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Eva Braun y su familia en una fiesta de carnaval en 1938

Eva Braun y su familia en una fiesta de carnaval en 1938

Dinastías y poder

Las primeras damas del Tercer Reich

La propaganda nazi idolatraba a la aria sana, virgen, ahorradora, ancha de caderas y que «no usase tacones», pero las compañeras sentimentales de los jerarcas del partido contrariaban abiertamente esta imagen

Ellos decidían la política. Ellas mandaban en casa. Aunque en el ideal del nacionalsocialismo alemán el papel de la mujer quedase relegado a las tareas domésticas y a la progenie, su misión fue más allá en el caso de las mujeres que compartieron el corazón de los amos del Reich. La propaganda nazi idolatraba a la aria sana, virgen, ahorradora, ancha de caderas y que «no usase tacones» (Neueste Nachrichten) pero los gerifaltes del régimen no se ajustaron en nada a ese patrón. Las compañeras sentimentales de los jerarcas del partido contrariaban abiertamente los requisitos que se exigían a la mujer alemana.

Eva Braun se convirtió en la esposa in extremis de Adolf Hitler. Se casó con ella pocas horas antes de pegarse un tiro en el bunker de la Cancillería, cuando los rusos estaban ya en las calles de Berlín. No fue la única amante del führer. Antes había mantenido una extraña relación con una medio sobrina, a la que terminó atormentando hasta la muerte en 1931. Pero Eva era deportista, familiar y muy paciente. Aunque compartía con él su visión política.

Eva Braun y Adolf Hitler con sus perros en el Berghof

Eva Braun y Adolf Hitler con sus perros en el BerghofBundesarchiv / Wikimedia Commons

Se conservan bastantes documentos gráficos en las que se la puede ver en plena vitalidad compartiendo entusiasmo con quien por entonces era el amo de Alemania. Ella había nacido en 1912. Él en 1889. Cuentan que se conocieron en 1929, cuando ella trabajaba en el taller del fotógrafo personal de Hitler, Hoffmann. Pero entonces Hitler solo se debía a su Imperio y se sentía casado con el pueblo. Eran los días de gloria en Berghof, «La guarida del lobo» en las montañas de Obersalzberg. Todo aquello acabó en un lúgubre sótano, entre la histeria y el fanatismo el dictador que se resistía a asumir la derrota. Era el 30 de abril de 1945.

Magda Goebbels es quizá la más conocida por el gran público. Probablemente por la estremecedora secuencia de la película El Hundimiento en la que recrea como duerme a sus hijos, uno a uno, antes de darles una pastilla de cianuro. No podía entender el mundo sino era el de los ideales en los que ella creía. «Nuestros hijos no tienen lugar en una Alemania como la que habrá después de la guerra», dijo.

La familia Goebbels en 1942

La familia Goebbels en 1942Bundesarchiv / Wikimedia Commons

Era la mejor madre del III Reich. Magda se casó con Goebbels en diciembre de 1931. Él era ya el todopoderoso ministro de Propaganda. Estaba separada de un acaudalado industrial y aportó un hijo al nuevo matrimonio. Desde entonces ejerció oficialmente como primera dama del Reich. Con su apariencia de actriz de cine y sus sedosos vestidos a lo Marion Davies, poco tenía que ver con la imagen modesta y acostumbrada al trabajo duro que se exigía a las mujeres alemanas. Ella y Goebbels se suicidaron también en la Cancillería.

Emmy Göring era una actriz del montón antes de unirse al vicecanciller alemán y segundo del Reich. Su boda en 1935 fue casi equivalente a las antiguas uniones de la realeza según testimonios de prensa de la época. Era una mujer gruesa, de aspecto algo tosco que no desentonaba con la estética que había adquirido con los años el antiguo as de la aviación, con más de veinte victorias en combate y comandante supremo de la temida Luftwaffe.

Una valkiria alta y robusta, «la Dubarry del Reich» la llamaron. Göring fue condenado en los juicios de Nuremberg y se suicidó en su celda en octubre de 1946. Ella sobrevivió a la guerra. Igual que la única hija del matrimonio, Edda, quien siempre recordó con afecto a su padre en el ámbito familiar.

Emmy y Hermann Göring el día de su boda el 10 de abril de 1935

Emmy y Hermann Göring el día de su boda el 10 de abril de 1935Bundesarchiv / Wikimedia Commons

No fueron las únicas, pero sí las que han dejado mayor recuerdo. Lo cuenta muy bien Anna Maria Sigmund en su libro, Las mujeres de los nazis. Himmler estaba casado con una enfermera varios años mayor que él, aunque mantenía como amante a su secretaria. Martin Bormann, secretario personal de Hitler, estaba casado con la hija de otro de los jerarcas del partido. Tuvieron varios hijos, el menor fue ordenado sacerdote católico y trabajó en África como misionero, aunque con los años abandonó el sacerdocio. Su padre nunca llegó a verlo. Había muerto, sin saberse muy bien cómo, tras huir de la cancillería en ese mayo de 1945. Al no existir evidencias de su defunción, fue juzgado in absentia en Nuremberg. Sentenciado y condenado. Ella murió en esos días a causa de un cáncer.

Hubo más. Continuar con las «mujeres de los dictadores» daría casi para comenzar una nueva serie…

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