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Marino Faliero, dux de VeneciaMuseo del Prado

Picotazos de historia

Marino Faliero, el dux de Venecia que traicionó a su patria y fue decapitado por ello

Inflamado por la ofensa recibida, Marino ideó una venganza que terminara con la oligarquía que controlaba la política y la economía de la Serenísima

Marino Faliero (1274 – 1355) fue un miembro de la veneciana familia de los Falier o Faliero, de la rama que vivía en la parroquia de los Santos Apóstoles del barrio de Cannaregio. Como miembro de una de las más importantes familias participó en el cursus honorum, ascendiendo en la escala de la administración y el gobierno de la Serenísima. En el año 1315 ingresó en el selecto Consejo de los Diez, uno de los máximos órganos de gestión de la república.

Faliero fue nombrado presidente del consejo en 1320. El 1 de septiembre de 1354, contando ochenta años de edad y mientras se encontraba ejerciendo funciones de embajador ante el Papa Inocencio IV en la corte papal de Aviñón, fue elegido –in absentia– como 55º dux o dogo de la Serenísima República de Venecia.

Eran tiempos difíciles. La República estaba inmersa en la llamada Guerra del Estrecho (1350 – 1355), que es como se llamó al tercer conflicto de las cuatro guerras entre las repúblicas de Génova y Venecia y que se produjeron entre 1256 y 1381. En el año 1354, gracias a una tregua de cuatro meses que habían acordado, Venecia había reorganizado su flota y la había puesto bajo el mando del almirante Niccolò Pisani. Este buscó un encuentro decisivo con la esquiva flota genovesa que comandaba Pagano Doria. Quien consiguió darle esquinazo.

Flota veneciana

El 4 de noviembre de ese año la flota veneciana se encontraba fondeada en la pequeña cala de Portolongo, en la isla de Sapienza, frente a la costa de la ciudad de Methoni (antigua Medone). Los genoveses sorprendieron a los desprevenidos venecianos, que fueron decisivamente derrotados.

Este desastre, pues así fue juzgado por los gobernantes de Venecia, aumentó las tensiones sociales existentes entre las familias patricias y plebeyas. Las primeras habían conseguido controlar los principales órganos políticos y económico administrativos de la República, en detrimento de las segundas que habían alcanzado una preeminencia económica que no se veía reflejada en la administración pública. La chispa que desató la crisis o explosión final tuvo, como suele suceder en muchos casos, un origen absurdo y personal.

Durante un suntuoso festejo celebrado en el Palacio Ducal, el joven Michele Steno, parece que bien motivado por un exceso alcohólico, se propasó con una de las damas de compañía de la dogaressa (título oficial de la esposa del dux) o con la misma señora. Las fuentes no se ponen de acuerdo. Tras ser invitado a irse, el joven, en venganza, grabó en el trono del dux, en la Sala de Gran Consejo, una hiriente e infamante inscripción: «Marino Faliero, el de la bella esposa, que él mantiene y otros disfrutan».

Hoy en día la historiografía rechaza la fiabilidad de esta leyenda popular. Lo que está fuera de toda duda es que existió una ofensa y que el joven fue detenido.

Inflamado por la ofensa recibida, Marino ideó una venganza que terminara con la oligarquía que controlaba la política y la economía de la Serenísima. Buscó apoyos entre las familias plebeyas de las clases medias y altas, que veían frenado su ascenso social por los patricios venecianos. Además el momento era propicio ya que el pueblo de Venecia estaba furioso con la derrota de Sapienza y culpaba al almirante y a los patricios de la ciudad.

Como suele suceder, uno de los miembros de la conspiración aconsejó a un amigo para que hiciera mutis en la fecha prevista para el golpe de estado, fijado para el próximo 15 de abril. Este resultó ser el fiscal Nicoló Lion que salió zumbando para contárselo todo al propio Marino Faliero. Este restó importancia al asunto y trató de tranquilizar al fiscal, que se quedó muy escamado y preocupado por la reacción del dogo.

Nicoló Lion, lejos de quedarse quieto, se reunió con varios miembros de las importantes familias Corner y Grodenico a quienes expuso lo sucedido. Paralelamente otro chivatazo había llegado al Consejo de los Diez o Consejo Pequeño, lo que provocó una reunión secreta de los principales funcionarios de la República a espaldas del dogo.

Las dos versiones, la del fiscal y la que llegó al Consejo de los Diez, fueron comparadas y se reconocieron como hechos ciertos. Rápidamente, las familias patricias, prepararon el contragolpe para abortar el atentado. Se detuvo a varios miembros conocidos de la conspiración, que confesaron bajo tortura y señalaron a otros. Con el listado de los principales conspiradores, un grupo de patricios fuertemente armados los detuvo y los condujo hasta el Palacio Ducal.

Allí los ahorcaron y sus cuerpos colgaron desde los arcos del palacio para que todos los contemplaran. Marino también fue detenido y se le juzgó en la Sala Maggiore del Palacio Ducal. Ante la cantidad de pruebas presentadas y comprobadas fue declarado culpable y condenado a muerte.

El 17 de abril de 1355, en el patio del Palacio Ducal. En el rellano de la escalera del patio –conocida como de Los Gigantes por las dos grandes esculturas que flanquean el arranque de esta en la primera planta–, mismo lugar donde fue investido con el Cornu, el peculiar gorro que portan todos los Dogos y es indicativo y privativo de su cargo, fue ejecutado el traidor. Su cabeza fue exhibida ante todos y los gritos tradicionales gritados: «He aquí la cabeza de un traidor. Venecia ha hecho justicia».

Además de la pena de muerte, el dogo traidor sufrió la damnatio memoriae: que se borrara todo rastro, mención, nombre y escudo de armas que representara al traidor y que su nombre no fuera mencionado jamás, bajo pena de multa. Todo ello para que se perdiera la memoria de su persona. Se le condenaba al olvido. Esta pena se había ejecutado unas décadas, antes con motivo de la revuelta organizada por Baiamonte Tiepolo, cuya casa había sido demolida y el solar sembrado con sal.

Si tienen la oportunidad de viajar a Venecia vayan al Palacio Ducal. Una vez dentro pregunten por la Sala del Consejo Mayor. En ella podrán contemplar los retratos de todos los dogos que ha tenido la Serenísima República a los largo de su historia. Pero uno de los lugares, en vez de un retrato está enlutado por una tela negra, sobre la cual están escritas las palabras (en latín): «Este es el lugar de Marino Faliero, decapitado por sus crímenes».