Cocaína y petróleo: entendiendo la zanahoria y el garrote
Estados Unidos aplica la estrategia del «garrote y la zanahoria» contra el régimen venezolano: máxima presión con una recompensa histórica y, al mismo tiempo, nuevas licencias petroleras para empresas estadounidenses. ¿Cómo entenderlo?
Una pancarta muestra el rostro del presidente ruso, Vladimir Putin y la de Nicolás Maduro
La reciente tentativa de asesinato contra el senador colombiano Miguel Uribe Turbay, perpetrada por un sicario de 15 años presuntamente contratado por un grupo criminal, no es un episodio aislado: es el síntoma de cómo el narcotráfico está destruyendo la democracia en Hispanoamérica. En Colombia, las cifras son estremecedoras: desde 2016 han sido asesinados al menos 1.372 líderes sociales, 74 candidatos locales o regionales, y la superficie de cultivos de coca ha crecido de 96.000 hectáreas en 2015 a 253.000 en 2023, produciendo más de 2.664 toneladas potenciales de cocaína al año.
La violencia armada no solo se cobra vidas, sino que debilita las instituciones, desalienta la participación ciudadana y facilita la cooptación del Estado por actores criminales. El problema trasciende fronteras: Ecuador, Costa Rica o Chile, hasta hace poco «islas de paz», ya sienten los efectos de esta expansión.
Venezuela en el centro del tablero
El régimen de Nicolás Maduro ha convertido las economías ilícitas en una herramienta de control interno y proyección externa. Por eso, en una jugada sin precedentes, el Gobierno de Estados Unidos impuso sobre Maduro la recompensa más alta de la historia por su captura, acusándolo de narcotráfico y violaciones sistemáticas de derechos humanos. Es la presión del «garrote»: sanciones, aislamiento y persecución judicial internacional.
Pero la otra mano, la de la «zanahoria», también se mueve. Casi al mismo tiempo, empresas petroleras estadounidenses vinculadas al presidente Donald Trump recibieron nuevas licencias para operar en Venezuela, buscando aprovechar el colapso de PDVSA y abrir espacio a un negocio petrolero bajo condiciones controladas por Washington.
La doble jugada: ganar por las buenas o por las malas
Esta metodología —zanahoria y garrote— permite a la administración Trump «ganar» en ambos escenarios. Veamos:
Si Maduro se convierte en adicto a la zanahoria, el premio para Trump está en el petróleo, un activo geopolítico clave en la transición energética y en el mercado global y la dependencia de Maduro en el nuevo esquema petrolero para sobrevivir. Al mismo tiempo, un logro importante es que se disminuye en Venezuela a los rusos, chinos e iraníes dentro del tablero de poder. El riesgo es que Maduro construya un nuevo equilibrio y se convierta en parte del paisaje a costa de la riqueza venezolana.
Al mismo tiempo opera el garrote: el señalamiento a Maduro como jefe de un cartel de drogas incrementa, paralelamente, la posibilidad de una fractura interna acelerando su desgaste y le permite a Trump mandar una señal clara y poderosa a su audiencia interna hispana y a sus congresistas de la Florida.
En ambos casos, zanahoria y garrote se mueve en dos direcciones que convergen en un mismo objetivo: o debilitar, o subordinar o consolidar a Nicolas Maduro como un animal toxico.
Esto puede conducir a un desenlace de cambio en Venezuela, sin embargo, hay un elemento adicional imposible de sustituir: la presión externa se construye para que si y solo si los venezolanos seamos capaces de construir eventos que implosionen a la dictadura. Esta es tarea venezolana y así lo entienden los aliados internacionales. La pelota siempre está en nuestra cancha.
Mientras tanto, el deterioro avanza
El crimen organizado crece por toda Hispanoamérica mantiene alianzas con disidencias armadas colombianas, grupos narco-guerrilleros y redes criminales que operan a lo largo del continente, desestabilizando democracias frágiles y extendiendo el modelo de control mafioso. Es un proceso que de estar localizado en muy pocos países hace pocos años, hoy ha crecido como una metástasis en todos los Estados, en todas las sociedades y en todos los países de la región, disparando por supuesto la migración como nunca antes la había vivido Hispanoamérica, así como la merma democrática y los derechos humanos.
La lucha contra el crimen organizado ya no es solo una cuestión de seguridad o salud pública: es una batalla por la supervivencia misma de la democracia
En este triángulo: crimen organizado, deterioro democrático y migraciones, se juega el futuro entero de toda una región que si no tiene una atención de manera urgente por parte occidente será fácilmente presa de intereses foráneos como China, Rusia, Irán y otros. Esta conciencia no está para nada clara en la élite cultural y política occidental y es un problema de gravísimas consecuencias. La lucha contra el crimen organizado ya no es solo una cuestión de seguridad o salud pública: es una batalla por la supervivencia misma de la democracia.
¿Estamos conscientes de la dimensión encrucijada hispanoamericana? ¿Realmente entendemos como en los últimos años toda la región se desplazó al cuadrante del totalitarismo, el crimen organizado y la violación sistemática de derechos humanos?
¿Entendemos que, si solo aceptamos que cocaína, petróleo y autoritarismo sean la moneda de cambio, entonces no habrá ni zanahoria ni garrote que nos salve del abismo?