Retrato de Narciso Monturiol, por Ramón Martí Alsina
Quién fue Narciso Monturiol, el ingeniero que inspiró a Peral y da nombre al nuevo submarino de la Armada
Este viernes 3 de octubre se llevará a cabo la ceremonia de puesta a flote del submarino S-82 en los astilleros de Navantia en Cartagena
Isaac Peral, el padre del submarino eléctrico, siempre resaltó el mérito de su predecesor, Narciso Monturiol, el ingeniero que da nombre al nuevo submarino de la Armada. El respeto de Peral por este gran genio, considerado pionero de la navegación submarina, queda reflejado en una carta que envió en febrero de 1889 al presidente del Club de Regatas de Barcelona. En ella decía: «Ya que no le fue dado a aquel insigne patricio [refiriéndose a Monturiol] recoger en vida el fruto de sus afanes, a los que sacrificó salud y bienestar, justo es que la actual generación subsane aquel olvido; por mi parte, haré con este objeto cuanto humanamente pueda, empezando por rendir a su genio el tributo de admiración a que es tan acreedor». Pero ¿quién fue este ingeniero?
Nacido el 28 de septiembre de 1819 en Figueras (Gerona), Narciso Monturiol Estarriol estudió Medicina y Derecho, a pesar de que su familia lo orientó hacia los estudios religiosos. A los 21 años abandonó los estudios «para afiliarse a un partido radical de tendencia republicana y la dedicación al periodismo político», según explica Agustín Rodríguez González, doctor en Historia y experto en Historia Naval.
Aquello «le costó la cárcel, pero también el grado de capitán de la 1.ª Compañía de la Milicia Nacional de Figueras», detalla el también académico correspondiente de la Real Academia de la Historia. Tras casarse en 1846 con Emilia Mata, pasó dos cortos exilios en Francia, donde aprendió «el manejo de la imprenta» y desarrolló «su interés por la pintura».
Diez años más tarde, en el verano de 1856, se asentó en Cadaqués, una población marinera que le hizo darse cuenta del peligroso trabajo de los recolectores de coral y empezó a meditar «la idea de construir un buque submarino para la recogida del coral», detalla Rodríguez.
‘El Ictíneo o barco pez’
Siguiendo su idea, en poco más de un año Monturiol «constituyó formalmente una sociedad anónima ante notario para construir un buque submarino con las aportaciones de 18 socios», anota el historiador en un documento que se entregará en la ceremonia de puesta a flote del submarino S-82 en los astilleros de Navantia, en Cartagena, este viernes.
Así, bajo la dirección de José Missé y Castells, maestro de ribera, se construyó el Ictíneo I, que en griego significaba «barco pez» o «pez nuevo», según indicó Monturiol. Este primer modelo de buque submarino fue construido en los talleres de Nuevo Vulcano de Barcelona con madera de olivo y roble, con refuerzos de cobre. Tenía 7 metros de eslora, 2,5 de manga y 3,5 de altura hasta el tope de la pequeña torreta, de sección curva y líneas exteriores suaves y redondeadas en el casco exterior, y otro interior donde iban los cinco o seis tripulantes.
Réplica del Ictíneo I delante del Museo Marítimo de Barcelona
«Concebido el buque para la pesca del coral y el rescate de objetos sumergidos, el buque tenía varios casquetes exteriores de vidrio en los costados y en el tope del casco. La respiración en inmersión se facilitaba por el aire interior y por bombas de oxígeno», explica Rodríguez.
Esta primera nave experimental, cuya botadura se realizó el 28 de junio de 1859, realizó más de 50 inmersiones en Barcelona y Alicante. Finalmente, en 1861, tras una prueba en presencia de autoridades políticas y militares, Leopoldo O’Donnell, presidente del Consejo de Ministros, mostró su interés por las posibilidades bélicas del submarino.
«Aunque el primer proyecto se basaba en crear un buque para los rescates en el fondo marino, los apoyos que recibió Monturiol para su idea vinieron en gran parte de militares, pues el impacto de la entonces emergente Revolución Industrial tuvo una de sus primeras manifestaciones en el armamento, desde los buques con casco metálico a los blindados, la propulsión a vapor de los buques, los nuevos cañones y un largo etcétera», afirma el experto en Historia Naval.
Por ello, Monturiol viajó a Madrid para buscar el apoyo y la financiación estatal. También redactó una Memoria de su nuevo Ictíneo, donde exponía el avance de sus ideas, «que se basaba en un buque mucho mayor, con 36 metros de eslora, siete de manga, desplazando 1.057 toneladas, impulsado en superficie por una máquina de vapor, armado con una torreta giratoria parecida a la de los monitores de entonces, artillada con cuatro cañones dispuestos en cruz. La dotación llegaría a los 250 tripulantes, necesarios para navegar en inmersión, pues la fuerza impulsora seguía siendo humana», comenta Rodríguez en el documento.
Réplica del submarino de madera Ictíneo II en el Puerto Viejo de Barcelona
Sin embargo, las ayudas oficiales no llegaron, por lo que la construcción del Ictíneo II tuvo que realizarse por suscripción popular. En 1864 se fundó la empresa La Navegación Submarina para llevar a cabo la construcción del nuevo modelo del «barco pez» y durante tres años se realizaron pruebas a 50 metros de profundidad, en las que este nuevo prototipo de submarino pudo permanecer cinco horas sumergido.
«Lo más novedoso era el sistema de renovación del aire y la 'vejiga natatoria' (inutilizada por accidente en el primer modelo) para las inmersiones», destaca el doctor en Historia. Sin embargo, tras la última prueba con resultados no concluyentes, la empresa suspendió los trabajos por la falta total de recursos y «decidió despedir a todo el personal, y en febrero del año siguiente el 'Ictíneo' fue embargado y su máquina de vapor utilizada para impulsar un molino harinero. Aquello supuso el fin del proyecto del submarino», añade Rodríguez.
A pesar de ser una fuente inagotable de ideas, Monturiol murió pobre e ignorado en 1885. Invirtió sus últimos años en buscar un editor para publicar su última memoria, Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua, que vería la luz póstumamente en 1891. Fue enterrado en el cementerio de Pueblo Nuevo de Barcelona, en un sencillo nicho al que, años más tarde, se añadió una lápida que enumeraba sus proezas: «Aquí yace don Narciso Monturiol, inventor del 'Ictíneo', primer buque submarino, que navegó por el fondo del mar en aguas de Barcelona y Alicante en 1859, 1860, 1861 y 1862».