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03 de mayo de 2024

Agustín R. Rodríguez González en su visita a la redacción de El Debate

Agustín R. Rodríguez González en su visita a la redacción de El DebateMiguel Pérez

Entrevista autor de Expediciones científicas Españolas del siglo XIII

Agustín Rodríguez: «El verdadero y más robusto descubrimiento español fue el Pacífico»

Las expediciones que el Imperio español realizó a lo largo del siglo XVIII, fueron consecuencia de dos grandes hitos de la humanidad: el descubrimiento de América y la primera vuelta al mundo que abrieron el camino hacia un mundo desconocido

En 1762 se produjo la desconocida toma de Manila por una expedición inglesa. Por un instante se temió que toda Luzón (la mayor y más importante isla de las Filipinas) e incluso el archipiélago entero cambiara de manos. Sin embargo, eso se logró parar gracias a la acción de «un modesto funcionario» Simón Anda Salazar, que supo movilizar las milicias tagalas y encerrar al enemigo en la propia ciudad, provocando que los ingleses abandonasen finalmente el intento de conquista.
A pesar de que conseguir repeler el ataque enemigo, los ingleses encontraron en la capital filipina un inesperado tesoro: toda la documentación de los viajes y descubrimientos españoles en aquel vasto y poco conocido océano en los siglos anteriores, «que no habían podido ser ocupados y colonizados por los españoles, abrumados ya por la misma tarea en América», relata el historiador Agustín Rodríguez González en su última obra titulada Expediciones científicas españolas del siglo XVIII (Edaf, 2023). Más tarde, toda aquella documentación, hasta entonces secreta o muy confidencial, serviría de base para los posteriores viajes de James Cook, quien se apropiaría el descubrimiento de lugares como Hawái.
Las expediciones científicas que el Imperio español realizó a lo largo del siglo XVIII, fueron consecuencia de dos grandes hitos de la humanidad: el descubrimiento de América y la primera vuelta al mundo que abrieron el camino hacia un mundo desconocido. Figuras como Jorge Juan y Antonio Ulloa, Celestino Mutis, Malaspina, Félix Azara y tantos otros más son protagonistas de este ensayo que recopila con rigor la enorme y compleja misión de «recogida de datos en todos los órdenes, que posteriormente debían ser analizados con todo cuidado» para proponer soluciones concretas e inmediatas a los problemas y retos que había en el Nuevo Mundo.
Agustín R. Rodríguez Gonzáles en su visita a la redacción de El Debate

Agustín R. Rodríguez Gonzáles en su visita a la redacción de El DebateMiguel Pérez

–¿Qué supuso el descubrimiento del Tornaviaje?
–De hecho, de eso ya publiqué otro trabajo, que es un caso muy curioso, porque además Urdaneta fue un hombre, aparte de un genio y un sabio, fue un hombre muy bueno, pero muy bueno y, en fin, con ambición por hacer las cosas bien. Y es lo que a veces se olvida. Siempre que se piensa en España y en el Imperio, siempre se reduce a América, pero el verdadero y más robusto descubrimiento español fue el Pacífico, que es la tercera parte de la superficie terrestre. Nada menos.
–¿A qué se deben tantas expediciones científicas a América y el Pacífico?
–Sí, evidentemente había una sensación de que, aunque España llevaba desde los siglos XV-XVI allí [en América y en el Pacífico], había que mejorar las cosas, había que estudiarlas, había que hacer algo con los aportes de la ciencia para mejorar la administración, para mejorar todo. Y entonces surgió esa iniciativa que iba a ser continuada durante todo el siglo para montones de aspectos, desde el de la salud a los recursos económicos, al conocimiento en todos los sentidos: de planta, de animales, de posibles alternativas, incluso la reforma administrativa y políticas para mejorar lo otro, que es algo realmente encomiable.

España consigue el primer Imperio oceánico, digamos mundial, y que además lo hace de otra manera

–Su libro ilustra muy bien el desarrollo y avance científico de España. ¿De dónde nace esa visión o ese mito de atraso?
–Es algo muy humano. Cuando alguien se adelanta por algo que surjan competidores que por supuesto son envidiosos y que quieren recalcar sus propios méritos. Y eso, pues pasará siempre en la historia de la humanidad. España consigue el primer Imperio oceánico, digamos mundial, y que además lo hace de otra manera. Es curioso que en los Estados Unidos los matrimonios interraciales solo se hayan podido realizar a partir del siglo XX, y España lo son desde el siglo XVI, desde las leyes de Burgos. Y claro, siempre tienen que surgir competencias. Eso es lo normal. La envidia y el «quererse apuntar puntos» es algo, por desgracia, muy humano.
–Ante la imagen de los conquistadores españoles de codiciosos y egoístas, usted presenta a unos hombres cuya preocupación constante era lograr el desarrollo y bienestar tanto de los territorios de la monarquía hispana como sus habitantes...
–Sí, sí. Claro. Eso es lo que sucede. Desde el primer momento se entiende que los indígenas son seres humanos y que hay que tratarlos como seres humanos. Y hay montones de iniciativas en ese sentido. Mientras que otros países europeos no hicieron eso. En absoluto, y sin embargo, son los que más no lo reprochan. Pero bueno, y en todos los sentidos. Hay lenguas europeas que todavía no tenían gramática en el siglo XVI, mientras que las primeras gramáticas de las lenguas indígenas americanas están hechas por religiosos españoles. Pero eso se olvida convenientemente porque se ha quedado la imagen de la España que no es así. El principal problema vino de gente con menos empatía hacia lo nuevo y lo distinto.
Agustín R. Rodríguez autor del libro Las expediciones científicas españolas en el siglo XVIII

Agustín R. Rodríguez autor del libro Expediciones científicas españolas del siglo XVIIIMiguel Pérez

–En el libro también menciona figuras como James Cook o Bougainville, quienes se aprovecharon de la documentación de los viajes y descubrimientos españoles
–En montones de sitios del Pacífico llegaron los españoles, pero era una tarea tan inmensa –es la tercera parte que de la superficie terrestre y que además tiene unas condiciones dificilísima por el desconocimiento, por el escorbuto...– que a veces se sabe que hubo presencia española, pero no se ha registrado o se ha perdido. Y además, los que llegaron después, lo típico, se quisieron colocar la medalla.
Le pongo un ejemplo. Hay un pequeñísimo archipiélago, que hoy es de Japón, y que es conocido por la batalla de Iwo Jima en la Segunda Guerra mundial; este archipiélago hasta 1882 fue una posesión española que formaba parte de las llamadas islas Vulcano, pero es que no había ni española, ni del Estado en esas islas. Llegó Japón y se las quedó. Y así hay montones de ejemplos. Como ha podido ver en el libro hubo españoles en Alaska. Pero claro, el que ha llegado después, intenta arrogarse el mérito y decir que ellos han sido los primeros, pues no.

La envidia y el «quererse apuntar puntos» es algo, por desgracia, muy humano

–¿Se puede afirmar que la Historia de España se ha escrito desde el mar?
–En buena medida sí. Está claro que hubiéramos sido un país muy, muy, muy, muy diferente en todos los sentidos, para lo bueno y para lo malo, de no ser por ello. Está clarísimo y con cosas sorprendentes que no nos damos cuenta: es que España cambió el mundo. En América no había caballos, pero tampoco trigo, ni aceitunas, ni uvas... En Europa no había patatas ni maíz. Este se trajo de América y las patatas. Qué hubieran sido de Europa, sobre todo, de la Europa del norte, sin las patatas como alimento.
Imagínese usted tener que dar la vuelta al mundo a pie o a caballo, o sea... hubiera sido... Fue en barco y duró casi tres años. Incluso con las vías romanas, el primer sistema de carreteras, que transportaban las mercancías para ir de Hispania a Italia o de Italia a Grecia... iba mucho más rápido y mucho más seguras por mar que incluso con las excelentes vías romanas.
Portada del libro Expediciones científicas españolas

Portada del libro Expediciones científicas españolas del siglo XVIII

–En el apartado final, subraya que estas expediciones tuvieron un carácter autocrítico.
–Como ha pasado siempre, en todas partes: veían cosas que no les gustaban, que veían cosas que pensaban que no eran buenas. Como por ejemplo, cuando llegaban otros españoles con unos intereses muy concretos, normalmente buscando la riqueza rápida. Con las expediciones, lo que estaban haciendo era mejorar la riqueza y el bienestar de la gente. ¿Qué come la gente? ¿Qué es lo que se tiene que acostumbrar? ¿Qué salidas tienen?
Eso es una cosa muy bonita y que pocas veces se ha hecho en las colonizaciones, y mucho menos en esos siglos. Pero que tuvieran una perspectiva crítica, era muy poco común en la época. Otros defectos tendremos los españoles, que tenemos muchos, pero una cosa que sí me ha comentado mucha gente de muchos países y en muchas situaciones... es que la empatía de los españoles hacia otras culturas, hacia otros pueblos, es mucho mayor que la de que la de otros países que han ido pensando que lo sabían todo y que no tenían que aprender nada y que los otros eran...
Es sorprendente el número, por ejemplo, de marineros, navegantes y soldados de estas expediciones que eran nacidos en América y criados en España. Pero como tantas otras cosas. Lo primero que hace España desde el siglo XVI, aparte de fundar ciudades, es fundar universidades en toda América y, por supuesto, abiertas a todos los americanos. La primera universidad que fundan los ingleses en Estados Unidos, había ya 15 universidades españolas en América y otros países no fundaron ninguna.

Desde el primer momento se entiende que los indígenas son seres humanos y que hay que tratarlos como tal

–Somos herederos de los logros de estas expediciones, ¿dónde podemos encontrar las consecuencias de estas expediciones en la actualidad?
–Montones de cosas. Por ejemplo, es la primera vacunación mundial gratuita y abierta a todo el mundo fuera de un español. Dio la vuelta al mundo llevando la vacuna contra la viruela a todos. Pero curiosamente nos acusan, algunos, de que [los españoles] pasamos las enfermedades, pero donde más daño hacen las enfermedades es donde la gente no tiene naturales. Entonces la viruela en Europa era un problema. Y se entendió que había que hacerlo y llevarlo al mundo y así se vacunó hasta gente del Imperio chino –toda la región de Cantón–. Si lo hubiera hecho en cualquier otro país, esa persona sería venerada, pero en España eso no ocurre.
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