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27 de abril de 2024

Droga en Buenos Aires. Puerta 8, los pasillos de la muerteAFP

Agentes de policía en uno de los pasillos de la muerte del barrio Puerta 8 de Buenos AiresAF

El mapa del infierno de la falsa cocaína que mata a los argentinos

Ya son 23 los muertos y más de setenta los intoxicados con una sustancia de composición desconocida

Los muertos empezaron a verse tirados en la calle. Algunos se desplomaban en sus casas. Otros, sentían que la cabeza les estallaba casi de inmediato, una vez aspirada o fumada esa dosis que le vendieron como cocaína y que todavía no se sabe qué es. Lo que se conoce es su efecto, una sentencia de muerte que ya se ha cobrado la vida de 23 personas, tiene a 74 internadas en los hospitales y al Gobierno de la provincia de Buenos Aires, donde se registran los sucesos y a toda Argentina, en estado de alerta.
Los hospitales de las localidades de San Martín, Tres de Febrero, Tigre, General Rodríguez, Moreno, Morón, Ituzaingó, Hurlingham, San Isidro y Vicente López dibujan el mapa del infierno de las víctimas, en una provincia que tiene el tamaño de Italia. El primer caso se detectó en Puerta 8, un enclave humilde bajo control de los narcos. Allí se detuvo a 10 sujetos que, «no son narcotraficantes importantes, no son personajes relevantes, pero pueden aportar información valiosa en la investigación», aclaró el ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni.
Droga en Buenos Aires. Puerta 8, los pasillos de la muerteAFP

Vecina de uno de los barrios donde se distribuyó la falsa cocaínaAFP

Puerta 8

Puerta 8 es un emplazamiento o villa miseria de chabolas del distrito Tres de febrero, donde cayeron los primeros camellos o consumidores. De donde salió la droga. Está próximo al CEAMSE, siglas que responden al plan de Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado. Aquí, se levanta un vertedero de alimentos vencidos, productos electrónicos defectuosos y descartes variados de grandes superficies o comercios. El olor de esa montaña de comida y cosas no ahuyenta a los pobres que, hasta no hace mucho, escalaban esa montaña en busca de una televisión, un corte de carne envasado al vacío con fecha ilegible, salchichas, chorizos o lo que les sirva para subsistir o revender.
En ese contexto es donde corre la droga envenenada y la otra, la pura que es letal pero tarda más tiempo en liquidar a los adictos. El rebrote desde hace un par de años de las cocinas del infierno en Buenos Aires (laboratorios) se tradujo en una cotización a la baja de «la blanca», «la nieve» o el polvo que también consume la clase media y la alta. La adquisición de ésta, en su modalidad de «ravioli», papelina o cualquier de los nombres del argot, es lo que está causando estragos.
Droga en Buenos Aires. Puerta 8, los pasillos de la muerteAFP

Los pasillos de la muerte en Puerta 8AFP

El ritmo de muertes ha forzado algo insólito, el Ministerio de Salud arrancó esta semana con una campaña de divulgación donde recomienda «no ingerir cocaína adquirida en las últimas 24 horas, en cualquiera de sus formas», «estar atento ante la aparición de síntomas como: dificultad para respirar en aumento o tendencia al sueño», «acudir a un establecimiento de salud de inmediato si presenta los síntomas señalados» y «reforzar el acompañamiento a cualquier persona usuaria de drogas que requiera atención médica sin juzgar ni estigmatizar».

Matarratas

El polémico Sergio Berni, médico de profesión y duro entre los duros, puso en marcha un dispositivo extraordinario para «ubicar la sustancia tóxica y sacarla de circulación». En declaraciones a la prensa, advirtió: «Cuando hablamos de cocaína en mal estado, no hablamos de cocaína podrida o vencida. La cocaína se compra en su máxima pureza y después, en lugares como estos, se estiran y se estiran con cuestiones muy tóxicas». Lo de «estirar» significa «cortar», adulterar el producto con otros elementos como talco, azúcar o como sucede ahora, matarratas, según apuntó Berni.
Entre la tragedia y el narcotráfico, Berni se dirigió a la población en la cadena de televisión América: «No es momento de discutir si está bien o mal consumir, si compro droga en las últimas 48 horas la tiene que descartar. No se suicide, descártela».
Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández, en declaraciones a Perfil, fue determinante: «Tenemos muchas dudas de si hay cocaína en las muestras. Puede que hayan vendido solo un opioide». Sus dudas se basan en los análisis químicos pero también en que, «no hay manifestaciones de cocaína en ninguno de los internados y no sabemos cuál es el motivo detrás de esas hemorragias». Porque el sangrado es otro de los síntomas y la presencia de «fentanilo», sustancia parecida a la morfina pero entre 50 y 100 veces más potente, es una una evidencia.
Droga en Buenos Aires. Puerta 8, los pasillos de la muerteAFP

Imagen aérea del barrioAFP

«El paisa» y «El cocinero»

En Infobae publican unas filmaciones del cabecilla de la banda que detuvo la policía. Joaquín «el paisa» Aquilino, un narco paraguayo de 33 años al que le atribuyen ser el dueño de esa sustancia que vendía como cocaína. Le descubrieron más de cinco mil dosis. Con él, en diferentes refugios, atraparon a otros miembros de la banda, «El remisero» (el taxista), Ramón Alberto Medina, de 62 años, y «El cocinero», Julio César Ferrari, de 52, apodado así por ser el «químico», una versión criolla de Walter White en Breaking Bad.
El «Paco», versión local y más destructivo aún que el «crack», se distribuye por los pasillos, callejuelas estrechas sin asfaltar, de Puerta 8 y otros barrios. Los pobres de toda pobreza es lo que suelen consumir. Los miserables que tienen algún peso más en el bolsillo prefieren algo de mejor calidad como la cocaína. En todos los caso y en las zonas de compra venta, se multiplican los «pajaritos», niños o adolescentes que cantan la presencia de una visita sospechosa o de un policía uniformado. Mudos con las redadas y el despliegue policía constante, el trapicheo parece haber bajado.
El optimismo parece empezar a tener sentido en Argentina. En las últimas horas no se han vuelto a registrar nuevos casos de afectados por este veneno pero la población, y la Policía, sigue atenta en busca de la máquina o la cocina donde se coció el veneno.
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