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La antigua República de Cospaia fue un pequeño estado independiente de 1441 a 1825 situado en Umbría, Italia.

La antigua República de Cospaia fue un pequeño estado independiente de 1441 a 1825 situado en Umbría, Italia.

Picotazos de historia

Cospaia, el pueblo que se declaró república libre y vivió sin impuestos durante 400 años

Este espacio, de 3,2 kilómetros cuadrados y con unos 372 habitantes concentrados principalmente en la aldea de Cospaia, no pertenecía ni a Florencia ni al papado

Nos encontramos en el año de gracia de Nuestro Señor de 1491 (en calendario actual o gregoriano) y en la península italiana. Diez años antes, el Papa Martín V —aquel que fue elegido tras el Concilio de Constanza, que puso fin al Gran Cisma de Occidente y condenó a Jan Hus y sus ideas— convocó un nuevo concilio, pero falleció pocas semanas después. Su sucesor fue el veneciano Gabriele Condulmer, que tomó el nombre de Eugenio IV.

Desde los primeros compases del concilio, conocido como de Basilea o de Florencia, Eugenio IV se enfrentó a la mayoría de los obispos presentes. Y es que, desde el Concilio de Constanza, estaba en auge el denominado «movimiento conciliar», que postulaba la primacía de la asamblea conciliar frente al papado.

En este contexto de enfrentamiento, Eugenio IV solicitó un préstamo de 25.000 florines de oro a la República de Florencia para sufragar los gastos del concilio. Como garantía, ofreció la villa fronteriza de Sansepolcro. Al vencer el plazo y no poder el papado devolver el préstamo, se resignó a ceder el territorio según lo acordado.

Sin embargo, al redactarse los límites de la villa de Sansepolcro, se omitió por error una franja de terreno de unas 330 hectáreas. El malentendido surgió al establecer como límite un arroyo, hoy llamado río Riscone (en el tratado referido simplemente como «río»), aunque a unos quinientos metros más al norte discurre otro arroyo —el actual río Gorgaccia— que desemboca en el mismo cauce. Ambos confluyen en el río Tíber.

Los florentinos tomaron como frontera el Gorgaccia; los diplomáticos papales, el Riscone. Así, el territorio comprendido entre ambos arroyos quedó como una «res nullius», tierra de nadie. Este espacio, de 3,2 kilómetros cuadrados y con unos 372 habitantes concentrados principalmente en la aldea de Cospaia, no pertenecía ni a Florencia ni al papado. Sus vecinos no tardaron en proclamarse como República Libre de Cospaia.

La declaración oficial —conscientes del error, pero callando ladinamente— se produjo el mismo día de la firma del tratado. Aunque no se conserva la fecha exacta, se tiene certeza de que fue en febrero de 1441. Los felices nuevos ciudadanos de Cospaia vieron desaparecer de la noche a la mañana todas sus obligaciones fiscales, una noticia siempre bien recibida.

Los cospaiainos adoptaron una bandera blanca y negra, dividida en diagonal de derecha a izquierda. El gobierno se estructuró en torno a un Consejo de Ancianos y a representantes de las familias del territorio. Ambas instancias se reunían en la iglesia de la Anunciación y decidían por votación a mano alzada. El párroco ejercía como presidente del consejo, probablemente por ser el único que sabía leer y escribir.

En el antepórtico de la iglesia se conserva grabada la única ley emitida por ese peculiar gobierno: Perpetua et firma libertas, es decir, «Libertad perpetua y segura». Ese sería el lema y la declaración de intenciones de la nueva república.

A pesar de depender para el molino de San Giustino (Estados Pontificios) y el médico de Borgo Sansepolcro (Florencia), los habitantes gozaron de envidiable libertad. En lo religioso, formaban parte de la diócesis de Arezzo-Cortona-Sansepolcro, perteneciente a la arquidiócesis de Florencia. Precisamente la Iglesia jugaría un papel clave en el devenir de la república.

En 1570, el obispo de Sansepolcro recibió unas semillas de tabaco enviadas por su tío, el también obispo Niccolò Tornabuoni. Esta planta, de cultivo reservado a los monjes cistercienses y con fines exclusivamente curativos, despertó rápidamente el interés de los habitantes de Cospaia. La mayoría del territorio fue destinado al cultivo del tabaco, cuyas hojas eran secadas, cortadas, pulverizadas y distribuidas por toda la península. Mercaderes de Nápoles, Génova, Venecia… musulmanes, judíos y cristianos eran bienvenidos en un lugar sin impuestos ni aranceles. Cospaia se convirtió en el gran puerto franco de la nicotina.

La república no contaba con prisiones, policía ni ejército, pero controlaba casi en monopolio la producción de tabaco. A ello contribuyó que, en el siglo XVII, un Proprio Papal prohibiera el consumo de tabaco en los Estados Pontificios bajo pena de excomunión. Las campañas eclesiásticas contra la «planta del diablo» no hicieron sino aumentar su atractivo.

El comercio enriqueció a los cospaiainos, y la república se transformó en refugio de contrabandistas. Pero esta Arcadia fiscal no podía durar. En 1724, los Estados Pontificios autorizaron el consumo de tabaco e impusieron aranceles al tabaco procedente de Cospaia. Comenzó así la decadencia.

A medida que la economía se deterioraba y el contrabando aumentaba, crecía también la presión sobre el Consejo de Ancianos para renunciar a la independencia. La liberalización del cultivo en toda Italia hizo que la república perdiera sentido.

Finalmente, el 26 de junio de 1826, la República Independiente de Cospaia llegó a su fin. Catorce jefes de familia firmaron el acta por la que el territorio se repartía entre el Gran Ducado de Toscana y el papado. A cambio, cada ciudadano recibió una moneda de plata —la llamada papetta— y el derecho a seguir cultivando tabaco. Este negocio continuó hasta fechas recientes, impulsado por las familias Collacchioni y Giovagnoli.

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