclamado como rey de los ostrogodos. Esta unificación les convirtió en un poder y una fuente de problemas e inquietudes para el Imperio romano de oriente. El Emperador Zenón, sabedor de que no contaba con suficientes recursos para acabar con el peligro decidió desviarlo.
Nombró a Teodorico magister militium y le encargó la gobernación de la provincia de Italia. La trampa estaba en que la península italiana estaba controlada por el antiguo jefe de las tropas foederati (tropas de los pueblos aliados de Roma) del imperio romano de occidente, un germano perteneciente a la tribu de los hérulos y que respondía al nombre de Odoacro. En el año 476 el contingente germano de las tropas foederati (hérulos, esciros, rugios, etc) nombraron, por aclamación, rey a Odoacro.
Moneda con la efigie de Flavio Teodorico

Moneda con la efigie de Flavio Teodorico

Para septiembre de ese año el nuevo rey había capturado Rávena y al último emperador romano de occidente. El pobre Rómulo Augústulo (pequeño augusto en latín) fue obligado a abdicar y de una patada se le envió a Nápoles con una pensión, desapareciendo de la historia. Como les comentaba antes, al Emperador Zenón le pareció muy divertido, a la par que útil, enfrentar a ambos bárbaros.

Enfrentar a dos caudillos bárbaros

En el año 488 Teodorico reunió a todos los godos de los Balcanes (amalungui, mesogodos, rugios, etc) y atravesó la Panonia hasta la actual Eslovenia, donde pasó el invierno. Al año siguiente cruzó el río Isonzo –escenario de terribles batallas durante la Primera Guerra Mundial– para enfrentarse por primera vez con Odoacro.
Ambos caudillos demostrarían, una y otra vez, que eran líderes capaces y peligrosos enemigos. Poco a poco Teodorico fue controlando las ciudades del norte: Véneto, Rávena, Milán… pero los combates no parecían tener fin y la rueda de la fortuna tan pronto señalaba a uno como a otro. Para el año 493 la guerra se a ido decantando a favor de Teodorico. Este a conseguido sitiar a Odoacro en Rávena, que había reconquistado anteriormente. El obispo de la ciudad, Juan de Rávena, consigue reunir a ambos caudillos para que alcancen un acuerdo que divida la península entre ambos y se consiga la tan necesitada paz.
Sólido bizantino de Odoacro en nombre del legítimo emperador Zenón

Sólido bizantino de Odoacro en nombre del legítimo emperador Zenón

El 15 de marzo Teodorico organizó un gran banquete para festejar el acuerdo que pondría fin a la cruel guerra entre él y Odoacro. El brindis de Teodorico era la señal para que sus partidarios acuchillasen a los de Odoacro y este fuese capturado. La crónica de Juan Antiogueno narra que Teodorico golpeó con su espada al caudillo hérulo. El filo atravesó el hueso de la clavícula y alcanzó hasta la parte alta de la cadera. Las últimas palabras de Odoacro fueron: «¿Dónde está Dios?». A lo que Teodorico le respondió: «Así trataste a mis amigos». Teodorico hacía referencia al asesinato del rey de los Rugios Feleteo y a su mujer Gisa a manos de Odoacro, unos años antes.
Teodorico llegó a ser uno de los soberanos más poderosos de su tiempo, controlando y gobernando una buena parte de lo que constituyó el imperio romano de occidente. Del Danubio hasta el estrecho de Gibraltar, era señor indiscutido y su influencia abarcaba el reino de los Vándalos en el norte de África y el de los Burgundios en el valle del Ródano. El suyo fue un gobierno brillante y un renacimiento cultural que duró mientras vivió.
Hoy es una figura casi mítica para los alemanes: Teodorico de Rávena, el fuerte Teodorico que duerme bajo una montaña esperando el momento para unificar a todos los pueblos germanos. Con todo, aceptar una invitación suya para cenar era un honor peligroso, especialmente al final de su vida. Y es que con la edad, o tal vez a consecuencia de haber sobrevivido tanto tiempo al peligroso puesto que ocupaba, se volvió paranoico y no es que antes no tuviera razón para serlo.
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