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La gesta médica de la Real Armada rumbo a América y Asia (parte II)

Grandes gestas españolas

La gesta médica de la Real Armada rumbo a América y Asia (parte II)

Lea y escuche la segunda parte de este emocionante relato histórico

En el artículo La gesta la Real Armada en la campaña mundial de vacunación: la Expedición Balmis (parte I) abordábamos el valor demostrado en la pandemia por nuestras fuerzas armadas en la llamada Operación Balmis. También se apuntaba el porqué de esta denominación: era un homenaje a la mayor campaña de vacunación universal de la historia emprendida de forma altruista por la Corona española en 1802.

Lo cierto es que desde mediados del siglo XVIII la monarquía hispánica había dado un salto cualitativo en su lucha contra la enfermedad en los territorios hispánicos de Ultramar. Pero la acción sanitaria española en el Nuevo Continente había comenzado prácticamente desde el mismo Descubrimiento. El primer hospital en América se fundó en Santo Domingo, en 1503; el segundo, el de la Purísima Concepción, lo erigió Hernán Cortés en Ciudad de México en 1524, y el tercero, en Guatemala, en 1527. Y recordamos que estos hospitales atendían sobre todo a aquellos que no podían permitirse el pagar un médico, ya que los pudientes, acostumbraban a recibir al médico en sus domicilios.

Incluso Felipe II, para una mejor atención, llegó a enviar a su galeno personal Francisco Hernández a Nueva España, exclusivamente para investigar las patologías del Nuevo Mundo. Y si hacemos una comparativa, los franceses no fundaron su primer hospital en América hasta 1659, en Silery (Canadá); y los ingleses en 1663 en Nueva York.

La gesta médica de la Real Armada rumbo a América y Asia (parte II)

La Sanidad española del XVIII

En consonancia con los ideales ilustrados, la Corona española convirtió en objetivos prioritarios la mejora de las instituciones sanitarias y el control de la salud en ambos hemisferios. Con ello, se promovía el bienestar de la población como fuente de trabajo y riqueza. Una medicina dinámica, formada en hospitales y ejércitos practicaba la observación, aprendía de la experiencia e incorporaba las innovaciones. Entre las instituciones de nueva planta Fernando VI creaba en 1748 el Colegio de Cirugía de Cádiz. Diseñado por el Marqués de la Ensenada, se fundó con el objetivo «de que la Marina estuviese surtida de cirujanos hábiles». Fue la institución que más influyó en el avance de la cirugía española durante el siglo XVIII.

Anclas y bayonetas, un libro de Guillermo Nicieza

Anclas y bayonetas, un libro de Guillermo Nicieza

Las pestes que jalonaron el siglo animaron a emprender también un combate contra la «putrefacción de las calles» y «las impurezas del aire» y ciudades como México o Lima, fueron ciudades más higiénicas con canalizaciones de agua, pozos de agua potable, paseos arbolados, edificios ventilados y como medida profiláctica, los cementerios dejaron de estar en las iglesias, avances que no se veían en Europa.

En las décadas centrales del siglo XVIII, la Armada y el Ejército lideraban la política científico-técnica y las diversas expediciones botánicas y sanitarias allende los mares como la de Celestino Mutis (1783), Martín de Sessé (1787), y la de Alejandro Malaspina, entre 1789 y 1794. En esta última, Malaspina comprobó que en una isla chilena la epidemia «había acabado instantáneamente con dos mil quinientas personas sin distinción de sexos» y los supervivientes, quedaban con grandes secuelas físicas.

Y es que en América y en Europa, la viruela causaba estragos. El peruano Eugenio Espejo, indio quechua que llegó a ser profesor de Cirugía en Quito había constatado que sus epidemias estaban íntimamente relacionadas con el comercio europeo, ya que en las ciudades portuarias llegaban barcos portadores de ratas que transmitían la enfermedad.

Pero como contamos, sería el descubrimiento de Jenner y la gran campaña de la difusión de la vacuna en el Imperio español, con lo que las grandes epidemias llegarían a su fin.

Francisco Javier Balmis, no estudió en Cádiz, sino en el Hospital Militar del Rey en Alicante y en Valencia obtuvo el título de cirujano. Años después se trasladó a La Habana y ciudad de México, y de vuelta a España, fue nombrado «cirujano de cámara» de Carlos IV. Este puesto sería crucial para la puesta en marcha de la Expedición Filantrópica de la vacuna, el proyecto que detallamos en el artículo, en el que dejamos a la tripulación literalmente subiendo a la goleta María Pita.

Francisco Javier Balmis

Francisco Javier Balmis

La expedición Balmis toma rumbo

Los problemas logísticos de esta expedición fueron ingentes, pero se fueron solventando como ha estudiado el capitán de navío Juan Ozores. Desde La Coruña y como era habitual en los viajes a Ultramar hicieron su primera escala en Canarias. Fondearon en Tenerife, donde las autoridades y una muchedumbre recibían con los máximos honores a los 22 niños de la vacuna, a Balmis y a sus acompañantes. Y al llegar, «diez párvulos de las familias más distinguidas de esta isla se vacunaron y actuaron como receptáculo para que las demás islas se beneficiaran de una inoculación masiva».

La ruta de la gesta médica de la Real Armada rumbo a América y Asia

La ruta de la gesta médica de la Real Armada rumbo a América y Asia

De Canarias partieron a Puerto Rico. Un reto porque era un viaje largo que se convirtió en una auténtica proeza en una época sin comodidades a bordo. Isabel Zendal, la encargada de los niños superó las expectativas y, lo que era importante: logró que todos sobrevivieran y llegaran con buena salud.

De Puerto Rico arribaron a Venezuela, donde con ayuda de las autoridades a los tres días habían vacunado a más de dos mil personas. Balmis además instruyó a los médicos locales en la praxis de la vacunación y creó la llamada «Junta de Vacuna» con un reglamento modelo para las tierras del Nuevo Mundo. Los niños serían nombrados por los venezolanos «guardianes de la Salud pública» y Balmis «Regidor Perpetuo de Caracas» Salieron dejando atrás a más de doce mil vacunados que extenderían la vacuna por toda la región.

Pero por la urgencia de llegar a Bogotá se decidió que el convoy tendría que dividirse en dos. Unos irían al Norte y otros al Sur Las expediciones, dirigidas por Balmis y Salvany, obtendrían en su periplo logros humanitarios espectaculares, pero con desigual fortuna. Salvany morirá y jamás se reencontrará con Balmis ni tampoco con Isabel Zendal, y el hipotético romance entre ambos que fabularon algunos novelistas nunca cristalizaría.

Otro detalle de las rutas seguidas

Otro detalle de las rutas seguidas

Así el 8 de mayo de 1804 se separaban y Salvany navegaba hacia Cartagena, pero pocos días después naufragaban en la desembocadura del río Magdalena. Para poder salvarse desembarcaron precipitadamente en una playa desierta. Estuvieron perdidos tres días, y ya sin Isabel, tuvieron que cuidar con especial esmero a los cuatro niños que llevaban para conservar el fluido. Para poder seguir su ruta tuvieron que atravesar un desierto y varias ciénagas.

Y esto solo fue el comienzo. El mismo Salvany lo narró «No nos han detenido ni un solo momento la falta de caminos, precipicios, caudalosos ríos y despoblados que hemos experimentado, mucho menos las aguas, nieves, hambres y sed que muchas veces hemos sufrido». Y es que naufragios, calamidades y obstáculos de todo tipo no les frenaron. Solo en Santa Fe llegaron a 50.000 vacunados y en el total del virreinato doscientas mil.

De Cartagena a irían a Chile, Quito (Ecuador), Lima (Perú), La Paz (Bolivia). Pocos itinerarios más dificultosos a través de los Andes, Salvany fue perdiendo su integridad física, manco,y mutilado de un ojo, Salvany el joven cirujano, fallecería vacunando en Cochabamba (Bolivia). Como suele decirse, con las botas puestas. La mayoría de los miembros de esta expedición tampoco sobrevivirían.

Así se dibujó el viaje realizado

Así se detalló la expedición al completo

Balmis en México

El segundo grupo, comandado por Balmis, y con Isabel al frente de los niños, tuvo más suerte. Yendo hacia el norte llevó la vacuna al Caribe, a Centroamérica y al norte del continente, en el actual Estados Unidos. Aquí su principal problema no fue una naturaleza hostil, sino las autoridades locales que dudaban o la burguesía criolla que quería sacar tajada económica de la vacunación. También hubo reticencias entre el pueblo llano. Los padres se encontraban con la difícil tesitura de introducirles una enfermedad mortal a sus hijos sanos.

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En Nueva España Balmis irá consolidando las Juntas de Vacuna para que velaran por la distribución del fluido y dio directrices para la vacunación de todo el virreinato y nuevas expediciones a Texas, Arizona, Nuevo México o California donde había grandes contingentes de población indígena muy vulnerable. Asegurado el territorio. Balmis decidió partir con Isabel a vacunar en Filipinas, entonces provincia española. Pero el gran problema fue que necesitaron nuevos niños y no disponían de huérfanos ni expósitos, pero la capacidad de convicción de Isabel haría posible que la vacuna fuese transportada a Asia por 26 niños mexicanos. Tenían padres, no eran huérfanos, pero la confianza en Isabel fue ciega. En América se le puso el sobrenombre de «la madre de los galleguitos»

La expedición llega a Filipinas y China.

La travesía por el océano Pacífico, que de pacífico tenía bien poco, debió de ser dramática. Balmis en una carta destacó el papel fundamental de los niños y de su tutora. «con excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, ella perdió enteramente su salud. Infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre asistiendo a los niños enteramente en sus continuadas enfermedades».

La misión llegó al archipiélago filipino en abril de 1805. De nuevo, altos cargos no colaboraron, pero, a principios de agosto, ya se habían vacunado nueve mil personas. Balmis además dejó encargado a varios subordinados el extender la vacuna al resto de islas.

De nuevo se produciría una división en la Expedición. Balmis partía sin Isabel hacia Macao, posesión portuguesa, y a Cantón donde gracias a los tres niños que iban con él difundió la vacuna también por territorio chino. Tras ello, regresó a Madrid, dejando a su paso vacunas en la isla de Santa Helena aunque era territorio británico. Muy curioso que la única relación de la viruela de los británicos con sus súbditos indígenas americanos, sería el proporcionarles mantas infectadas con viruela para acelerar su exterminio.

A su llegada a Madrid, Balmis sería recibido como un héroe.

Cartel de vacunación contra la viruela

Cartel de vacunación contra la viruela

¿Qué fue de los protagonistas?

Ni Isabel Zendal, ni los niños que viajaron desde España, regresaron. La verdad es que tenían difícil la vuelta. El fin de la expedición coincidió con el estallido de una cruenta guerra en España, la Guerra de la Independencia, su rey secuestrado y un rey extranjero en el trono. Dos niños gallegos, Tomás y Juan Antonio, y dos mexicanos, Juan Nepomuceno y Félix Barraza –recordamos sus nombres– perdieron la vida durante la expedición.

Del resto, poco se supo de su vida posterior, solo que algunos niños fueron adoptados y estudiaron. Pero lo cierto es que en España el futuro de estos niños expósitos difícilmente hubiera sido próspero.

Balmis con la invasión napoleónica permaneció fiel al rey español, su casa y bienes fueron confiscados por José I, y declarado proscrito. La lealtad a la Corona, le conduciría a la Real Isla de León hoy San Fernando, en Cádiz. Con el fin de la guerra recuperaría un puesto de relieve.

De Isabel Zendal no se sabe si la estrategia de Balmis de convertir oficialmente a su hijo biológico Benito en adoptado para favorecer un posible matrimonio de Isabel tuvo resultado. También se desconoce cual fue el devenir de madre e hijo. Lo que sí se sabe es que pudo regentar una enfermería en Puebla de los Ángeles, en México donde murió. Y en 1950, la OMS reconocería su labor como la primera enfermera de la historia en misión internacional. En México, hoy el premio nacional de enfermería lleva su nombre.

La minusvaloración y el enfrentamiento

La hazaña ha querido minusvalorarse como tantas otras gestas y descubrimientos protagonizados por España. Para restar la importancia de la campaña, se dice que allí ya conocían la vacuna. Pero obvian que los pocos criollos americanos que pudieron obtenerla, fue gracias al contrabando con las colonias inglesas y que las vendían a precios desorbitantes y en mal estado. Con lo cual, el pueblo no podía acceder a ella y los que podían no estaban cubiertos con esas vacunas fraudulentas.

La gesta médica de la Real Armada rumbo a América y Asia (parte II)

También quiere enfrentarse a Balmis con Salvany. Balmis, de 53 años, era un hombre experimentado que había viajado ya por el Nuevo Mundo. Para Salvany, con apenas 30 la expedición será lo más importante de su vida y le llevará a la muerte. El maduro enérgico e impetuoso frente al joven apacible y discreto, el famoso que se lleva los laureles de la fama frente al olvidado, el que pudo volver, frente al que nunca volvió y murió como un héroe. Incluso una mujer en el triángulo, Isabel, de incierto origen y apellido, de edad indeterminada, con destino final desconocido.

Todo ellos con el ingrediente cuasi mágico de 22 niños que portan la salvación de millones en sus cuerpos. Una historia que desde la novela pionera de Almudena de Arteaga Ángeles Custodios ha generado abundante ficción literaria y cinematográfica. Lo cierto es que Balmis y Salvany ambos fueron cirujanos militares que demostraron una gran eficacia, tesón y una dedicación total a cumplir con su gran misión.

Ángeles Custodios, obra de Almudena de Arteaga

Ángeles Custodios, obra de Almudena de Arteaga

Una gesta que nos dignifica como nación

Ahora ya sabemos por qué el hospital madrileño llevó el nombre de Isabel y la razón del nombre Operación Balmis del valiente despliegue de nuestras fuerzas armadas en la pandemia.

La lucha contra la viruela finalizaría dos siglos después. Somalia en 1977 vería la última víctima natural y en 1979 la fotógrafa médica Janet Parker, tras manipular un virus en un laboratorio británico. Finalmente, en 1980, la OMS anunciaba la erradicación definitiva de la viruela humana.

La viruela ha sido la primera y única enfermedad infecciosa que pudo ser erradicada de todo el planeta gracias al esfuerzo humano. Pero quien puso la primera piedra en una campaña filantrópica y valiente como jamás se había visto ni volvió a suceder fue la Corona española. Curiosamente, su impulsor Carlos IV, ha pasado a la historia como un rey del que nada o casi nada positivo puede decirse, pero sí que en su reinado confluyó una sinergia genial. Desde el impulso de la Corona, al papel de los protagonistas de esta aventura –de todos y cada uno– : médicos y sanitarios, la tripulación, Isabel Zendal y los 22 niños gallegos, el valioso «cargamento humano» que partió desde La Coruña en esa pequeña corbeta de nombre profético: María Pita.

Pero sin olvidar que también lo hicieron posible aquellos médicos y enfermeros hispanos de ultramar y los pequeños mexicanitos que los acompañaron en su periplo a Filipinas… y la formación de la medicina española de los virreinatos… y el éxito de nuestras expediciones científicas… y la recién nacida higiene pública.

Placa en homenaje a la expedición liderada por Francisco Javier Balmis

Placa en homenaje a la expedición liderada por Francisco Javier Balmis

La magnitud de la Expedición y sus espectaculares resultados constituyen un hito histórico. No solo ha sido un ejemplo de heroicidad científica, filantropía, caridad, beneficencia, generosidad, abnegación, desinterés y desprendimiento en beneficio de la salud pública de todo el mundo. También fue una gesta sin precedentes que nos dignificó como nación y que demostró la calidad moral y científica de la Sanidad militar de la Armada Española en el viaje que el naturalista Humboldt calificaría como el «más memorable en los anales de la historia».

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