Turquía se enfrenta a una de las peores catástrofes de su historia. El terremoto de 7,8 de magnitud en la escala Richter que sacudió al país euroasiático durante la madrugada del lunes ha dejado alrededor de 5.434 muertos y más de 20.500 heridos. La vecina Siria también sufrió el seísmo que ha matado ya a más de 1.700 personas. Cifras que se esperan sean mucho mayores, según los expertos.
Equipos de rescate de todas partes del globo, sobre todo de los países de la Unión Europea, se han movilizado para ayudar a ambos países, que continúan buscando supervivientes entre los escombros. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, decretó el estado de emergencia durante tres meses en las diez provincias del sureste del país más afectadas. Además, Erdogan anunció 5.000 millones de euros en ayuda de emergencia para esas regiones.
El presidente turco recalcó que este terremoto es el mayor desastre sufrido por el país desde el seísmo de 1939 en Erzican, que dejó más de 32.000 muertos y provocó un tsunami en el mar Negro. Esta catástrofe pone a prueba al Ejecutivo de Erdogan, así como el liderazgo del actual presidente turco, en un contexto de precampaña electoral que inunda cualquier debate público del país.
La gestión del seísmo puede suponer un empujón en la reelección de Erdogan o, por el contrario, puede acabar definitivamente de dinamitar su popularidad. La victoria de Erdogan en las próximas elecciones generales de mayo está más en el aire que nunca, debido a la frágil situación de la economía, con una inflación disparada del 57, 68 % el pasado mes de enero, que ha provocado que su partido perdiera las alcaldías de las dos ciudades más importantes del país, Estambul y Ankara, a manos de los socialdemócratas.
De hecho, una catástrofe similar ya acabó con la popularidad del ex primer ministro turco Bülent Ecevit. La falta de respuestas ante un terremoto en la ciudad de Izmit, que acabó con la vida de 17.000 personas, así como la mala gestión de los fondos, que causó un escándalo por corrupción, provocó que en las siguientes elecciones la población votara en masa al Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan.
El presidente turco, consciente de estas circunstancias, tiene la opción de centrar todos sus
esfuerzos en ofrecer una respuesta coordinada a la tragedia provocada por el terremoto, y paralelamente obtener
rédito político. Mientras que también da la batalla en otros conflictos diplomáticos como la
adhesión de Suecia a la OTAN o la
disputa con Grecia por los
yacimientos de gas en el Mediterráneo Oriental, siempre en clave nacionalista.