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27 de abril de 2024

El rey Carlos III de Gran Bretaña, la princesa Ana, el príncipe Guillermo y el príncipe Harry durante el traslado de los restos de la reina Isabel II

El rey Carlos III de Gran Bretaña, la princesa Ana, el príncipe Guillermo y el príncipe Harry, durante el traslado de los restos de la reina Isabel IIJames Manning / GTRES

Los Windsor y su riguroso uso de los uniformes militares

Suelen combinar un rango genérico en las Fuerzas Armadas con el mando honorífico de unidades determinadas, cuyos uniformes lucen si la ocasión lo requiere

El compromiso para con las Fuerzas Armadas es una de las vertientes de su actividad pública que más cuidan los miembros de la Familia Real británica, tanto en el fondo como en la forma.
En el fondo, porque el Reino Unido es uno de los países que más efectivos despliega a nivel planetario, ya sea en combate como en misiones de paz. En la forma, porque, especialmente en lo tocante al Ejército de Tierra, dispone de unas especificidades castrenses únicas.
Sin ir más lejos, los regimientos británicos disponen, en régimen de exclusividad, de áreas geográficas determinadas para reclutar a sus soldados rasos: los candidatos a incorporarse a las filas de Los Rifles, unidad de infantería ligera, han de tener previamente su residencia en una quincena de condados del centro sur de Inglaterra.
El entonces príncipe Carlos con uniforme de Ejército de Tierra

El entonces príncipe Carlos, con uniforme de Ejército de TierraJohn Rainford

La cúpula de cada regimiento tiene, además, un commanding officer –que ostenta el mando efectivo–, un coronel-oficial que haya alcanzado rango de general y cuya carrera haya empezado o transcurrido parcialmente en el regimiento en cuestión.
Completa la cúpula de cada unidad un coronel jefe, que suele ser, salvo contadísimas excepciones, un miembro de la Familia Real, cuyas funciones consisten en darle visibilidad pública y acompañarle en sus distintas actividades, en las que visten el uniforme específico de la unidad. El de gala, el de diario, o el de campaña, según las circunstancias.
Esta costumbre también se extiende a países que tienen al Soberano británico como jefe de Estado, principalmente en Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Como botón de muestra, el Rey Carlos III es coronel jefe del Real Cuerpo Acorazado de Australia y su hermana, la Princesa Real, desempeña la misma función en los Reales Húsares canadienses.
Todos estos nombramientos y honores se realizan sin perjuicio del rango genérico que un working royal ostente en cada uno de los tres Ejércitos; sobre todo en el caso del Rey, comandante supremo de unas Fuerzas Armadas en las que disfruta de las máximas graduaciones: almirante de la Flota, mariscal de Campo y mariscal de la Real Fuerza Aérea.
Carlos, príncipe de Gales, rinde homenaje a los caídos en ausencia de su madre Isabel II

Carlos, todavía príncipe de Gales, rindió homenaje a los caídos en una de los últimos eventos a los que faltó su madre, la Reina Isabel IIAFP

Unas dignidades que también poseía su padre, el duque de Edimburgo, por petición expresa de Isabel II a sir Winston Churchill a principios de su reinado. Pensaba que su marido precisaba de la máxima posición militar de cara a sus tareas representativas.
Pero el aludido, como recuerda Sarah Bradford en su biografía, pese a su impecable hoja de servicios en la Armada, se negó a vestir el uniforme de mariscal de la Real Fuerza Aérea mientras no tuviera la licencia de piloto militar.
Una actitud similar adoptó su hijo mayor al ser nombrado en 1977 coronel jefe del Regimiento de Paracaidistas. Aceptó gustoso el honor, pero antes se matriculó en el preceptivo curso de saltos y de exigentes ejercicios físicos. «De lo contrario», declaró quien se formó en la Armada y en la Real Fuerza Aérea, «no puedo mirar de frente al resto de paracaidistas». Ni vestir su uniforme con la boina color burdeos.
El entonces príncipe Carlos con uniforme de paracaidista de diario.

El entonces príncipe Carlos, con uniforme de paracaidista de diario

Porque los miembros de la Familia Real que ejercen mandos militares honoríficos entienden que su compromiso va más allá de vestir el uniforme de gala con la pechera repleta de medallas: aún permanece en la retina la visita del duque de Edimburgo, coronel jefe de los Húsares de la Reina, poniéndose el traje de campaña para pasar un par de días con aquella unidad en Iraq en noviembre de 2006. En aquellas fechas ya tenía la provecta edad de 85 años.
Otros working royals tienen un concepto algo más ligero del compromiso castrense. Es el caso del Príncipe Eduardo. El hijo menor de Isabel II se alistó a finales de 1986 en los Royal Marines, la Infantería de Marina, que abandonó al cabo de tres meses, incapaz de cumplir las exigencias físicas de aquel cuerpo, cuyo capitán general era su padre.
El bochorno que causó, dado los fuertes vínculos de la Familia Real con el mundo militar, fue enorme. Con el paso del tiempo recibió el mando honorífico de unidades menores en los tres Ejércitos, vistiendo sus correspondientes uniformes cuando la ocasión requiere. Pero sin inspirar el mismo respeto que el mundo castrense que su padre, su hermano mayor e incluso que su hermano mayor o su sobrino Enrique.
Pese a los escándalos que han protagonizado estos dos últimos, nadie les discute el valor exhibido en el campo de batalla. El primero, en las Malvinas; el segundo, en Afganistán. Tal vez por esos antecedentes les han permitido volver a lucir el uniforme durante unos minutos ante el féretro de su madre y abuela.
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