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05 de mayo de 2024

El general Roh Tae-Woo, expresidente de Corea del Sur

El general Roh Tae-woo, expresidente de Corea del SurAFP

General Roh Tae-woo (1932-2021)

El artífice de la laboriosa transición de Corea del Sur

Implacable represor durante la dictadura, se convirtió en presidente democrático gracias a la división de la oposición

El 17 de septiembre de 1988, el general Roh Tae-Woo, presidente de Corea del Sur desde febrero de ese año –el primero elegido por cauces democráticos en tres lustros– inauguraba en Seúl los Juegos de la Vigésimo Cuarta Olimpiada, cuyo comité organizador había presidido. El mandatario proyectaba ante el mundo entero a un país de crecimiento envidiable –primero de los dragones asiáticos–, con las libertades recobradas y dispuesto a iniciar un deshielo diplomático que culminaría en el restablecimiento de las relaciones con China y la Unión Soviética, la firma de un acuerdo con Corea del Norte para declarar a la península que comparten «libre de armas nucleares», que precedió el ingreso de ambos países en Naciones Unidas. La campaña era, asimismo, un intento para lavar su propia imagen: la de un ambicioso sin escrúpulos, represor y corrupto.
El primer reproche hunde sus raíces a mediados de los cincuenta, cuando Roh conoció en la Academia Militar a Chun Doo-hwan, con quien entabló una sólida amistad, definitivamente plasmada en un «pacto de sangre» mediante el cual se prestarían apoyo mutuo en sus respectivas carreras. La de Roh transcurrió, entre otros destinos, en el contingente surcoreano integrado en el bando anticomunista de la Guerra de Vietnam y, tras alcanzar el generalato, en el mando de unidades de élite. Al frente de una de ellas se encontraba en diciembre de 1979 cuando a raíz del asesinato del dictador Park Chung-hee se desató una lucha de poder en la que competía Chun. En cumplimiento de lo establecido, Roh puso sus tropas al servicio de Chun, movimiento decisivo para inclinar la balanza a favor de este último.
El golpe de Estado generó un fuerte descontento entre amplios sectores de la población. Una de las protestas más contundentes tuvo por escenario la ciudad de Gwangju, situada en el suroeste del país. Roh, con el consentimiento de Chun, la reprimió sin contemplaciones, dejando un balance cercano a los 200 muertos. Las consecuencias de semejante baño de sangre fueron paradójicas: a corto plazo se consolidó el poder de Chun y de su camarilla, conocida como «Hanahoe»; pero supusieron igualmente el despertar de la sociedad civil. Roh, prudentemente, se licenció del Ejército para desempeñar varias carteras ministeriales; era la única manera de restañar su maltrecha reputación. Aunque todo tenía un límite, ya que tanto Chun como Roh pretendían aplicar un sistema de sufragio restringido de cara a los comicios de 1987, para los cuales el «dedazo» del dictador se había detenido en su sempiterno aliado. Esta vez, las crecientes protestas obligaron al dúo a ceder y a permitir unas elecciones completamente libres.
Las ganó Roh, que supo aprovecharse de la división de la oposición. El símbolo de la dictadura se había convertido, al menos en teoría, en apóstol de la democracia. Sin embargo, la brillantez de su acción internacional quedó empañada por sus titubeos en el plano interno. No tanto por la situación de la economía –los indicadores seguían siendo apabullantes– como por su incapacidad para adoptar un perfil democrático genuino. Si bien hizo notables esfuerzos en promover la libertad de expresión, sus viejos instintos resurgieron al tratar de aniquilar huelgas. Y no mostró, sin ir más lejos, la misma energía para reconducir el caos que paulatinamente se iba apoderando de su partido. Eso sí, al igual que Chun con la «Hanahoe», organizó su propia corte, formada principalmente por paisanos suyos de la región de Gyeongsang. Los inevitables abusos de poder desembocaron, una vez concluido su mandato, en una imputación por corrupción que se sumaba a otras dos por traición y amotinamiento, esta última motivada por la masacre de Gwangju. Al final recibió en 1996 una condena de 17 años de cárcel, de los que solo cumplió uno, siendo indultado en nombre de la «reconciliación nacional». Pero no se libró de una cuantiosa multa que estuvo pagando hasta 2013.  
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