
Grandes gestas de la historia
La gesta gallega en la guerra anglo-española: la Contra Armada
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Con el nombre «Contra Armada» se conoce el gigantesco ataque naval británico que concluyó con una de las más grandes derrotas de la Historia de Inglaterra. Tuvo dos escenarios: La Coruña y Lisboa que entonces pertenecía a la Corona española. Inglaterra, supuestamente la nación victoriosa en la guerra anglo española, en realidad fue la gran perdedora a escala planetaria.
Durante siglos, la Contra Armada fue silenciada. Tanto, que a día de hoy, para muchos españoles es un capítulo desconocido, y hasta piensan que fue al revés porque la propaganda anglosajona se cuidó mucho de ocultarla y engrandecer la cuestionable victoria de la que ellos llamaron «Armada Invencible».

La Obra «Contra Armada»
Tras dedicar años de investigación buceando en archivos internacionales, y teniendo acceso a documentos inéditos, el profesor coruñés Luis Gorrochategui publicaba en 2011 La Contra Armada y marcaba un antes y un después en el estudio de la Historia Moderna contemporánea.
Sacaba a la luz la desconocida derrota británica, de una trascendencia sin precedentes porque su triunfo, hubiera desencadenado una serie de acontecimientos cruciales en la geoestrategia europea y puesto en liza el dominio de nuestro gran Imperio de ultramar.

Luis Gorrochategui publicaba en 2011 'La Contra Armada'
Las razones de la guerra angloespañola
La Contra Armada se integra en el desarrollo de la guerra anglohispana de 1585 a 1604. Isabel I, conocida como «La Reina Virgen», sentía amenazado su inestable trono por el gran poderío hispano y no escatimó en impulsar en distintos escenarios toda causa que pudiese menoscabar el dominio del rey español. Felipe II tenía muchas y más que justificadas razones por las que enfrentarse a Inglaterra.
Por un lado, Isabel financiaba y enviaba tropas a los protestantes que acaudillaban la rebelión contra los católicos holandeses. A la misma vez, promovía y premiaba las incursiones piráticas contra las flotas de Indias y alentaba los ataques a asentamientos españoles en las costas americanas. También Isabel jugaba sus cartas en Portugal, intentando derrocar a Felipe II, soberano legítimo de la Corona portuguesa, impulsando la pretensión del candidato al trono luso, el Prior de Crato, hijo bastardo del Infante Luis. Incluso las propias costas españolas sufrían periódicos ataques ingleses en los que se profanaban templos y asolaban poblaciones.

Prior de Crato
Pero, aunque molestas, estas acciones no podían socavar en absoluto el poder del monarca español, soberano de un Imperio donde no se ponía el sol. Pero Felipe, no era solo un rey católico, tenía a gala que la defensa de la religión era su principal proyecto vital y político, y el panorama cambió cuando Isabel comenzó a hostigar con fiereza cualquier atisbo de catolicismo en su país. Llegó hasta el extremo de decapitar a la reina católica María Estuardo.
Esta poliédrica tesitura espolearía a la monarquía hispánica a organizar un ataque masivo con una Grande y Felicísima Armada, una gran operación naval y anfibia contra Inglaterra para derrocar a la reina Isabel y sustituirla por otra católica.
Felipe II jamás se planteó ningún tipo de dominio territorial, ni de conquista anexionista sobre Inglaterra. Contaba con el apoyo de la numerosa población inglesa que —aunque muy perseguida— seguía profesando el catolicismo en una peligrosa clandestinidad.
La expedición partió de Lisboa rumbo a los Países Bajos para embarcar a los Tercios españoles. Desde allí atacarían las costas inglesas. Aunque bien diseñado, un cúmulo de factores haría que el plan fracase y deberán retornar a la península bordeando las islas británicas. Pese a las grandes dificultades de la travesía, la mayoría de barcos y hombres lograron regresar.

Contra Armada
Era 1588. Aunque hoy se considere un episodio apócrifo, no deja de impresionar el contraste entre el pánico de los emisarios que transmitieron la noticia y la templanza del rey más poderoso del mundo, al encajarla con la implacable sentencia «no envié mis naves a luchar contra los elementos». En el profundo convencimiento de haber sido escogido para llevar a cabo una misión providencial, Felipe siempre vería el designio divino en derrotas y en victorias, algo que le haría sobreponerse a los fracasos, y no pecar de soberbia al asumir los triunfos como propios.
Un plan genial
Un año después de la invasión fallida, los barcos españoles retornados estaban siendo reparados en Santander. La reina Isabel decidía aprovechar esta transitoria debilidad de la Marina española y pasar a la ofensiva. Lord Burghley, su consejero, diseña un golpe cuya genialidad está fuera de toda duda: lanzar un gran contraataque con una enorme flota, la Contra Armada.
Este contraataque a Santander desencadenaría cual fichas de dominó un brillante plan que, de haberse cumplido, hubiera cambiado el rumbo de la Historia Moderna.
a) Destruir de las naves españolas en su puerto de reparación.
b) Ya sin flota en el Atlántico, España dejaría el mar expedito para conquistar Lisboa, donde tenían un aliado
c) Portugal se convertiría entonces en el país satélite de una Inglaterra que desde las Azores podría capturar la flota de las Indias.
d) Inglaterra se convertiría en la nueva dueña del Atlántico y usurparía las rutas oceánicas abiertas por España. Así se produciría el colapso del imperio hispano.

Isabel I recurre a armadores privados
Isabel I, que no tenía recursos ni barcos para flotar la expedición tuvo que recurrir a armadores de toda Inglaterra para levantar una armada de semejante envergadura.
¿Cómo les pagaría la reina? Con el botín que se obtuviese y otorgando cuantiosos beneficios a los participantes. No difería mucho de una expedición pirática, pero a una escala jamás vista. Estableció un liderazgo bicefálico: Drake, conocido corsario, sería el almirante de la flota, y Norris, el general del ejército de tierra.
La flota zarpó de Plymouth en abril de 1589. Más de 180 barcos y casi 30.000 hombres. Más grande que la propia Invencible.
Pero Drake, ignorando las órdenes de Isabel, renuncia al objetivo de destruir las naves en reparación. Atacar Santander reportaría algún riesgo y ningún beneficio inmediato. Lo que demandan los armadores privados es ir a saquear la riquísima Lisboa. Pero saltarse a la torera las órdenes reales no parece aconsejable y se decide una opción intermedia: el ataque a La Coruña. Esta pequeña parada justificaría ante la reina no haber desembarcado en Santander por haber sido desviados por los vientos, y de paso «hacer caja».

Drake
Desembarco en La Coruña
La Coruña era una plaza más fácil de tomar, y ocho mil ingleses se lanzaron a la ocupación de la ciudad, esperando hacerse con un fácil y sustancioso botín para abrir boca antes de llegar a la próspera Lisboa.
Pero el gran Felipe II había fortalecido la costa, siguiendo el más avanzado diseño de la época. Había construido frente a La Coruña el castillo de San Antón, con una plataforma artillera de largo alcance para proteger la bahía. También había reforzado la muralla medieval. Además, 700 soldados viejos habían recalado en la ciudad y guarnecían, según órdenes reales, la plaza gallega, que estaba muy bien pertrechada de mosquetes, arcabuces, picas, pólvora y munición. Por otro lado, la población, al ser de realengo, contaba con unas entrenadas milicias locales: 560 arcabuceros y piqueros.
Un total de 1.200 hombres que organizan raudos y veloces una encarnizada defensa de incierto desenlace. Avisadas con hogueras en la Torre de Hércules, acuden las mesnadas señoriales y milicias concejiles de los contornos.
Así, sobre la pequeña urbe de apenas cuatro mil habitantes, cargó la mayor armada de la historia de Inglaterra. Tras unas horas iniciales de lucha encarnizada, muerte y saqueo en la zona de la Pescadería —barrio de pescadores junto al puerto—, los supervivientes se parapetaron tras las murallas de la ciudad alta. En ese momento Santiago de Compostela procederá a esconder las reliquias del apóstol, el mayor tesoro votivo de la Cristiandad ante el peligro inminente del saqueo hereje. Reliquias que fueron tan bien escondidas que por cierto no se localizarían hasta varios siglos después.

Isabel I invistiendo caballero a Drake
Las coruñesas: cuerpo estratégico de defensa
El día 14 los ingleses, liderados por el general John Norris y el antiguo pirata investido ahora de almirante Francis Drake, lanzaron una gran ofensiva para reducir al fin a los resistentes coruñeses. Los cañoneos de su artillería lograron abrir una brecha en uno de los muros, y los soldados se lanzaron a la conquista de la ciudad que fue demoledora. Los cadáveres de los defensores españoles yacían amontonados en las calles y la arcabucería era ya insuficiente para contener el avance enemigo.
En ese momento, las mujeres entraron en combate con picas y espadas y, sobre todo, con una intensa lluvia de pesados adoquines, extraídos de la sillería de las casas, que, arrojados desde siete metros de altura, «causaron tal indecible quebranto en los asaltantes que, literalmente, los descalabraron vivos, obligándoles a retirarse», escribe Gorrochategui.
Así las mujeres coruñesas, se convirtieron en un «formidable cuerpo estratégico de defensa». Y entre ellas, emergía la singular figura de María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, «María Pita», mujer de armas tomar, que se enfrentaría al único alférez inglés que logra traspasar la muralla y al que da muerte.
Así, María Pita se convertirá en un personaje identitario en la ciudad. El tesón de las mujeres coruñesas tendría una trascendencia hasta ahora desconocida, al imbricarse en la cadena de acontecimientos más apasionantes de los enfrentamientos navales de la Historia Moderna Europea, ya que su papel contribuiría a asegurar el magno Imperio de ultramar.

María Pita dando muerte al alférez
Drake va hacia Lisboa
Drake, abandonó La Coruña rumbo a Lisboa habiendo perdido 1.500 hombres y con varios miles de heridos. El candidato Crato había ofrecido, si alcanzaba el poder, pagar a Inglaterra cinco millones de ducados y un tributo anual de 300.000 ducados de oro. También permitiría al ejército saquear Lisboa doce días y quince pagas. Además cedería a Inglaterra guarniciones en castillos y podría fletar en Portugal armadas contra España. Por otro lado, Crato había asegurado que el país entero se uniría a las huestes inglesas.
El plan inglés consistía en un ataque frontal al estuario del Tajo, aprovechando viento y marea y una sincronización del ataque naval con el terrestre a modo de tenaza. Iría apoyado en su marcha a Lisboa por el gran ejército luso prometido… que nunca llegó, porque los portugueses jamás aceptaron al prior de Crato como legítimo heredero. En Portugal 5000 soldados de los Tercios enhebrando acciones heroicas pararían el envite. «Había 5.000 Alatristes», dice Gorrochategui. «El mejor ejército del mundo deshizo a los ingleses: los dejó acercarse sometiéndolos a un desgaste permanente y, cuando los tuvieron donde querían, los atacaron con la fuerza necesaria para aterrorizarlos y hacerlos huir».
Y es que Norris huyó en desbandada abandonando heridos, enfermos, dejando un reguero de muertos a su paso. Había perdido más de 80 barcos y 20.000 hombres, el doble de las bajas de la Invencible.

El viaje de regreso y una llegada inesperada
En el viaje de regreso, un brutal brote de peste daría el golpe final a los británicos. El tifus y el hambre alcanzaron su paroxismo, dejando los barcos sin tripulación y sin los hombres imprescindibles para la gobernabilidad de los buques. La maltrecha flota inglesa tuvo que hacer una parada de emergencia a medio camino en la ría de Vigo. Saquearon la ciudad, pero un contraataque español acabará con 200 ingleses ahorcados a la vista de Drake y de los pocos supervivientes horrorizados.
La llegada a Inglaterra fue otro gran varapalo. Los apestados saltaron de los barcos y la epidemia se extendió. En dos semanas morirán en Plymouth 400 vecinos. Alarmada, la reina les conminó a volver a los barcos y prohibió que se solicitase paga alguna. La mayoría murieron sin poder salir de las naves ancladas en el puerto y los que lo hicieron fueron colgados sin compasión.
La oportunidad perdida para Inglaterra
Aparte de las bajas la consecuencia de estos hechos será su gran alcance estratégico. Se puso fin a la ayuda a los rebeldes holandeses, a los ataques piráticos y sobre todo, hicimos perder a Isabel I su momento histórico para forjar un imperio americano, Se volvía al statu quo inicial: el poderío máximo de la monarquía hispánica.

Felipe II de España e Isabel I de Inglaterra
La derrota de la Contra Armada fue trascendente a escala planetaria. Su éxito hubiese hecho factible la penetración anglo-holandesa en los territorios españoles de América. A corto plazo, caería Brasil en manos inglesas, dadas las cláusulas firmadas entre el prior de Crato e Isabel. Peligraría la herencia ibérica en Iberoamérica, y la poderosa realidad de las centenas de millones de personas que hoy hablan español.
La derrota británica es una extraordinaria epopeya que transcurre de Lisboa a Madrid, de Londres a La Coruña, de Plymouth a Compostela y de Sevilla a Vigo. Felipe II e Isabel I, pasando por Alejandro Farnesio, Medina Sidonia, el prior de Crato, Essex, amante de la reina, arzobispos, maestres de campo, embajadores, capitanes, piratas conviven en un fascinante mosaico poliédrico. Brillan con luz propia los valientes soldados de los tercios, señores feudales gallegos y sus vasallos, y mil aguerridas coruñesas que transformaron murallas medievales en gigantescos parapetos para la artillería y que combatieron con petos, picas o las espadas de sus maridos muertos.
También gravitan un sinfín de traiciones, engaños, ambiciones, espionajes, hogueras en la Torre de Hércules, barcos fantasma, saqueos, sangrientas «encamisadas» y pestes virulentas. Brillantes personalidades y soldados anónimos, todos valerosos españoles que lucharon en Galicia y Portugal por su rey y por su Dios en una prodigiosa gesta que cambiaría el rumbo del mayor imperio de la Cristiandad.