Gary Plauché, momentos antes de matar al acusado de abusar de su hijo Jeff Doucet. Captura de vídeo / The Sun
Picotazos de historia
El caso Plauché: un crimen atroz y un asesinato en directo que dividió a Estados Unidos
El crimen que conmocionó a EE.UU.: un padre disparó en directo al violador de su hijo, abriendo un debate moral que aún persiste
El 16 de marzo de 1984, un equipo de la filial local de la ABC (American Broadcasting Company, una cadena estadounidense de radio y televisión actualmente propiedad de Disney), la WBRZ-TV, se encuentra en el aeropuerto de la ciudad de Baton Rouge, en el estado de Luisiana. El equipo de reporteros está esperando la llegada del avión que trae a un delincuente cuyos delitos habían tenido una gran cobertura a nivel nacional durante las últimas semanas.
Durante los años 1983/84, el joven Jody Plauché, de once años de edad, ha estado recibiendo clases de kárate en la academia Black Dragon. Este club o academia de artes marciales está dirigido por Jeff Doucet, de veinticuatro años. Doucet es un veterano de Vietnam y es especialista en diferentes técnicas de combate cuerpo a cuerpo.
Su academia (y él) acumulan numerosos trofeos ganados en diferentes competiciones estatales y nacionales. Jeff es una figura familiar para los televidentes de la cadena local. Con estas credenciales, los padres del chico —León Gary Plauché y June Sheridan— quedaron encantados cuando el propio Doucet se presentó en su casa para hablar con ellos.
El joven Jody, explicó a los padres, era uno de los mejores y más motivados alumnos de la academia. Por ello, había sido seleccionado para rodar unos anuncios publicitarios sobre instrucción de artes marciales para niños. El rodaje sería en California y estaría financiado por una importante empresa. Él estaba allí para explicarles eso y solicitar el permiso de los padres para que Jody participase.
Los padres autorizaron encantados. Doucet viajó con el niño durante diez días. En todo momento evitó las principales carreteras y solo paraba en moteles. Durante ese tiempo, Doucet mantuvo al niño drogado para tenerlo bajo su control. Durante esos diez días de secuestro —porque fue un secuestro, en realidad—, el joven Jody fue abusado y violado sistemáticamente.
Temiendo que los padres del muchacho empezaran a desconfiar al no tener noticias suyas, Doucet permitió que Jody hablara con su madre por teléfono. Esta notó algo extraño, algo que no iba bien y que la inquietó al punto de llamar a la policía para ponerles al tanto de sus sospechas. La rápida investigación permitió que se les localizara en el motel Seven Palms, en la ciudad californiana de Anaheim.
Las declaraciones del joven Jody, ya en la comisaría de policía, pusieron los pelos de punta a los curtidos agentes, que tuvieron que ponerse en contacto con los padres para decirles que le habían encontrado y lo que le había sucedido. El padre de Jody, exsargento de las Fuerzas Aéreas, quedó abrumado por la rabia y la impotencia cuando se enteró de lo sucedido.
Es por eso que, aquel día 16 de marzo, estaba aquel equipo de noticias en el aeropuerto de Baton Rouge: estaban esperando la llegada del preso, escoltado por la policía, para poder ser juzgado en el estado de Luisiana. Junto al equipo de noticias, hablando por teléfono con un amigo suyo en uno de los teléfonos públicos allí dispuestos en hilera para su uso, estaba el padre del niño secuestrado y violado.
Resulta que uno de los empleados de la cadena de noticias era conocido suyo y había tenido la mala ocurrencia de avisarle de la llegada del criminal. Para ahorrarles a ustedes los detalles: Gary Plauché le pegó un tiro —a bocajarro y en la cabeza— a Doucet, delante de los periodistas y de la policía.
El suceso quedó recogido por las cámaras que estaban grabando la llegada de Doucet, y la filmación dio la vuelta al mundo. Anteriormente se habían registrado muertes en directo (Kennedy, Lee Oswald, la ejecución del vietcong durante la ofensiva del Tet, etc.) y siempre tuvieron un enorme impacto entre la audiencia. Lo mismo pasó con el material grabado por la cámara de la agencia de noticias.
Gary Plauché fue inmediatamente detenido y acusado de asesinato, pero pronto la fiscalía del estado de Luisiana se dio cuenta de que tenía un problema. Y es que las causas y circunstancias que rodeaban el asesinato de Jeff Doucet hacían difícil que algún juzgado estuviera dispuesto a condenar al acongojado padre. La gravedad y sordidez de los delitos cometidos por Doucet, junto con el despliegue informativo dado a estos, sumado al generado por la actuación del padre vengador y las imágenes que se repetían, una y otra vez, en los diferentes canales de televisión, polarizaron las posturas de la sociedad norteamericana. Pero en ese enfrentamiento todos estaban de acuerdo en que el padre era otra víctima.
La fiscalía fue bajando sus peticiones y, al final, aceptó un acuerdo por homicidio involuntario.
El juez de sala, a quien le habían asignado el caso, condenó a Gary Plauché a siete años de cárcel, con pena suspendida y la obligación de pasar cinco años en libertad condicional. Además, debería realizar 300 horas de trabajos comunitarios. El juez también dejó claro que su ingreso en prisión no beneficiaba a nadie y que no existía riesgo de que volviera a cometer ningún delito.
La sentencia levantó una polémica enorme en los Estados Unidos de América y, al día de hoy, continúa siendo muy discutida. La pregunta es: ¿qué hubieran hecho ustedes de ser el juez? ¿Y de ser el padre?