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Macron condena a Francia a una crisis perpetua nombrando primer ministro al mismo que dimitió el lunes

Lecornu, que tiene ahora incluso menos apoyos que la semana pasada, ya afrontará una moción de censura en cuanto se reanude la actividad parlamentaria

El primer ministro francés, Sébastien Lecornu, dando una entrevista con el rostro de Macron detrás

El primer ministro francés, Sébastien Lecornu, dando una entrevista con el rostro de Macron detrásAFP

El presidente de la V República francesa, Emmanuel Macron, es un hombre que sigue empeñado en huir hacia adelante ajeno de la realidad que se presenta ante sus ojos. Sin querer reconocer el error enorme de cálculo que cometió en el verano de 2024, convocando elecciones legislativas que derivaron en una Asamblea Nacional fragmentada e irreconciliable, y temeroso de llamar de nuevo a los franceses a las urnas, donde los sondeos le dan la espalda y aúpan a Marine Le Pen, su única salida es ir nombrando primeros ministros de manera consecutiva condenados a caer, sin el apoyo suficiente para gobernar.

El último y retorcido giro de guion, en un anuncio dilatado en el tiempo –un viernes pasadas las 22 de la noche– ha sido darle el mando del Ejecutivo a Sébastien Lecornu, el mismo que el lunes presentó su dimisión. Será el cuarto Gobierno en menos de un año en Francia y, salvo un milagro de última hora, correrá la misma suerte que los anteriores.

Lecornu, nacido hace 39 años en Normandía, es un hombre de confianza para el presidente, habiendo ocupado diferentes puestos en el Gobierno desde 2017, año en el que Macron llegó al Elíseo. Secretario de Estado de Transición Ecológica, ministro de Colectividades Territoriales, de Ultramar, de Defensa y, el pasado 9 de septiembre, nombrado primer ministro. Pese a que su biografía dibuja un hombre tranquilo y de acciones calculadas, su última semana no ha podido estar más plagada de bandazos, rectificaciones y movimientos a última hora solo para acabar igual que como empezó.

El domingo pasado, tras 26 días en el cargo, nombró a los miembros de su Gabinete. No contentaron a nadie. Tan solo 836 minutos después, es decir, el lunes por la mañana, presentó su dimisión. Macron en un principio se la aceptó, pero posteriormente le pidió una tregua de 48 horas para volver a intentar formar Gobierno. Así que Lecornu recibió de manera exprés en Matignon a los principales líderes políticos galos para intentar llegar a un consenso. Finalmente, el miércoles por la noche, y mientras Macron se escondía en su Palacio, Lecornu apareció ante las cámaras en una entrevista en la cadena France 2. Ahí expresó que creía que había «una vía posible» para un entendimiento político –haciendo referencia a suspender la reforma de las pensiones que tanto demanda la izquierda–, pero también aseguró que «no buscaba el puesto de primer ministro» y consideraba su misión «cumplida».

Sin embargo, como hombre de Estado que es, también afirmó que «haría lo que le fuera encomendado». A esas palabras se ha agarrado Macron para, otras 48 horas después de eso, volver a nombrarle primer ministro. Sin embargo, si su tarea hace un mes era hercúlea, teniendo que negociar un presupuesto en una situación política tan polarizada, el mismo paso donde cayeron sus dos predecesores, la de ahora es simple y llanamente un salto al vacío.

El presidente francés, Emmanuel Macron, en París

El presidente francés, Emmanuel Macron, en ParísAFP

La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen están hartos de gobiernos macronistas y han confirmado que censurarán cualquier nuevo Ejecutivo. Así que la esperanza para el presidente era sumar para su causa a los socialistas, pero estos demandaban dos condiciones para ello. En primer lugar, que el primer ministro fuese de izquierdas, una línea roja que se ha vuelto a comprobar que Macron no está dispuesto a cruzar. Y segundo, suspender la reforma de las pensiones, una causa donde el presidente se ha pasado de listo.

En una reunión celebrada la tarde de este viernes entre el presidente y los dirigentes de las principales formaciones políticas –aunque ni Mélenchon ni Le Pen–, Macron se ha abierto a aplazar su aplicación hasta el 2028, cuando él ya no esté en el poder. Pero esta idea le ha salido rana y ha causado una revuelta en sus propias filas.

Suspender la reforma de las pensiones le costaría aproximadamente unos tres mil millones de euros a Francia, un país cuyo principal problema es que tiene una deuda billonaria. Así que, ante esto, tanto Los Republicanos, dirigidos por el ministro de Interior Bruno Retailleau, como Horizons, liderados por el exprimer ministro Édouard Philippe, han afirmando que no participarán en ningún Gobierno si la suspensión sigue hacia delante. Es decir, Lecornu tiene ahora menos apoyos que hace una semana, cuando ya tenía tan pocos que se vio obligado a dimitir.

El primer ministro, que debe aprobar los presupuestos antes de que acabe el año, puede ver como esta segunda aventura en Matignon se acaba antes de que le dé tiempo a pensarse en el lodazal donde se ha metido. Los principales partidos de la oposición ya han amenazado con presentarle una moción de censura en cuanto se reanude la actividad parlamentaria que, atendiendo a las matemáticas, es probable que salga adelante. Y ahí Macron podrá seguir prolongando la agonía de un país descabezado o afrontar su error y convocar a los franceses, de nuevo a las urnas. Hasta entonces, Francia, en bucle.

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