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El dilema de Zelenski sin solución: confiar o no en Steve Witkoff, el enviado de Trump que adora a Putin

El magnate y exagente inmobiliario se presenta como el perfecto mediador, pero hay hechos que ponen en duda su supuesta imparcialidad o interés en hallar una paz justa –o algo parecido– y duradera para Ucrania

In this pool photograph distributed by the Russian state agency Sputnik, Russia's President Vladimir Putin shakes hands with US President Donald Trump's envoy Steve Witkoff during a meeting in Saint Petersburg on April 11, 2025. (Photo by Gavriil Grigorov / POOL / AFP)

ISteve Witkoff con Vladimir Putin en San PetersburgoAFP

La invasión de Ucrania sigue su curso mientras las negociaciones bilaterales –o a tres bandas, según se mire–, que encabeza el Gobierno de Donald Trump, levantan ampollas en Kiev y en Bruselas.

La desconfianza parece ser el sentimiento que más se extiende entre Volodímir Zelenski y una Europa a la que Putin acaba de amenazar.

Jared Kushner, yerno de Trump y Steve Witcoff, amigo de negocios inmobiliarios del republicano y reconvertido por este en negociador internacional, volvieron ayer al Kremlin. Con la satisfacción del «éxito» en la paz lograda para la franja de Gaza entre Israel y Hamás, la pareja intenta ahora apuntarse otro triunfo con el que hacer historia,

El entusiasmo con el que llegaron a Moscú los americanos no parece que lo compartiera Putin. El ruso les dejó claro que no tiene prisa -les hizo esperar dos horas- y evitó conjugar en primera persona cualquier tiempo del verbo ceder.

En Israel, como el presidente de Estados Unidos, el tándem Kushner-Witcoff es recibido como héroes, pero en Ucrania no han puesto un pie. Ninguno de los dos ha tenido la gentileza de visitar Kiev y hablar sobre el terreno con Zelenski de las posibles soluciones para poner fin a la guerra desatada por Putin hace casi cuatro años.

Steve Whitcoff se presenta como el perfecto mediador, pero hay hechos que ponen en duda su supuesta imparcialidad o interés en hallar una paz justa –o parecido– y duradera. El multimillonario agente inmobiliario ha mostrado sus simpatías y favoritismo al invasor en perjuicio del invadido.

En noviembre Zelenski había, prácticamente, convencido a Donald Trump de que le vendiera los misiles Tomahawk con los que podría alcanzar Moscú. El presidente de Estados Unidos le había convocado a una reunión en la Casa Blanca donde iba a abordar los detalles (el precio).

Cuando el ucraniano estaba metido en el avión o casi, Whitcoff, por su cuenta, decidió hablar con Yuri Ushakov, asesor del Kremlin y aconsejarle que Putin se adelantara a esa cita. Tenía que adular a Trump, presentarle un plan de paz e impedir que su jefe accediera a la entrega de un armamento a Ucrania que reduciría el desequilibrio de fuerzas.

El antiguo agente del KGB, experto en la psicología de perfiles de líderes como el del republicano, tomó nota y no le costó mucho lograr su propósito. Cuando Zelenski llegó a Washington, la batalla del Tomahawk ya la tenía perdida. El plan de «paz» de los 28 puntos, -hechos a medida de Rusia-, no tardaría en conocerse y Estados Unidos en asumirlo como propio.

En un visto y no visto, Trump lo planteó como un ultimátum a un desolado Volodimir Zelenski que se dirigió a su pueblo exponiendo la disyuntiva: perder la dignidad o a Estados Unidos como socio.

La Europa que está fuera de juego, a ahora amenazada, salió en modo rescate y proclamó que no se podían imponer semejantes condiciones leoninas a la víctima, a la que obligaban a entregar más de lo que en público pedía el victimario. Una vez más, Trump dio marcha atrás y retiro el «dead line».

Whitcoff fue acusado dentro y fuera de Estados Unidos de «difundir la propaganda» del Kremlin, de no ser neutral, sino, lo contrario, «un vehículo propagandístico» de su admirado Vladimir Putin.

El hombre al que se presupone que debe ejercer sus buenos oficios ha asumido como propia la retórica rusa. No habla de ocupación, sino de «reintegración» de las regiones del Donbás y lo que conquiste.

Para el enviado de Trump, el jefe del Kremlin «no es un mal tipo». De él destaca que «es un gran líder» y que hasta «rezó por su amigo» el día que dispararon a Trump en campaña.

Sin un recuerdo para los colaboradores que abandonan a Putin y tienen la mala costumbre de arrojarse por las ventanas y la tendencia a envenenarse de sus opositores, allá donde estén, Whitcoff no oculta su debilidad por él. Entre sus opiniones sobre el corazón y la política del Kremlin destaca su rechazo al temor de que la Federación Rusa pretenda «absorber» toda Ucrania, ya que, a su juicio, con el territorio que tiene ocupado, ha conseguido «lo que quería».

Frente a eso, aunque con excelentes modales, el compañero del marido de Ivanka Trump de estos últimos viajes para frenar guerras parece haberse alineado con la política del vicepresidente J.D. Vance. Ambos acostumbran a remarcar que Ucrania no está en posición de exigir nada porque «está en una posición muy difícil».

El mensaje es cristalino, pero la última palabra aún no está dicha. Ni en Kiev, ni en la Casa Blanca, ni en Moscú, donde los invitados ya saben que tendrán que acostumbrarse a esperar.

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