Picotazos de historia
El gnomo viajero o cómo los enanitos de jardín salieron de sus hogares para recorrer el mundo
La publicación de la noticia inauguró una variante de la broma consistente en robar la escultura y enviar, al atribulado propietario, fotografías en las que se ve a su estatuilla en diferentes lugares
Creo que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sufrido la afrenta de encontrarnos en el jardín de casa ajena con esas figuras, supuestamente decorativas, que representan a los compañeros de piso de Blancanieves o primos de David el Gnomo. El tener o no estos elementos de decoración es una decisión personal perfectamente respetable, aunque nos pueda parecer poco acertada, pues cada cual es amo y señor de su propia casa. En la década de los ochenta del pasado siglo surgió un curioso fenómeno en relación con estas figuras: el denominado Gnomo Viajero.
Según los eruditos que han estudiado a fondo el tema el primer caso registrado se produjo en el año 1977. Ignorante de las consecuencias de sus actos, el fotógrafo inglés Henry Sunderland, de 31 años de edad, participó ese año en una expedición a la Antártida. Henry llevó consigo a Harry y Charlie, dos esculturas de enanos que adornaban el jardín de su casa. Las figuras causaron sensación entre la reducida comunidad de la Antártida. Se los pidieron prestados y Harry y Charlie recorrieron todas las estaciones del helado continente. En palabras de Sunderland: «Así mientras yo me quedé en la estación McMurdo como asistente de cocina, lavando platos, esos cabritos afortunados recorrían toda la Antártida».
En Australia un periódico local, el Sidney Morning Herald, publicó en 1986 lo que se considera la primera «broma del gnomo viajero». En la zona oriental de Sidney (Nueva Gales del Sur, Australia), una muy agitada residente comunicó a la Policía local que habían robado una escultura de un gnomo que tenía en el jardín de su casa. En el lugar que había ocupado la estatua encontraron una nota. Esta decía: «Querida Mama. No puedo soportar esta soledad por más tiempo. Me voy a ver mundo. No te preocupes, volveré pronto. Te quiere. Bilbo XXX(signo que representan abrazos)».
La publicación de la noticia inauguró una variante de la broma consistente en robar la escultura y enviar, al atribulado propietario, fotografías en las que se ve a su estatuilla en diferentes lugares. Por regla general, el enanito regresaba a su casa con una sonrisa de satisfacción (imaginamos). Un ejemplo de este caso lo pueden encontrar ustedes en la deliciosa comedia francesa titulada Amelie (2001).
En el año 2005 un grupo de universitarios se llevaron un gnomo —al que bautizaron como Severson— de su tranquilo jardín, propiedad de la señora Marianne Severson, en el área residencial de la ciudad de Redmond (condado de King, estado de Washington), y lo pasearon por los estados de California y Nevada mientras se corrían la gran juerga.
La Fortuna sonrió a estos juerguistas, ya que repostando en una gasolinera se encontraron con la celebridad o famosa París Hilton, quien accedió —encantada— a posar con el gnomo Severson. Las fotografías acabaron en manos de la prensa y fueron publicadas por la revista People (versión gringa del Hola) y la noticia apareció en los telediarios, lo que le valió a los muchachos que les invitaran a innumerables copas y al enano Severson a convertirse en una celebridad y que las más lindas jóvenes se pegaran por fotografiarse con él.
Tras diez días de desparrame, Severson fue devuelto a su hogar junto con un álbum de fotos que recogían los mejores momentos pasados durante la aventura. El álbum se titulaba: Descanso de primavera 2005. Entrevistada la dueña –la señora Marianne Severson– comentó que los otros tres enanitos que tiene en su jardín no le hablaban al descarado de Severson, después de su escandalosa escapada.
Si esto les parece extraño agárrense a algo, no se vayan a caer. En la localidad inglesa de West Putford (condado de Devon, Reino Unido) en 1979, la entonces estudiante de Bellas Artes, Ann Atkin, creó una reserva y refugio de enanitos de jardín. Este paraíso de los gnomos —y pesadilla estética para algunos— reúne a más de dos mil de estas criaturitas que han encontrado allí un espacio natural donde vivir tranquilos y alejados del estrés de la vida con los humanos. El parque, reserva o lo que sea, tiene una extensión de hectárea y media y se puede visitar, si lo desea.
Pero no todo es alegre en relación con los enanitos de jardín. El próximo día les hablaré a ustedes de una siniestra organización, conocida como el Frente de Liberación de los Enanitos de Jardín que aterrorizó al mundo. Hasta entonces, les deseo que pasen ustedes un buen día.