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El paisaje groenlandés con una estatua de Hans Egede, el misionero llegado en 1728

El paisaje groenlandés con una estatua de Hans Egede, el misionero llegado en 1728AFP

Groenlandia celebra las elecciones más importantes de su historia, metida de lleno en la mira expansionista de Trump

La independencia de Dinamarca, la búsqueda de Trump por explotar sus recursos y la alarmante situación de su sanidad han sido los temas claves en la campaña

Pese a ser la isla más grande del mundo, con cuatro veces el tamaño de España, un gigantesco enclave helado entre los océanos Atlántico y Ártico, Groenlandia 'nunca le había interesado demasiado a nadie'. Estaba fuera del mapa. Hasta que, en su regreso a la Casa Blanca, el presidente estadounidense, Donald Trump, puso su mirada, y por ende la del mundo entero, en esta superficie.

«Necesitamos a Groenlandia por seguridad nacional e incluso internacional. Estamos trabajando con todo el que está involucrado para tratar de conseguirlo. Lo necesitamos de verdad para la seguridad global y creo que vamos a lograrlo. Vamos a conseguirlo de un modo u otro» expresó el mandatario estadounidense hace poco más de dos meses. Poco después, en otro comentario incendiario en su plataforma Truth Social, expresaba que «no descartaba el uso de la fuerza ni de la presión económica para hacerse con el territorio». Ahora, cerca de 43.000 groenlandeses acuden a las urnas en las elecciones más importantes de su historia, con el debate sobre la autodeterminación, la riqueza de su territorio y la influencia de Estados Unidos y Dinamarca en el mismo más vivo que nunca. Por primera vez, los ojos del mundo están sobre ellos.

Groenlandia, a día de hoy, sigue siendo un territorio autónomo de Dinamarca. Los daneses colonizaron la isla hace 300 años y siguen ejerciendo control sobre su política exterior y su defensa, aunque Groenlandia logró la autonomía en 1979 y en el 2009 aumentaron considerablemente sus competencias. La relación entre ambos territorios es tensa, con los daneses acusados de cometer abusos contra la población inuit de la isla groenlandesa, como separar a los niños de sus familias durante la década de los 50 con la excusa de integrarlos en la sociedad danesa, o colocar a las mujeres inuit dispositivos anticonceptivos intrauterinos —sin su conocimiento ni permiso— en los 60 y los 70, supuestamente para limitar el crecimiento de la población en la isla.

Pese a todo, la economía de Groenlandia sigue dependiendo en enorme medida de Dinamarca, que aporta alrededor del 40 % de ingresos a la isla. La voluntad de liberarse definitivamente del yugo danés siempre ha estado ahí, latiendo. Cinco de los seis partidos políticos en liza son partidarios de la independencia y los socialdemócratas Siumut parecen haber ganado popularidad en esta recta final de campaña cob su promesa de una votación sobre la independencia después de las elecciones.

Pero si es difícil encontrar groenlandeses partidarios de ser parte de Dinamarca, aún más es hallarlos afines a una anexión a los Estados Unidos. Según una encuesta financiada por el periódico danés Berlingske y el groenlandés Sermitsiaq, el 85 % de los groenlandeses no quiere formar parte del gigante norteamericano. Pero hay casos.

Una mujer camina junto a carteles de la campaña en Groenlandia

Una mujer camina junto a carteles de la campaña en GroenlandiaAFP

El mayor partido de la oposición, Naleraq, ha ido ganando fuerza con su aparente disposición a colaborar con Estados Unidos. Concretamente, quieren firmar un tratado de libre asociación a cambio de dinero y seguridad. Para lanzar esta campaña de aperturismo a colaborar con el país de las barras y estrellas cuentan con Qupanuk Olsen, la influencer más popular de Groenlandia —más de medio millón de seguidores en TikTok— que se ha sumado a sus filas.

Pese a todo, no parece que les vaya a dar para vencer los comicios. Hacer predicciones es una tarea ardua, pues en la isla se realizan pocos sondeos de opinión, pero según una encuesta del pasado mes de enero —que registraba a un 30 % de indecisos— apuntaba al triunfo del partido socialista y ecologista Inuit Ataqatigiit (IA), del actual presidente Múte B. Egede, con un 31 % de los votos. En segundo lugar estarían los socialdemócratas del Siumut. Ambos partidos ya han gobernado en coalición estos últimos tres años y son las dos únicas fuerzas políticas que han encabezado ejectuvos groenlandeses desde la implantación de la autonomía en 1979.

¿Qué esconde el interés de Trump?

Pese a que el interés del presidente estadounidense por hacerse con la gigantesca isla ha ganado notoriedad en estos últimos meses, el interés de Estados Unidos en Groenlandia, en realidad, no es nada nuevo. El propio Trump ya declaró en 2019, durante su primer mandato, que «Groenlandia debería formar parte de Estados Unidos». Ese mismo año, canceló un viaje a Copenhague porque la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, no estaba dispuesta a debatir una posible venta de Groenlandia.

Antes de estos intentos del republicano, un informe del Departamento de Estado estadounidense en 1867 ya subrayaba la ubicación estratégica de la isla y sus abundantes recursos naturales. En 1946, con la Segunda Guerra Mundial todavía caliente, Harry Truman ofreció 100 millones de dólares por Groenlandia, que Dinamarca rechazó. Tres años antes, en 1943, Estados Unidos ya había inaugurad su primera base militar en la isla.

El paisaje helado de Groenlandia

El paisaje helado de GroenlandiaAFP

¿Pero por qué tanto interés en una isla donde el 85 % de la superficie está cubierta por hielo, sin presencia humana? No es un secreto que la gran obsesión de Donald Trump en este segundo mandato, de cara a competir con China en la carrera tecnológica, es hacerse con minerales. De ahí su búsqueda con un acuerdo con Ucrania para explotarlos. Según un estudio del Servicio Geológico de Estados Unidos, en Groenlandia podría haber hasta 17.500 millones de barriles de crudo no descubiertos, más 4,19 billones de metros cúbicos de gas natural en las aguas groenlandesas. Además de eso, la isla también cuenta con depósitos de tierras raras, aluminio, hierro, titanio o platino, entre otros. También hay potencial para el transporte marítimo y las rutas comerciales, con el hielo que cubre la mayor parte de la isla desvaneciéndose, cada vez más rápido, en estos últimos años.

Groenlandia es una mina de riqueza y oportunidades, y Trump se ha dado cuenta. Pero también los propios groenlandeses, que abogan por gestionar ellos mismos sus recursos y liberarse del control de otro país. Lo último que quieren, en caso de lograr librarse del control danés, sería caer en la red de otra potencia mucho más poderosa.

La isla más grande del mundo, acostumbrada al anonimato, se encuentra ahora en las portadas de los principales medios del mundo. Y su población, preparada para votar en unas elecciones que podrían cambiar las cosas. Aunque los groenlandeses, ajenos a las miradas expansionistas del hombre más poderoso del planeta, se preocupan más por sus quehaceres diarios. De acuerdo con el diaro Sermitsiaq, el 85 % de los ciudadanos cree que la principal urgencia del próximo Gobierno, más allá de movimientos independentistas o explotación de los recursos que poseen, debería ser la sanidad. En la isla hay una falta de médicos alarmante, y para la mayoría de tratamientos es necesario desplazarse cinco horas en avión hasta llegar a Copenhague, a donde se marchan la mayor parte de sanitarios groenlandeses. Muchos de los cuales no podrán votar hoy, pues es necesario tener residencia fija en la isla seis meses antes de los comicios.

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