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23 de abril de 2024

Gabriel Boric en la columna de la soledad

Gabriel Boric, en la columna de la soledadAFP

Chile

Gabriel Boric se pierde en el laberinto de los indultos a 13 delincuentes y un guerrillero

A solo nueve meses de llegar al poder, ha hecho dos cambios de gabinete y padece una imparable caída de popularidad (70 % de rechazo; 27 % de adhesión) aumentada con estos «perdones»

Si alguien quiere conocer cuáles son los problemas que se acumulan en la administración de Gabriel Boric, debería prestar atención a la serie de pasos en falso que han afectado al Gobierno chileno en los últimos diez días. Casi como un manual, los errores cometidos explican por qué y cómo Boric se ha metido en un enredo al que todavía, como si de un laberinto se tratara, no le encuentra la salida.
Primer error: mal timing. Por alguna razón que hasta ahora es imposible descifrar con argumentos racionales, el presidente decidió dinamitar la posibilidad de un acuerdo con la oposición para abordar el aumento de la delincuencia, principal preocupación de la ciudadanía, según todos los sondeos de opinión.

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Era un acuerdo necesario para un gobierno como el de Boric, una de cuyas debilidades es su postura penal garantista y cercana a grupos que promovieron la violencia tras el estallido social de 2019.
Sin embargo, antes de que concluyeran las negociaciones, Boric optó por otorgar indultos a 12 personas condenadas por crímenes vinculados al estallido y a un exmilitante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, quien había sido condenado por un asalto a un banco.
Apenas conocida la noticia, la oposición anunció que se retiraba de la mesa de diálogo con la ministra Tohá, aduciendo que no era lógico conversar sobre planes contra el crimen con una administración que al mismo tiempo libera a convictos.

Debilitar a la ministra Toha

Segundo error: no debilites a tu ministra estrella. Desde que asumió en septiembre en reemplazo de la inexperta Izkia Siches, Tohá ha tratado de convertirse en la adulta responsable de un gobierno donde escasea la trayectoria larga y abunda la improvisación voluntarista. El acuerdo sobre el combate a la delincuencia iba a ser su primer gran logro.
Pero todo se descarriló con los indultos presidenciales. Se comenta que Tohá quedó descolocada y furiosa, aunque aún sobrevuela la interrogante de cuánto efectivamente conocía la ministra acerca de los indultos mientras negociaba con la oposición. Ya hay algunos miembros de ésta que señalan que, si Tohá sabía y negociaba a la vez, estaba haciendo un doble juego que resiente las confianzas para futuras conversaciones. Como sea, Boric le disparó en las piernas a su ministra mejor evaluada, quien vino a poner orden a una gestión política amateur.
Tercer error: quién explica se complica. Con la crisis ya instalada, Boric se autoinfirió aún más daño con un par de declaraciones poco felices que profundizaron los problemas. En lugar de aferrarse a la explicación estándar en casos de indulto («es una atribución presidencial establecida en la Constitución»), afloró en Boric el alma juvenil de justiciero moralista que habita en él.

Boric señaló que los indultados por delitos asociados al estallido social «no son delincuentes», pese a estar condenados por delitos como homicidio frustrado

Primero, señaló que los indultados por delitos asociados al estallido social «no son delincuentes», pese a que registraban condena judicial por delitos como homicidio frustrado, lanzamiento de artefactos incendiarios, incendio, robos, tenencia ilegal de armas, etc. Por definición, un indultado no es inocente, así que lo que sostuvo el presidente carecía de sentido. No contento con ello, el mandatario añadió después que en la investigación judicial del caso del rodriguista Jorge Mateluna había habido «profundas irregularidades» y no se habían sopesado bien las pruebas, pese a que este apeló ante la Corte Suprema, la cual ratificó el fallo condenatorio.

Las disculpas de Boric

Al actuar como comentarista y no como presidente, el mandatario pasó a llevar las atribuciones del Poder Judicial, logrando lo que ningún jefe de Estado desde Salvador Allende había conseguido: un comunicado oficial lapidario de la Corte Suprema. Ésta reivindicó sus fueros constitucionales y recordó al mandatario que solo el Poder Judicial puede dictaminar la inocencia o culpabilidad de un acusado.
A Boric no le quedó otra que salir a ofrecer unas disculpas aguadas y aprender aquella vieja lección que dice que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.
Cuarto error: ten cuidado con lo que firmas. La prensa comenzó a averiguar acerca del perfil de los indultados. Descubrió que uno de ellos contaba con amplios antecedentes penales y que había delinquido en numerosas ocasiones antes del estallido de 2019. O sea, se trataba exactamente del tipo de persona a la que la gente quiere ver tras las rejas, no favorecida por un indulto presidencial.

Al menos seis de los perdonados por Boric eran reincidentes

En total, al menos seis de los perdonados por Boric eran reincidentes. El mandatario, que había dicho que los indultos eran fruto de una «profunda reflexión», veía cómo el escándalo amenazaba con un desastre personal, más todavía si se entiende que el indulto en Chile es una atribución exclusiva del Presidente de la República. Ya había voces en la oposición que pedían una acusación constitucional contra el mandatario.

Proteger al jefe del Estado

Quinto error: no torees a la víctima sacrificial. Ahora que el escándalo estaba en las puertas mismas de la oficina presidencial, se hizo necesario hacer saltar los fusibles para proteger al Jefe de Estado y tratar de poner fin a una pesadilla de la que el gobierno no lograba despertar.
En lugar de despedir a los exonerados como se hace siempre, con frases de cortesía y agradecimiento a su servicio, el mandatario optó por lavarse las manos y responsabilizar del lío a sus subalternos despedidos, acusándolos de haber cometido «desprolijidades».
Con ello no solo se ganó el resentimiento de ambos (Ríos no agradeció al presidente en su despedida y Meza-Lopehandía quedó herido con Boric), sino que abrió un nuevo flanco: si hubo «desprolijidades», preguntó la oposición, ¿por qué entonces no retirar los indultos? La pesadilla continuaba.

Nepotismo

Sexto error: no te rodees de amigos y contrata expertos. Buena parte de las chambonadas cometidas durante el episodio de los indultos se debe a que Gabriel Boric se ha rodeado de amigos y cercanos y no ha confiado en técnicos ni expertos.
La ministra de Justicia era una socióloga carente de formación jurídica; Meza-Lopehandía, un estrecho amigo desde los tiempos universitarios. El presidente no cuenta en su equipo asesor con un abogado especializado que revise los decretos que él firma y que le prevenga de problemas reales y potenciales.
El tradicional desprecio a los «tecnócratas» que mostraron Boric y sus aliados se ha traducido en la ausencia de expertos. El precio de esta desdeñosa soberbia lo paga ahora un gobierno que, incluso, hace el papelón de citar leyes equivocadas cuando intenta explicar sus decisiones.

El valor del silencio

Séptimo error: no hables de más. Con el tema de las «desprolijidades» todavía fresco, la vocera de Gobierno, la comunista Camila Vallejo, enfrentó a la prensa el lunes para cerrar de una vez el ingrato capítulo de los indultos. Pero, consultada de sorpresa con una pregunta incómoda, la vocera le echó gasolina al fuego.
Declaró que, si el presidente hubiera tenido toda la información a la vista, no habría concedido algunos de los indultos que entregó: el Gobierno reconocía que el mandatario liberó a delincuentes que no lo merecían. La tormenta volvió a estallar y de nuevo surgieron voces que piden una acusación constitucional contra el mandatario a menos que este retire los indultos.

Chile no es país para débiles

Conclusión: este no es país para débiles. A solo nueve meses de llegar al poder, Gabriel Boric ha hecho dos cambios de gabinete, relevó a asesores cercanos, sufrió una derrota aplastante en el plebiscito constitucional y padece una imparable caída de popularidad (70 % de rechazo; 27 % de adhesión).
La mayoría de sus traspiés han sido autogoles producto de la inexperiencia y la falta de profesionalismo. Claramente, Boric, quien solo tiene 36 años, está aprendiendo a golpes que, como él mismo reconoció hace un tiempo, «otra cosa es con guitarra».
Su principal problema es que juega como un amateur en las grandes ligas. En él todavía priman el voluntarismo juvenil y la utopía radical.

Los chilenos están descubriendo que el presidente es como la leña húmeda: produce más humo y confusión que fuego y calor

Desde que salió a la figuración nacional como un líder estudiantil en 2011, Boric interpretó el personaje del joven rebelde e informal al que todo le sale bien. Esa magia se ha extinguido; los chilenos están descubriendo que el presidente es como la leña húmeda: produce más humo y confusión que fuego y calor.
Hasta ahora, el resultado es decepcionante. Le quedan todavía tres años en el cargo para mostrar si es capaz de madurar o, por el contrario, comprobar que lo que vemos es lo que hay y nada más.
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