El infante Alfonso de Orleans y Borbón
Cuando Franco impidió a Alfonso de Orleans unirse a la sublevación de 1936
El infante, igual que otros familiares del soberano, entendió la victoria nacional como una posibilidad de restauración monárquica tras el fracaso democrático que supuso la República
¿Quiso Franco darle un carácter monárquico a la sublevación de 1936? Parece claro que no. Esto, al menos, puede deducirse de las trabas que puso a Alfonso de Orleans, primo de Alfonso XIII, para que se uniese a las filas nacionales en las primeras semanas de la Guerra Civil. El infante, igual que otros familiares del soberano, entendió la victoria nacional como una posibilidad de restauración monárquica tras el fracaso democrático que supuso la República. Pero se equivocó.
Alfonso de Orleans y Borbón era el primo favorito del rey. Aunque habían tenido sus discrepancias a causa de la boda del infante, la lealtad de 'Ali' hacia Alfonso XIII y la Monarquía era incuestionable. El hijo de la infanta Eulalia (y nieto de Isabel II) se había formado como militar en la Academia de Toledo y servido en Marruecos durante la cruenta guerra del Rif.
Lo hizo en 1911 como teniente y de nuevo en 1925, cuando tomó parte en las operaciones aéreas que acompañaron el desembarco de Alhucemas. Entonces era un miembro activo de la Familia Real y una de las personalidades más queridas de la Corte. Pero, con la proclamación de la II República, todo cambió: Alfonso de Orleans acompañó al rey en su camino al exilio desde Cartagena y, con él, llegó a Marsella ya como expatriados. Comenzaba para ellos un tiempo de incertidumbre y cambio en su posición, que, incluso en el caso del infante, le llevó a limitaciones financieras considerables.
Mientras tanto, tanto Alfonso XIII desde Roma como Alfonso de Orleans desde Zúrich y Londres veían cómo el presumible régimen de libertades y derechos se descomponía. ¿Había llegado la hora de la restauración monárquica?
Alfonso de Orleans se encontraba en Rumanía cuando supo del inicio del golpe militar que dio comienzo a la Guerra Civil. Quizá ya estuviese informado de antemano, y parte de ese viaje a Bucarest, como representante de la casa Ford en la que trabajaba, tuviese que ver con la búsqueda de recursos y medios para los sublevados. En su cabeza parecía clara la idea de que el general Franco —a quien conocía de sus años de servicio— restablecería la Monarquía. Muchos otros, militares y civiles, también lo creían.
Por entonces, el infante vivía en Londres, pero trató de incorporarse a los sublevados. Entró en España por la aduana de Dancharinea, en la frontera entre Francia y Navarra, el domingo 2 de agosto de 1936. Se desplazó en auto hasta Burgos para reunirse con Emilio Mola —jefe del Ejército del Norte—, a quien conocía desde sus días en la academia militar.
Pero lo recibió un subalterno que le rogó que saliese de inmediato del país. No se quería dar carácter monárquico al movimiento. Tras aquello, el infante regresó a Londres y habilitó unas dependencias en el hotel Grosvenor para agilizar la documentación de estudiantes y jóvenes que residían en Inglaterra y querían entrar en la España nacional.
Después, solicitó formalmente su entrada en España, pues deseaba integrarse en las filas sublevadas. Pero la autorización no llegó. Sí se incorporaron sus hijos: dos en reconocimiento aéreo y el menor, Ataúlfo, en los servicios de traducción de alemán.
La primera vez que Alfonso de Orleans volvió a España, ya en plena guerra, lo hizo a través de Portugal y vestido de paisano. Era el mes de enero de 1937. El segundo de sus hijos ya había muerto en combate. Visitó en Salamanca a su amigo y compañero aviador, Alfredo Kindelán. Días después, Alfonso consiguió audiencia con el generalísimo para cerrar acuerdos con la Ford y organizar la propaganda de la causa en el extranjero, aunque nada le respondió sobre su solicitud de autorización para incorporarse como oficial y permanecer en España. Regresó a Londres a finales de mes.
Parece que fue la intermediación de su esposa, la princesa británica Beatriz de Sajonia-Coburgo —'Bee'—, la que, tras una visita a Muguiro en otoño de 1937, consiguió la ansiada autorización. La notificación la recibió en su casa de Londres con fecha de 7 de octubre de 1937: habían pasado catorce meses desde el inicio de la Guerra Civil. A partir de ese momento, Alfonso de Orleans se preparó para volver a España.
Tuvo su primer destino en el Palacio de Ventosilla, en Aranda de Duero, como comandante de la Primera Brigada Aérea. Después, su base se trasladó a un aeródromo cercano a Épila, en la comarca zaragozana de Valdejalón. El 30 de marzo de 1939, el infante Alfonso de Orleans entró en Madrid con una columna de infantería por la vieja carretera de Extremadura, con las fuerzas de la 20.ª División. La Guerra Civil había terminado.
Alfonso de Orleans obtuvo el mando de la Segunda Región Aérea, con sede en Sevilla. En febrero de 1941 supo de la muerte de su primo, el rey Alfonso XIII, en Roma, pero él se mantuvo fiel a la causa monárquica como representante de don Juan. Esa responsabilidad le valió nuevas tensiones con Franco y un «exilio» encubierto en sus propiedades de Sanlúcar de Barrameda.
Desde esta localidad gaditana vivió la evolución del régimen y la proclamación de don Juan Carlos como sucesor a título de Rey. Los entonces Príncipes de España lo visitaron en varias ocasiones y mantuvieron siempre una relación muy cercana, hasta el punto de que Alfonso de Orleans y Borbón actuó como padrino de bautismo de la infanta Elena.