
Infante Alfonso de Orleans y Borbón con el uniforme 'rayadillo' de verano del Ejército Español
Dinastías y poder
Cuando los príncipes españoles luchaban en el Rif
En ese contexto de tensiones entre la Corona y el Gobierno, fueron varios los miembros varones de la Familia Real que decidieron unirse a la lucha. Su deber estaba con la Patria y no desoyeron el llamamiento a filas
La Guerra del Rif se convirtió para España en una sangría humana y económica. Las ofensivas rifeñas causaban centenares de bajas entre los soldados que ocupaban posiciones en las inmediaciones de Melilla y Ceuta, ambas plazas españolas. En ese contexto de tensiones entre la Corona y el Gobierno, fueron varios los miembros varones de la Familia Real que decidieron unirse a la lucha. Su deber estaba con la Patria y no desoyeron el llamamiento a filas, aunque aquello pudiese suponer la muerte.
El infante Alfonso de Orleans solicitó destino en Melilla una vez se graduó en la Academia Militar de Toledo. Se había licenciado como teniente con el número treinta y cinco de su promoción en 1909. El primogénito de la infanta Eulalia, nieto de Isabel II, terminaba su formación militar y quiso unirse al Ejército español que hacía frente a las tribus nacionalistas lideradas por jefes locales como El Raisuni.
Los ataques moros a los trabajadores del ferrocarril y las minas se habían hecho más frecuentes. «El número de rifeños que forman la harka rebelde asciende a unos mil quinientos», puede leerse en La Correspondencia Militar (12 de julio de 1909). El Gobierno ordenaba el llamamiento a filas de reservistas para integrar unidades militares y a la movilización. La situación no podía ser más alarmante: se esperaban muchas bajas en las inmediaciones del monte Gurugú, a causa de los francotiradores rifeños ocultos en las lomas sobre las posiciones españolas.
El padre de Alfonso, el infante Antonio de Orleans, había rehusado cumplir con sus obligaciones militares cuando fue requerido para ir a Cuba. Aquello se vivió como una ofensa que, sin embargo, no sorprendió, conocido el carácter disoluto y cobarde del hijo del cosmopolita duque de Montpensier.Aquella negativa pesaba como una infamia en la personalidad valiente de su primogénito, decidido a reparar el honor perdido en su dinastía. Por entonces, Alfonso de Orleans acababa de comprometerse con Beatriz de Sajonia-Coburgo, una de las nietas de la reina Victoria de Inglaterra. Sin embargo, la negativa de esta a abrazar inicialmente el catolicismo provocó una tormenta entre los Borbones que determinó la oposición del entonces presidente Antonio Maura a autorizar la unión.
Alfonso de Orleans perdió todos sus honores civiles y militares y se vio forzado a un primer exilio, aunque jamás renunció a incorporarse a las filas españolas como voluntario. No pudo hacerlo hasta 1911, cuando Alfonso XIII «perdonó» el comportamiento de su primo y le restituyó en sus prerrogativas como infante. Alfonso de Orleans se incorporó al Regimiento de San Fernando, a las órdenes del coronel Primo de Rivera, como segundo teniente de Infantería.
La Guerra del Rif se había recrudecido y las escaramuzas con las cabilas rebeldes eran continuas. Alfonso tomará su puesto en las avanzadas en las orillas del Kert.

Alfonso XIII con su primo el infante don Alfonso de Orleans
Fue, además, un pionero en pruebas aéreas: el segundo aviador español con brevet concedido. Él y Enrique de Prusia, el menor de los hermanos del káiser, eran los únicos miembros de familias reinantes que ostentaban el título de pilotos. Alfonso de Orleans se incorporó al aeródromo recién construido en Cuatro Vientos, una escuela de vuelo a las afueras de Madrid en la que instruir a los nuevos pilotos en funciones militares.
Su mujer, Bee, fue quien diseñó, inspirándose en las alas de un ave y un sol del entelado de su palacio en Sanlúcar de Barrameda, el popular rokiski. Alfonso de Orleans tomará también parte en Alhucemas, la operación anfibia y combinada que, en septiembre de 1925, supuso el inicio de la pacificación del Rif. Lo hizo como jefe de la escuadrilla Fokker.

La infanta Dª Beatriz, el infante D. Alfonso y el capitán Kindelán saludando al infante D. Luis Fernando de Orleans y al Sr. Baños, teniente aviador
Tras el exilio provocado por la proclamación de la II República y comenzada la Guerra Civil, Alfonso de Orleans pudo entrar en España tras varios rechazos iniciales de Franco, por no querer dar significación monárquica a la sublevación. En 1937 logró autorización para integrarse a su puesto como comandante de Infantería al servicio de la Aviación Nacional. Estuvo al frente de la Primera Brigada Aérea.
«Los que somos de buena familia, vamos al toro como los demás», le gustaba repetir. Dos de sus hijos, Álvaro y Alonso, también entraron en la península vía Portugal para unirse a la Aviación Nacional. El menor, Alonso, falleció en una operación rumbo a Talavera de la Reina. Alfonso de Orleans siguió siempre vinculado a la aviación como jefe de la Segunda Región Aérea, con sede en Sevilla, hasta que se le cesó y se le retiró el pasaporte diplomático. Fue muy amigo de Alfredo Kindelán y, pese al distanciamiento que mantuvo con Franco a causa de sus maniobras para impulsar la restauración monárquica, no dejó de estar unido al aeródromo de Jerez.
También Alfonso XIII visitó en varias ocasiones la belicosa tierra rifeña. Y destacada fue la labor de la reina Victoria Eugenia, que, con las «Damas Enfermeras de la Cruz Roja», tanto contribuyó a aliviar la devastación que aquella guerra provocó entre los españoles.