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06 de mayo de 2024

El presidente de EE.UU. Joe Biden

El presidente de EE.UU. Joe BidenAFP

¿Está perdiendo Estados Unidos su influencia en Oriente Medio?

Centrado en la guerra de Ucrania, Joe Biden ha bajado la guardia en Oriente Medio donde Rusia y China están ocupando espacios que, tradicionalmente, correspondieron a Estados Unidos

Parece que la administración Biden, embarcada en su intenso apoyo a Ucrania, ha descuidado Oriente Medio y que, en su creciente rivalidad hegemónica con Rusia y China, ha perdido su influjo en la región.
Los dos anteriores presidentes Barack Obama y Donald Trump mantuvieron, el primero, una política de agitación de las revueltas o «primaveras árabes» y, el segundo, una política de promoción de la paz con los «Acuerdos de Abraham» entre Israel y Bahréin, Marruecos, Sudán y los Emiratos Árabes Unidos, un logro de paz siempre acallado.
En la actualidad, son grandes los retos que afronta la zona: los estragos de la guerra civil en Libia, Siria y Yemen; el deterioro económico en Egipto, Líbano y Túnez; o el aumento de conflicto en Sudán. Al fondo se ha incrementado la inestabilidad en toda la región.
Por otro lado, el pasado mes de marzo, el anuncio de China de que había mediado en la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán ha evidenciado una disminución del papel de Estados Unidos en Oriente Próximo.

País «paria»

Biden, cuando era candidato había tachado a Arabia Saudí de un país «paria» por «la presunta» implicación del príncipe heredero Mohammed bin Salman en el asesinato del crítico del régimen Jamal Khashoggi. Su falta de tacto propició que los saudíes rechazaran una petición estadounidense de aumentar la producción de petróleo durante la guerra de Ucrania.
Mientras tanto, los esfuerzos diplomáticos estadounidenses para reactivar el acuerdo nuclear con Irán se tambaleaban en medio de una violenta ola de represión del régimen iraní. Y en Israel ha llegado al poder un gobierno, firmemente de derechas, que amenaza las pretensiones demoliberales impuestas en todos estos años por Estados Unidos.

Tras el fracaso de Obama, que generó el conflicto de Siria, la política exterior estadounidense ha tratado paulatinamente de desvincularse de la región

Cuarenta años atrás, fue la administración de Ronald Reagan quien abrió un periodo de creciente implicación estadounidense en Oriente Medio y, a medida que crecía la economía mundial, con una dependencia cada vez mayor del petróleo, las energías diplomáticas y militares de Estados Unidos se centraron en Oriente Medio, hasta la administración Obama.
Tras el fracaso de éste, que generó el conflicto de Siria, la política exterior estadounidense ha tratado paulatinamente de desvincularse de la región.
Desde Reagan hasta hoy, se han producido una sucesión de acontecimientos: desde las rivalidades de la Guerra Fría, el conflicto civil libanés, los cambios en la política interior iraní, la invasión de Kuwait, las guerras del Golfo en Irak hasta el derrocamiento de Sadam Husein, la búsqueda de seguridad por parte de Arabia Saudí hasta el 11-S, la guerra contra el terrorismo, las primaveras árabes.
Acontecimientos caracterizados por la acción militar estadounidense acompañadas de duras sanciones económicas.
Repasando esta historia reciente, recordamos que durante el mandato del presidente George H.W. Bush, Estados Unidos expulsó a las fuerzas iraquíes de Kuwait y luego, en la Conferencia de Madrid de 1991, ayudó a iniciar varias décadas de negociaciones entre israelíes, palestinos y, ocasionalmente, otros Estados árabes.
La victoria en la Guerra del Golfo y el lanzamiento del proceso de paz israelí-palestino fueron el legado que Bush dejó a Bill Clinton.
Bajo la administración Clinton, los acuerdos de Oslo, firmados en 1993 y 1995, propiciaron el reconocimiento mutuo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina.
Pero no se logró ningún avance real en la construcción de un Estado palestino. Al final, tras varios años de esperanza, el legado de Clinton al presidente George W. Bush más débil de lo que él mismo había recibido.

Militarización de Oriente Medio

Más tarde, los atentados del 11 de septiembre de 2001 perpetrados por Al Qaeda contra Estados Unidos supusieron un punto culminante de la militarización de la política estadounidense en Oriente Medio.
El resultado fue la invasión y ocupación de Irak, en la que se incubó un grupo terrorista que vendría más tarde (ya propiciado por las políticas de Obama y su fracaso en Siria) que fue el ISIS.
En medio de estos costosos conflictos en Irak y, del que se desarrollaba paralelamente, en Afganistán, apenas se avanzó en la defensa de los intereses estadounidenses o en la mejora de la situación de Oriente Medio.

El denostado Trump fue realmente el más pacificador de los últimos presidentes

El discurso de Obama en El Cairo, en 2009, prometía un nuevo comienzo de la política estadounidense en la región, pero las respuestas equívocas de su Administración a las revueltas populares contra los regímenes aliados de Estados Unidos hicieron que tanto demócratas como autócratas se sintieran traicionados.
La administración Obama no lo pudo hacer peor. Fue una triste ironía que un Premio Nobel de la Paz agitase avisperos, prácticamente neutralizados, con resultados malos en Túnez y Egipto, y, fatales en Libia y en Siria.
De Obama podemos afirmar que su único logro estratégico importante fue el acuerdo nuclear de 2015 con Irán (Plan Integral de Acción Conjunta) que no llegó a levantar el vuelo y aumentó las tensiones con Israel.
El denostado Trump, sin embargo, fue realmente el más pacificador de los últimos presidentes.
En Israel trasladó la embajada estadounidense a Jerusalén y diseñó los «Acuerdos de Abraham» que reunieron a Israel con cuatro Estados árabes: Bahrein, Marruecos, Sudán y Emiratos Árabes Unidos, naciones que comparten las preocupaciones de Israel sobre Irán, y que pretendían abrir sus relaciones económicas y comerciales con Israel. Con Biden todo es confuso y pierde fuerza.
Tal vez Washington ha intervenido, durante mucho tiempo en Oriente Medio movido «por lo que debe evitarse» y no «por lo que debe promoverse».
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