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Inocencio Arias
AnálisisInocencio Arias

¿Puede y le conviene a Trump rebobinar?

El nivel de aceptación del presidente indudablemente ha bajado. Si tomamos la media de los múltiples sondeos de esta semana veremos que posee un nivel de aceptación de 45,2 % y de desaprobación del 51,3 %

Act. 30 abr. 2025 - 09:17

Representación del presidente Donald Trump en el Despacho Oval en sus 100 primeros días de su segundo mandato

Representación del presidente Donald Trump en el Despacho Oval en sus 100 primeros días de su segundo mandatoDavid Díaz

Doña Ursula von der Leyen manifiesta al periódico Zeit que «Occidente tal como lo conocíamos ya no existe». Trump, en efecto, ha dado una patada al tablero internacional tal como existía desde hace más de setenta años, tiene roces serios con sus aliados tradicionales, fragiliza a la OTAN, desprecia abiertamente a la ONU, insulta a Canadá, y no digamos a México. Se olvida de la zanahoria, del «soft power», en la escena internacional. Blanquea, por otra parte, a Putin, un autócrata reclamado por el Tribunal Penal Internacional.

En el plano interior, en incansable esfuerzo por recuperar los Estados Unidos tal como es los ve, la lista de sus «fechorías» es también nutrida: perdona a golpistas, ningunea al Tribunal Supremo, envía a prisión a emigrantes respetuosos con la ley, detiene a estudiantes conflictivos según él, cesa, despide a miles de funcionarios e impone tarifas aduaneras con criterios a veces peregrinos. Sus detractores afirman que quiere romper la Constitución que admira el liberalismo de otros presidentes como Jackson y McKinley (el que nos declaró la guerra en 1898 y del que ha puesto un retrato en su despacho). Alguno de sus detractores lo trata ya de fascista.

Ante este cúmulo de rupturas, ante este despliegue que el muy crítico New York Times califica de enérgico y audaz, cabe, ante todo, preguntarse cómo están reaccionando sus compatriotas pasados los cien días de su mandato. El nivel de aceptación del presidente indudablemente ha bajado. Si tomamos la media de los múltiples sondeos de esta semana, veremos que posee un nivel de aceptación de 45,2 % y de desaprobación del 51,3 %. Ha habido un descenso con respecto al que existía al inicio del mandato. Quizás porque aunque ganó las elecciones con temas como frenar la emigración y contener el alza del coste de la vida ahora le viene dedicando demasiado tiempo a cuestiones que el electorado ve menos claras, a la guerra comercial con las controvertidas tarifas aduaneras y a la lucha sin cuartel contra los jueces y sus enemigos políticos. Su rencor y su apetito revanchista lo dominan. Incluso en la emigración los estadounidenses continúan aplaudiendo las medidas que ha tomado para sellar la frontera pero el apoyo desciende cuando se emplean tiempo y recursos en expulsar a muchos emigrantes asentados en el país.

La segunda pregunta es si dará verdaderamente marcha atrás, como ocurrió en su primer mandato cuando prometió meter en cintura al régimen norcoreano y luego desistió. Ahora ha especulado con convertir a Gaza en un gran casino y parece que ya se ha olvidado, iba a solucionar el conflicto ucraniano en 24 horas y a la vista de lo espinoso del asunto declara en una entrevista que estaba bromeando.

Zelenski, al que humilló como si fuera un lacayo en el despacho oval, desconfía porque debe ser consciente de que si de Trump dependiera, con tal de pavonearse con que el ha terminado la guerra, sería capaz de entregarlo empaquetado a Putin con una Ucrania despedazada y sometida a Rusia. No le importa repartirse el mundo con un personaje frío que agrede un país en el siglo XXI y que es capaz de raptar a 20.000 niños para educarlos y que se olviden de que son ucranianos.

Las tergiversaciones y pretensiones maximalistas del ruso dificultan llegar a un acuerdo por el que Trump, para dedicarse a China, un hueso duro de roer, suspira y reivindica a Zelenski sobre el que el americano sigue diciendo, algo gratuitamente insultante, que le gusta Ucrania pero no su presidente. En las tarifas también ha habido un cierto frenazo. El Wall Street Journal, aunque apoya a Trump, sostiene que es «la guerra comercial más estúpida de la historia» y el presidente bocazas tuvo que parar porque no sólo se le caía la Bolsa, sino sobre todo el dólar y los bonos. Ahí hubo alarma de verdad en su séquito.

Trump y los nórdicos nos están observando

Los mazazos del americano han tenido efectos benéficos, han cambiado las elecciones en Canadá, donde hubo susto por su proclama imperialista, y han despertado, aunque no completamente a todos, a los europeos que se han convencido de que el actual presidente de los Estados Unidos, otra primicia, no es nada fiable, hay que rearmarse. Los gorrones en el tema defensivo tienen que entrar en la formación. Algún gobierno, como el nuestro, camelara, arrastrará los pies, hará trampas en las cuentas del solitario de los gastos de defensa, incluirá hasta el pienso de la cabra de la legión, pero ahora Trump y los nórdicos nos están observando.

Y dado que he aludido a Sánchez no entiendo los vituperios de los sanchistas a Trump. En la mentira, en el uso de decretos para escapar al Parlamento, en la amnistía, en el rodearse de palmeros (yes men) y pelotas, en la tirria hacia los jueces y la prensa, en la colonización total de las instituciones –ahora descubrimos que nuestra electricidad y el apagón estaban gestionados por una enchufada, pobremente pagada, de Sánchez–, en las dentelladas a la Constitución para cambiarla arteramente, en el control absoluto del partido («tenemos miedo», ha insinuado una senadora republicana Murkowski de Alaska), en la normalización de la corrupción… ¿No son los dos, Trump y Sánchez idénticos?

Los optimistas yanquis estiman que la guerra comercial puede ser el declive de Trump porque habrá reacción de los republicanos. En nosotros, habrá declaraciones díscolas, algún separatista, la intrépida Yolanda…, pero a la hora de la verdad nadie se moverá en la foto

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