Milei busca su autonomía o el nacimiento de una coalición libertaria con vocación de permanencia
Mientras muchos observan un oficialismo eufórico, la Casa Rosada vive una ola de reformismo interno: un intento de elevar la calidad política del Gobierno para garantizar un proyecto de reelección viable no solo en el discurso, sino también en la operatividad cotidiana.
El presidente de Argentina, Javier Milei y el expresidente, mauricio Macri
Las elecciones del pasado 26 de octubre abrieron un panorama completamente nuevo para la República Argentina. La contundente remontada del oficialismo libertario otorgó a Javier Milei un mandato político renovado, aunque la Casa Rosada no ha perdido tiempo en celebrar triunfalismos efímeros.
El gabinete libertario atraviesa ahora una renovación clave, con cambios en la Cancillería, la Jefatura de Gabinete y el Ministerio del Interior. Puede parecer desconcertante que una gestión que acaba de salir airosa de los comicios de medio término decida reestructurar su dream team, pero la metamorfosis del elenco gobernante parece orientada a preservar el nuevo capital político bajo una premisa central: los Milei están disciplinando al oficialismo, lo están volviendo más obediente, en términos de poder y de gobernabilidad. En esta «operación» un paso necesario es absorber por completo al PRO de Mauricio Macri.
Esa estrategia implica dos desafíos simultáneos: terminar de despojar al expresidente de su escaso peso en la política nacional y, al mismo tiempo, relegar a los perfiles más radicalizados de La Libertad Avanza que pusieron en riesgo el capital electoral del partido. Milei ha consolidado un nuevo piso de gobernabilidad, pero ahora busca atar todos los cabos sueltos para llegar con una tropa ordenada de cara a 2027.
La reacción inicial tras la victoria parece acertada. El mapa teñido de violeta no ha derivado en complacencia, sino en la convicción de que La Libertad Avanza debe comportarse como un partido de poder, incluso si eso significa despojarse de parte de sus lineamientos fundacionales. Al fin y al cabo, los partidos exitosos no solo trabajan para establecer pilares ideológicos, sino también para cubrir necesidades estratégicas.
Alcanzar quorum propio
En primer lugar, la absorción del PRO, que ya participó en las elecciones de medio término dentro del frente oficialista, dejaría a la Casa Rosada con un bloque cercano a los 124 diputados, una base legislativa capaz de sostener vetos presidenciales y, con aliados circunstanciales, alcanzar un quórum propio. Milei busca que ese margen parlamentario se traduzca en capital territorial y político real, donde las reformas no solo avancen desde el diseño, sino también desde la implementación y la disciplina administrativa.
Para lograrlo, poner fin al «doble comando» del PRO resulta esencial. Los voceros y referentes que aún oscilan entre las declaraciones de Macri y las directrices del presidente deberán integrarse plenamente a la coalición libertaria, no solo por su supervivencia política, sino por la eficiencia de mando que requiere conducir un proyecto nacional. En esa pulseada, el peso del expresidente, que intentó mantener su imagen como «king maker» capaz de ungir a los nombres que Milei debía designar, se diluye con rapidez.
La resistencia de Macri
Tras dos años de gestión, es evidente que los estilos y las narrativas de ambas fuerzas, la moderación amarilla y la explosividad violeta, son poco compatibles, pero sus objetivos políticos y organizativos sí resultan complementarios. El único obstáculo que Milei intenta despejar es la resistencia del propio Macri, empujado a una casi inevitable irrelevancia política. Es una situación similar a la dinámica entre Cristina Kirchner y el peronismo: ambos líderes libran una batalla desesperada por conservar protagonismo en un escenario que los margina con la natural ingratitud que la política guarda hacia sus viejas generaciones.
Paradójicamente, esta suerte de «retiro cordial» que los libertarios buscan imponerle a Macri, se desarrolla en un clima de cortesía. Hace apenas unos días, mientras Milei y el expresidente compartían una comida, la Casa Rosada anunció la salida del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, amigo y confidente de Mauricio Macri. Eso molestó al ex presidente que pocas horas después, se entera del ingreso de Diego Santilli, un dirigente del riñón del PRO, a la cartera de Interior. El gesto no es menor: Milei le ha entregado al PRO la tarea de articular con los gobernadores el respaldo parlamentario, en vísperas de las anunciadas reformas laboral, tributaria y previsional.
El ingreso progresivo de figuras del «círculo amarillo» macrista al gabinete, iniciado con Patricia Bullrich, ya no puede verse como una fuga individual de referentes, sino como una plataforma de cogobierno que diluye la identidad original del PRO. El partido fundado por Mauricio Macri parece encaminarse hacia una metamorfosis que lo volverá irreconocible para su creador, del mismo modo que el propio gobierno libertario empieza a redefinirse a través de esa integración.
Parte del crecimiento electoral que permitió la remontada oficialista se explica por la salida del foco público de Karina Milei, cuya ausencia ayudó a recomponer la imagen del Gobierno tras un desgaste mediático prolongado. El ingreso del PRO a áreas clave del Ejecutivo confirma que Milei no solo buscó «esconder» a sus figuras más disruptivas, sino que decidió profesionalizar la estructura política incluso a costa de perder parte de su núcleo fundacional.
Casi ningún miembro original de La Libertad Avanza conserva un cargo central
Hoy casi ningún miembro original de La Libertad Avanza conserva un cargo central. Mientras muchos observan un oficialismo eufórico, la Casa Rosada vive una ola de reformismo interno: un intento de elevar la calidad política del Gobierno para garantizar un proyecto de reelección viable no solo en el discurso, sino también en la operatividad cotidiana.
En definitiva, Milei ha decidido aprovechar el espejismo de la victoria para rediseñar su entorno y acelerar la transformación del sistema partidario argentino. Si logra consolidar esta nueva arquitectura sin fracturar a sus aliados, la integración del PRO podría marcar no solo el fin del macrismo, sino también el nacimiento de una coalición libertaria con vocación de permanencia.
*Roberto Starke es socio-director de Infomedia y de Contexto Político