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02 de mayo de 2024

Aquilino Cayuela
Aquilino Cayuela

Espías sin fronteras. El factor humano y los servicios de inteligencia

Actualmente la inteligencia norteamericana y europea se enfrenta a cuatro amenazas muy directas que debe resolver con éxito

Actualizada 04:30

La CIA lanza una campaña en redes para reclutar como espías a rusos descontentos con Putin

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El ascenso de China y el levantamiento de Rusia frente a Estados Unidos y sus aliados occidentales plantean retos geopolíticos de enormes proporciones en un mundo de intensa competencia estratégica. Estados Unidos ya no disfruta de una primacía incontestable y para el conjunto de Occidente aumentan las amenazas climáticas existenciales.
Desde los microchips a la inteligencia artificial, pasando por la informática cuántica, todas las tecnologías emergentes están transformando el mundo, incluida la profesión de la inteligencia. En muchos sentidos, estos avances hacen que el trabajo de las agencias de seguridad e inteligencia sea más difícil que nunca, ya que proporcionan a los adversarios nuevas y poderosas herramientas para confundir, evadir y espiar.
El espionaje es, cada vez más, una interacción entre seres humanos y la tecnología. Seguirá habiendo secretos que sólo los humanos puedan recoger y operaciones clandestinas que sólo los humanos puedan llevar a cabo. Los avances tecnológicos, especialmente en inteligencia, no han hecho irrelevantes estas operaciones humanas, como algunos han predicho, sino que han revolucionado su práctica.
En esta línea argumentativa, el actual director de la CIA, William J. Burns, defendía en un artículo del 30 de enero que «para ser un servicio de inteligencia eficaz en el siglo XXI, se deben combinar el dominio de las nuevas tecnologías con habilidades interpersonales y la audacia individual que siempre han estado en el corazón de la profesión».
Esto significa equipar a los oficiales de operaciones con las herramientas y técnicas necesarias para llevar a cabo espionaje en un mundo de constante vigilancia tecnológica, y dotar a los analistas de sofisticados modelos de inteligencia artificial capaces de digerir ingentes cantidades de información de fuentes abiertas y adquirida clandestinamente para que puedan emitir «sus mejores juicios humanos».
Otro elemento que pone en valor , el director de la CIA, es la diplomacia de inteligencia, que debe adquirir una nueva comprensión de cómo sus esfuerzos para reforzar a los aliados y contrarrestar a los enemigos pueden apoyar enormemente a los responsables políticos.
Actualmente la inteligencia norteamericana y europea se enfrenta a cuatro amenazas muy directas:
La guerra en Ucrania y el enfrentamiento directo con Rusia, a través del apoyo a la resistencia ucraniana. En este nivel, hay hoy una guerra encarnizada en el tablero europeo con tintes de Guerra Fría. Los rusos tratan, por todos los medios, de desestabilizar y desalentar este apoyo a Ucrania.
La guerra en Oriente próximo, a sabiendas que tras el conflicto de Gaza y los ataques hutíes y de Hizbolá está Irán agitando el avispero. De hecho, el peligro más inminente de extender un gran conflicto está en esta región. Irán tiene sus franquicias armadas, dispuestas para el combate y extendidas en Yemen, territorios palestinos, Líbano, Iraq y Siria. Los 85 ataques que estos días ha lanzado EE.UU. contra estos objetivos hacen que Irán esté muy cerca de salirse de control.
Hamás ha logrado una regresión de 50 años o más y hecho saltar por los aires décadas de acercamientos y acuerdos de paz. Oriente Medio pocas veces ha estado tan enmarañado o explosivo.
Tras estos escenarios de guerra abierta, China sigue siendo el único rival de Estados Unidos que tiene, no solo el poder económico, diplomático, militar y tecnológico, sino también la intención y motivación para remodelar el orden internacional. La cuestión no es el ascenso de China en sí mismo, sino las acciones asertivas y manifiestas del líder chino, Xi Jinping, quien ha iniciado su tercer mandato presidencial con más poder que cualquiera de sus predecesores desde Mao Zedong. En lugar de utilizar ese poder para reforzar y revitalizar el sistema internacional que permitió la transformación de China, Xi está tratando de reescribirlo.
El cuarto campo de batalla, aun durmiente, es el terrorismo internacional (principalmente yihadista) que podría activarse inminentemente según transcurra el conflicto abierto en Oriente próximo. Estos activos están dentro de Europa, silenciosos, ocultos entre la multitud, pero dispuestos a actuar en cuanto se les ordene. Son decenas de miles, asentados entre la población civil y, llegado el momento, sabrían qué hacer.
En estos cuatro campos de batalla es donde se libra hoy, en primera línea, una intensa guerra de espías. Los organismos de defensa y seguridad de nuestros países y sus oficiales, operativos y analistas están librando esa batalla.
Este medio informaba muy recientemente, al hilo de la confirmación de Esperanza Casteleiro al frente del CNI, que nuestro Centro Nacional de Inteligencia es la institución pública mejor valorada por los españoles y que goza de gran prestigio internacional, de hecho coordina el Grupo Contraterrorista (CTG) de los servicios europeos de espionaje contra el yihadismo.
En este mundo volátil y dividido, el peso de la «cobertura intermedia» es cada vez mayor. Las democracias y las autocracias, las economías desarrolladas y las que están en vías de desarrollo, y los países del Sur global están cada vez más decididos a diversificar sus relaciones para maximizar sus opciones. Estos países ven pocos beneficios y muchos riesgos en mantener relaciones geopolíticas monógamas con Estados Unidos o China.
Europa deber estar cada vez más atenta a las rivalidades del mundo multipolar, a las colisiones entre el creciente número de potencias medias, que históricamente han contribuido a desencadenar los principales conflictos. El desarrollo tecnológico es esencial para los servicios de inteligencia, pero el factor humano sigue siendo insustituible.
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