Miembros de la Escuadrilla Elcano en Heliópolis
Cuando Elcano regresó a Manila volando: el gran raid aéreo español de 1926
El centenario de los Grandes Vuelos de la aviación española abre la puerta a recuperar gestas olvidadas como el raid Madrid-Manila, símbolo de orgullo nacional y legado histórico
Hace unos días, este diario se hacía eco de la publicación en el BOE que anunciaba la formación de una comisión para conmemorar los «Grandes Vuelos» de la aviación española. Los eventos conmemorativos se desarrollarán a lo largo de 2026 e implicarán a distintos organismos. El peso de la conmemoración recae, como no podía ser de otra manera, en el Ejército del Aire y del Espacio.
Tanto la publicación del BOE como la noticia publicada en estas páginas daban especial protagonismo a la hazaña del Plus Ultra, que logró sobrevolar el Atlántico para llegar a Buenos Aires. Es más, el BOE solo menciona el vuelo del Plus Ultra, hablando en genérico de otros «Grandes Vuelos». Es bien sabido que España impulsó otros dos raids con especial significado, puesto que ponían en valor los lazos con territorios históricamente vinculados a nuestro país: la Escuadrilla Elcano, que culminó el vuelo Madrid-Manila, y la Patrulla Atlántida, a Guinea Ecuatorial.
Me parece curioso —no sorprendente, ya nada me sorprende— que en la publicación oficial no se mencione que los vuelos se retrasaron por la participación de los pilotos en la guerra de Marruecos, y en particular en el Desembarco de Alhucemas, como ya se sabe, estrategia militar de referencia para posteriores operaciones bélicas en las que se combinó la acción de fuerzas por tierra, mar y aire. Pero claro, hablar de Alhucemas en su centenario podría enfadar a nuestros vecinos del sur: cosas de la política que juega en detrimento de la realidad histórica.
El vuelo Madrid-Manila fue protagonizado por tres aviadores (González Gallarza, Martínez Esteve y Joaquín Loriga) y sus mecánicos (Pedro M. Calvo, Eugenio Pérez y Joaquín Arozamena). Para resaltar lo simbólico del vuelo, se bautizó a los aviones con los nombres de Elcano, Magallanes y Legazpi.
De izquierda a derecha: Martínez Esteve, Joaquín Loriga y González Gallarza
El proyecto del itinerario fue presentado a las autoridades por Loriga y Martínez Esteve, que justificaban así el trayecto hasta Manila:
«Pues no solo estos raids aéreos responden a necesidades comerciales o mercantiles: casi todos están inspirados en motivos de prestigio y hasta en motivos sentimentales. El archipiélago filipino, último florón de nuestro perdido imperio colonial, con una gran población española, otra mayor de origen español y unos millones de indígenas que aún sienten afecto a España, bien merece la visita de nuestros aviadores.»
El desarrollo del vuelo se siguió con enorme interés por la sociedad española a través de la prensa. Se supo, por ejemplo, que el avión de Martínez Esteve desapareció en el desierto de Arabia, y las noticias publicadas hablaban de la casi segura muerte de los dos aviadores. Unos días después de haberlos perdido de vista, la gran noticia en titulares: Estévez y Calvo seguían vivos, aunque no podrían continuar el viaje.
En Cuatro Vientos y mapa con la ruta de vuelo
También la prensa filipina siguió con interés la evolución de los aviones, y de manera más entusiasta a medida que se acercaban al archipiélago. El entusiasmo con que fueron recibidos Loriga y Gallarza en Manila quedó reflejado en los múltiples actos con los que las autoridades homenajearon a los españoles. Además de ceremonias en los lugares más prestigiosos de la ciudad, con miembros de la sociedad civil, eclesiástica y militar, hubo encuentros de todo tipo.
Los dos aviadores fueron nombrados doctores honoris causa por la secular Universidad Santo Tomás, en un solemne acto. La prensa española y la local se hicieron eco de todo tipo de anécdotas, como aquella de la disputa entre dos mujeres sobre cuál de los aviadores era más guapo. La discusión subió de tono, hasta que una de ellas acuchilló a su rival.
Descanso con una familia en Manila
Este relato —y muchos otros menos extremos— es reflejo del interés con el que los filipinos acogieron la expedición. De la misma manera, distintos grupos de «señoritas» de la alta sociedad manileña quisieron fotografiarse con los apuestos y valientes pilotos. Incluso se conservan fotografías dedicadas al rey de España que fueron entregadas a los aviadores. El músico Matías Ragel compuso un pasodoble.
Más allá de lo anecdótico, resulta interesante destacar el discurso del presidente Quezón en la recepción a los españoles. En él se hace eco del sentimiento de las raíces hispanas de Filipinas, en ese momento convertidas de facto en una colonia de los Estados Unidos:
«Gallarza y Loriga no han realizado su estupendo vuelo para trazarnos una ruta comercial, sino principalmente para traernos el cariño de la madre España.
Estos intrépidos aeronautas están en el país, no como huéspedes de los filipinos —porque estos no pueden aún brindarles su hogar—, sino como huéspedes del Gobierno de los Estados Unidos. Filipinas es una nación, pero no es aún un Estado. Estamos en verdad en nuestro propio país, pero todavía no somos dueños de él, y no podemos ofrecer los honores que quisiéramos a nuestros visitantes.
Lo único que podemos ofreceros es aquello que no cae ni puede estar bajo ninguna jurisdicción, aquello que es solamente nuestro, a donde no llega la dominación extraña: y es el cariño y el corazón del pueblo filipino».
Imagen de uno de los homenajes en Manila
Este discurso refleja una profunda realidad histórica que la comisión del centenario haría bien en desempolvar. Ciertamente, en nuestro país no parecen ser buenos tiempos para la épica; nos gusta más lo trágico o el golpe de pecho, acompañado de una visión vergonzante de nuestra historia.
Un aniversario como este facilita la recuperación de un relato histórico sin colores de ningún tipo. Basta con recordar que, en las primeras décadas del siglo XX, unos intrépidos aviadores quisieron demostrar que, si en siglos anteriores la Armada española tuvo un primer lugar en el mundo, también la aviación nacional lograría colocarse entre los grandes pioneros del dominio del aire.