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Dibujo de Calígula e Incitato por Jean Victor Adam (1801–1867)

¿Calígula nombró realmente cónsul a su caballo Incitato?

Según describe Suetonio en su obra, el emperador quería tanto a este caballo que le colmó de regalos: «un establo de mármol, un pesebre de marfil, gualdrapas de púrpura, arreos con piedras preciosas» e incluso una casa

Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido por su apodo Calígula, fue el tercer emperador romano. Gobernó escasos cuatro años marcados por su autoridad despótica, mostrando en ocasiones una conducta demente: «Al estar entregado Calígula a semejantes desvaríos e insanias, hubo muchos que concibieron el designio de eliminarlo», diría Suetonio en su Vida de los doce césares. Aquello se haría realidad cuando en enero del año 41 d.C. fue asesinado por aquellos que debían protegerle: la Guardia Pretoriana.

Pero su mala fama fue amplificada en las obras de los historiadores Suetonio y Dion Casio que lo describieron como un psicópata obsesionado con el sexo, con grandes excentricidades y un dirigente pésimo. Sin embargo, este retrato que nos ha llegado de Calígula está rodeado de distorsiones, medias verdades y malentendidos que han trazado la imagen de uno de los emperadores «más tristemente célebres», según advierte el historiador australiano Stephen Dando-Collins, quien publicó en 2021 Calígula: el emperador loco de Roma.

Pintura renacentista de Calígula

Uno de los episodios que más se repite como ejemplo de sus extravagancias es su deseo de convertir a su caballo favorito de carreras en cónsul, una de las máximas magistraturas romanas. Según describe Suetonio en su obra, Calígula «solía ordenar a la vecindad que guardase silencio, utilizando soldados para ello» para que «no se molestase a su caballo Incitato» en «la víspera de las carreras en el circo».

También advierte que, el emperador quería tanto a este caballo que le colmó de regalos: «un establo de mármol, un pesebre de marfil, gualdrapas de púrpura, arreos con piedras preciosas, una casa, esclavos y enseres para que los invitados, en nombre de su caballo, fueran recibidos con la máxima suntuosidad», relata el historiador romano.

Asimismo, Suetonio afirma que, en varias ocasiones, Calígula anunció su intención de nombrar a Incitato cónsul: «Se dice también que tenía pensado nombrarlo cónsul», leemos en Vida de los doce césares. Sin embargo, probablemente fuese una manera muy suya de ridiculizar a los senadores y demostrarles que su papel y dignidad no le importaba lo más mínimo y que un caballo, su caballo, podría desempeñar perfectamente las mismas funciones que ellos.

En este sentido, Dando-Collins advierte en su biografía que «A pesar de todo el catálogo de auténticos delitos, escándalos y horrores que se le pueden atribuir, Calígula ha estado mal representado durante siglos». Y pone de ejemplo esta anécdota de la que comenta que aquello «no ocurrió, si no que «amenazó» con hacerlo. «Esto parece haber sido tanto un síntoma de su impaciencia con el Senado romano como un ejemplo de su extravagante sentido del humor», valora el historiador australiano. «Posiblemente como broma a costa propia, sí elevó a Incitato al sacerdocio que administraba una orden religiosa», añade.

El historiador Dando-Collins forma parte de la corriente actual en la que algunos historiadores miran al emperador Calígula con una mirada más benevolente, pues varias de las fuentes antiguas que veían al emperador como «un gobernante depravado y ensimismado» fueron «comisionados por emperadores posteriores que vieron al emperador caído desde una perspectiva negativa», advierte el historiador Donald L. Wasson en World History Encyclopedia.

En esta línea, la académica inglesa especializada en estudios clásicos Mary Beard advierte que «la regla básica es que la reputación de un emperador es determinada por la persona que viene tras él. De Calígula podemos pensar que fue asesinado porque era malo, pero podría ser igual de cierto que se convirtió en malo porque fue asesinado. Tras el asesinato y con un nuevo régimen, tu legitimidad [la de Claudio] depende de decir que era un villano», reflexiona.

Por otro lado, según analiza el profesor asistente de Historia de la Cultura de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) en su trabajo sobre La imagen de Calígula en Suetonio: Realidad o construcción, el historiador romano «antes que pretender construir la realidad histórica sobre el principado de Calígula, ha tenido por objeto coadyuvar a convertir a este príncipe en el modelo del ‘mal gobernante’. En ello dio lugar, incluso, junto a otros testimonios a la gestión de un verdadero mito político negativo en torno a su figura».

Como ocurre a menudo con los grandes personajes del pasado, la línea entre la realidad y la leyenda se difumina, por lo que saber con certeza si Calígula fue el emperador loco, depravado y tirano que retrataron resulta complicado. Releerlo con estos nuevos ojos no lo absuelve de sus crímenes, pero sí sugiere una nueva comprensión de su figura liberada del prisma deformante de la propaganda y la leyenda.