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04 de mayo de 2024

Vladimir Putin y Xi Jinping en 2019

Vladimir Putin y Xi Jinping en 2019AFP

Imperios, colonialismo y el choque de potencias: Rusia y China toman posiciones

El choque venidero, podría no ser de civilizaciones sino de imperios

Hoy nos parece que el viejo imperialismo colonial es una realidad decimonónica del todo superada. Cuando decimos Imperio o colonialismo imaginamos a las tropas británicas con la bandera y sus cruces de la Union Jack y sus uniformes rojos con casco blanco combatiendo en los confines de África o de Asia.
Tal vez no caemos en la cuenta de que el trasfondo de la primera Gran Guerra en 1914 fue ese mismo colonialismo en su momento postrero y la búsqueda de hegemonía de las entonces grandes potencias.
La «postguerra fría» y, más recientemente, la globalización ha implementado el colonialismo con nuevas potencias en alza y con formas más socioculturales que militares.
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin se negó a calificar de «guerra» la invasión de Ucrania, en febrero, para denominarla como «operación militar especial», estaba presentando la ocupación como un acto de política imperial y no como una agresión militar.
Es razonable preguntarse si los Estados post-imperiales podrán liberarse alguna vez de una larga historia de atropellos a las aspiraciones políticas de los pueblos menos poderosos.
Una parte de la respuesta reside en el grado en que la mala conducta en los imperios fue sólo una fase limitada o, algo más profundo, una tendencia estructural hacia la imposición y la violencia bien organizada.
Los problemas vienen cuando llevamos mucho tiempo bajo imperios difusos, como en este periodo de «globalización». El imperialismo suyo emerge de una fuerza irresistible y total que borra la soberanía de los pueblos conquistados.

Imperialismo británico

El imperialismo clásico, de corte liberal, como el que ha ejercido el Imperio Británico, se centraba en la idea del consentimiento de los gobernados, el Imperio Británico se formó mediante la conquista u otros medios que crearon un gobierno sin consentimiento. Y contrasta el ideal liberal del gobierno como control de la violencia, con la realidad de la violencia como política oficial del gobierno en el imperio.

Imperialismo español

En el Imperio Español, de la Monarquía Hispánica, fue la evangelización de los pueblos la principal justificación. Pero no fue solo un argumento, fue un hecho en el que encontramos las fuentes del Derecho Internacional promovidas por la Escuela de Salamanca para la protección de los súbditos allende los mares. Eso no evitó injusticias, pero tales leyes reflejaban una voluntad de justica y derecho.
Franceses, holandeses e ingleses no siguieron estos patrones sino políticas de subyugación violenta que les sirvieron para unificar colonias política y culturalmente dispares. La violencia en el Imperio Británico va desde las colonias norteamericanas hasta la expansión de la Compañía de las Indias Orientales, en la India del siglo XVIII. El Reino Unido acumula ejemplo tras ejemplo las violentas consecuencias del dominio imperial.

Italia y Alemania

Italia y Alemania, que no fueron nación hasta el siglo XIX, no tuvieron colonias y desde esa fecha se lanzaron a expandir su colonialismo, principalmente en África con una dureza igualada por Bélgica.

EE.UU. y la Unión Soviética

Pero tras las guerras mundiales se alzaron sólo dos imperios –Estados Unidos y la Unión Soviética– y el juego colonial se hizo de otra forma. La Guerra Fría trajo otras formas de forzamiento geopolítico y las hegemonías de los dos bloques adquirieron su propio colonialismo encubierto pero violento.
Pero tras la caída del Muro de Berlín se instauró un nuevo orden.
En el año 2000, Harvard University Press publicaba Imperio, obra de M. Hardt y A. Negri, quienes planteaban en su prefacio: «El Imperio se está materializando ante nuestros ojos. Durante las últimas décadas, mientras los regímenes coloniales eran derrocados, y luego, precipitadamente, tras el colapso final de las barreras soviéticas al mercado capitalista mundial, hemos sido testigos de una irresistible e irreversible globalización de los intercambios económicos y culturales».

El Imperio es el sujeto político que regula efectivamente estos cambios globales, el poder soberano que gobierna al mundoM. Hardt y A. Negri, autores de «Imperio»

Su crítica a la entonces emergente globalización los llevó a afirmar: «Junto con el mercado global y los circuitos globales de producción ha surgido un nuevo orden, una nueva lógica y estructura de mando –en suma, una nueva forma de soberanía–. El Imperio es el sujeto político que regula efectivamente estos cambios globales, el poder soberano que gobierna al mundo».
Obra muy representativa de la nueva izquierda académica que fue descrita por su principal representante, el filósofo esloveno Slavoj Žižek, como una reescritura del Manifiesto Comunista que demostraba de modo concluyente cómo «el capitalismo global genera antagonismos tales que lo harán estallar en mil pedazos», un «toque de campana de difuntos» para el capitalismo liberal, decía Žižek.
Pero lo cierto es que aquella denuncia del «sistema de dominio de la globalización», eminentemente anticapitalista, antiestadounidense y antiliberal, se hacía en favor de una reinvención del socialismo, de una invocación para resucitar un «comunismo zombi» que no tuvo efecto más que en círculos académicos de izquierdas.

China

Pero dos décadas más tarde ese Imperio, esa soberanía de la globalización se ha fracturado: no por los movimientos anticapitalistas y antiglobalización, como proponían Negri y Hardt, sino por la Hegemonía de otros imperios emergentes ahora: una Federación Rusa que quiere recuperar el terreno soviético y una China imparable, con fuertes intereses de expansión en el Indo Pacífico y con una imponente colonización, económica comercial a lo largo y ancho del Planeta.
El choque venidero podría no ser de civilizaciones sino de imperios.
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