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13 de mayo de 2024

Marine Le Pen, candidata a la presidencia francesa, y Vladimir Putin, presidente de Rusia

Marine Le Pen, candidata a la presidencia francesa, y Vladimir Putin, presidente de RusiaAFP

Elecciones en Francia

¿Cómo sería la respuesta francesa en Ucrania con Marine Le Pen al mando?

La candidata ha condenado la invasión de Ucrania, pero apuesta por una rápida reconciliación con Rusia, por la fuerte dependencia francesa del gas ruso

Poco tardó Marine Le Pen en condenar escuetamente, pero sin ambigüedades, la invasión rusa de Ucrania el pasado 24 de febrero, antes de tomarse un día de reflexión.
Mientras, su principal rival en la carrera al Elíseo, Éric Zemmour, cometía uno de los errores más crasos de su campaña al señalar la «responsabilidad de Occidente» en el desencadenamiento de la guerra y de mostrar su rechazo, a diferencia de Le Pen, a la acogida de refugiados ucranianos en Francia.
Poco después rectificó ambas posturas, pero ya era demasiado tarde: perdió inmediatamente tres puntos en las intenciones de voto. No los volvió a recuperar. Le Pen, por su parte, persistió en su postura en su segunda intervención, ya más pausada.
Este hábil reflejo táctico para adaptarse a los deseos de los votantes no debe, sin embargo, hacer olvidar las estrechas relaciones que Le Pen ha mantenido con el régimen ruso a lo largo de los últimos años, plasmadas en la entrevista que mantuvo con Vladimir Putin el 24 de marzo de 2017 en el Kremlin.
Esta y otras atenciones «rusófilas» de Le Pen fueron correspondidas ese mismo año por Moscú mediante un préstamo de 9.4 millones de euros para empezar a afrontar el delicado estado financiero de la Agrupación Nacional (An). La entidad elegida fue The First-Russian Czech Bank, controlada, como ocurre con frecuencia en el corazón del sistema bancario ruso, por personas próximas a Putin.
El problema se agravó hace un par de años cuando The First-Russian Czech Bank fue intervenida y su condición acreedora fue asumida por Aviazapchast, una pequeña empresa de menos de diez empleados –así consta en su perfil de LinkedIn dedicada, según su página web, al suministro y reparación de material aeronáutico. Es decir, un sector de actividad cercano al complejo militar-industrial ruso. De hecho, pese a ser privada, Aviazapchast nació en 1968 como empresa patrocinada por el extinto Ministerio soviético de Aviación.
Le Pen aseguró al inicio de la actual campaña electoral que sus posiciones en política exterior son independientes a los vínculos con sus prestamistas rusos. Pero hace unos meses Aviazapchast demandó a la Agrupación Nacional por impago de cuotas.
Al fin alcanzaron un acuerdo para renegociar la deuda. Una tregua que no despeja dudas respecto de los apremios que podría padecer la política exterior de Francia si Le Pen gana, la elección el próximo día 24. La víspera de la primera vuelta la conocida ensayista Caroline Fourest advirtió en el programa C’est à vous que, «conociendo los métodos rusos, [Le Pen] no está libre para defender la soberanía e independencia de Francia».
La candidata se ha sentido incómoda a lo largo de la campaña cada vez que ha sido preguntada por el tema ruso.
Las escasas veces que lo ha abordado se ha remitido a su rectificación del 24 de febrero, y también ha mostrado su rechazo a los crímenes de guerra –utilizó, sorprendentemente, esa expresión– cometidos por Rusia , aunque avisó que una vez el conflicto se haya terminado, habría que volver al entendimiento con Moscú, entre otros motivos «para evitar que caiga en brazos de China», así como por levantar las sanciones económicas, medida que defiende desde que se impusieron en 2014.
El «entendimiento» con Putin, en este y otros casos, es uno de los pilares en materia de política exterior de un programa electoral que también aboga por la salida de Francia del mando integrado de la OTAN –a la a que volvió en 2009, tras la estampida gaullista de 1967– y la «discusión» de un nuevo acuerdo estratégico con Estados Unidos. Si bien tendrá que vencer tres serios escollos antes de empezar a poner en práctica sus proyectos.
El primero son los comicios legislativos de junio: una mayoría parlamentaria de ideas contrarias y el consiguiente gobierno podrían reducir el amplio margen de maniobra –domaine réservé– del que goza el presidente en política exterior de acuerdo con la práctica habitual de la V República.
El segundo podría ser la fuerte resistencia de un cuerpo diplomático, unos servicios de inteligencia e incluso un Ejército poco propensos a embarcarse en aventuras de incierto resultado.
Basta recordar que en 2017, sesenta embajadores de Francia, jubilados y en activo, firmaron un manifiesto de apoyo a Emmanuel Macron tres días antes de la segunda vuelta. Pensaban, por ejemplo, en las ventajosas condiciones de regreso a la estructura militar integrada, equiparables en rango a las del Reino Unido: generales galos están desde hace trece años al frente del Mando Aliado de Transformación, uno de los dos mandos supremos de la OTAN.
El tercero será la hostilidad, que ya consta, de los aliados de Francia a una reconciliación rápida y a precio barato con Putin, en clave más general, a provocar un giro radical en la estrategia de seguridad europea. Le Pen dispone del debate del próximo día 20 para dilucidar ambigüedades. La respuesta definitiva la darán los votantes cuatro días después.
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