¿Por qué Polonia ha ilegalizado el Partido Comunista?
La Constitución polaca, en su artículo 13, prevé la prohibición de partidos u organizaciones cuyos programas se basen en métodos «totalitarios» o en prácticas del nazismo, fascismo o comunismo, así como organizaciones cuyos programas o actividades promulguen el odio racial, nacional o la aplicación de la violencia con el fin de obtener el poder o de influir en la política del Estado
Derribo de un símbolo del comunismo en Polonia
El 3 de diciembre de 2025 ha marcado el fin de una página en la Historia de Polonia, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al Komunistyczna Partia Polski (KPP), en español, Partido Comunista Polaco, que se formó en 2002 como una organización política heredera del Polska Zjednoczona Partia Robotnicza, (PZPR), Partido Obrero Unificado Polaco, gobernante en el país durante la era comunista de 1945 a 1989.
En el fallo, además de invocar el Artículo 13 de la Constitución polaca, se señala que el KPP también violaba el Artículo 11 que regula la libertad de creación y funcionamiento de partidos, estableciendo que su propósito debe ser influir en la política del Estado por medios democráticos. La sentencia considera que los «objetivos y actividades» del Partido Comunista Polaco eran incompatibles con la Constitución.
Según el Tribunal, no puede tener cabida «un partido que glorifique a criminales y regímenes responsables de la muerte de millones de ciudadanos polacos». En suma, para que un partido sea legal en Polonia debe respetar la democracia, la igualdad de ciudadanos y los métodos democráticos.
El desenlace proviene de 2020 propuesta por el entonces fiscal y ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro, quien presentó la primera moción ante el Tribunal argumentando que los objetivos del KPP hacían apología del totalitarismo. Entonces, la propuesta no prosperó. Fue el actual presidente de Polonia, Karol Nawrock –quien llegó a la presidencia en agosto de este año gracias al apoyo conservador de PiS–, la persona que presentó una nueva petición formal para la ilegalización el partido. Según Nawrock, el KPP supuestamente defiende métodos violentos o totalitarios para llegar al poder, lo que amenaza el orden democrático.
Durante más de dos décadas, el KPP vivió en los márgenes del sistema político polaco: no logró escaños en el Parlamento (ni nacional ni europeo), ni representación relevante en asambleas regionales o municipales, y se estima que tenía alrededor de 300 militantes.
Es la primera vez en más de tres décadas que un tribunal polaco declara ilegítimo un partido comunista contemporáneo. Algo que se preveía en la modificación de 2023 del Artículo 256 del Código Penal polaco para endurecer las sanciones contra la promoción pública del comunismo, así como del nazismo, el fascismo y otras ideologías totalitarias.
Es la primera vez en más de tres décadas que un tribunal polaco declara ilegítimo un partido comunista contemporáneo
Con dicha reforma, el Artículo 256 quedaba así: quien «publique, promueva o difunda» ideas comunistas o realice actos de propaganda, difusión o exhibición de símbolos comunistas puede ser castigado con hasta tres años de prisión.
Argumentos en contra
Los críticos de la sentencia señalan que equiparar el comunismo con fascismo o nazismo puede ser históricamente inexacto e injusto para quienes reivindican una tradición socialista distinta del totalitarismo. Apelan además a que la decisión erosiona las libertades democráticas, ya que la prohibición puede sentar un precedente peligroso: si un Estado puede vetar partidos por su ideología: ¿qué impide usos más amplios de esa potestad contra otros movimientos políticos o sociales?
Otro de los peligros que marcan los críticos es la des legitimización del diálogo político, reclamando que las ideas proscritas pueden radicalizarse o empujar del activismo a la clandestinidad, con menor transparencia y control. Para los críticos, el KPP representaba un espacio de crítica al capitalismo y al sistema neoliberal.
Quienes critican la decisión se asientan en la libertad de expresión y el pluralismo político defendiendo que prohibir un partido por sus ideas políticas puede ser visto como una limitación al pluralismo y a la libertad de asociación; principios fundamentales en democracias modernas, y lo achacan a una «cacería anticomunista». Y reivindican que el comunismo –como ideología o movimiento político– no siempre implica totalitarismo. Confundirlos puede llevar a una «falsificación de la historia» y a la prohibición preventiva de corrientes políticas legítimas.
Futuras ilegalizaciones
El KPP será eliminado del registro de partidos políticos, lo que impide su actividad legal; su participación en elecciones y su financiación pública. La medida puede intensificar las tensiones políticas en Polonia, polarizando aún más posturas entre quienes la apoyan en base: a memoria histórica y anti totalitarismo; y quienes la rechazan alegando libertad de asociación y pluralismo.
A nivel internacional, la decisión ha provocado debates sobre los límites entre libertad de expresión, derechos políticos y memoria histórica –especialmente en democracias con pasado autoritario–. La sentencia podrá servir de precedente para futuras prohibiciones, no solo de partidos comunistas, sino de otras organizaciones ideológicas consideradas «extremistas» o «antinacionales».
Memoria histórica
Con esta decisión Polonia se une a Lituania y Letonia, los tres países estuvieron bajo el comunismo durante más de 40 años. Ambos países bálticos ilegalizaron al partido comunista en el año 1991 tras el derrumbe de la URSS. El hecho revela que en los países del antiguo bloque soviético la memoria sigue guiando decisiones políticas. En Polonia en concreto el comunismo no se considera simplemente una ideología más, sino un legado cargado de heridas, represiones y traumas colectivos.
Para algunos politólogos: «la existencia de una organización comunista en Polonia es una ofensa al pasado nacional». La gran mayoría de la sociedad ha celebrado la sentencia, para muchos polacos –sobre todo para generaciones que vivieron bajo el régimen–, el «logro» no compensa las pérdidas de libertad, las injusticias, la falta de derechos o las cicatrices de la represión.
Esa memoria colectiva ayuda a explicar por qué la sola existencia de una formación que se declara comunista provoca tanto rechazo hoy.
El peso del comunismo en la Historia de Polonia dejó una huella profunda –y dolorosa– en la memoria colectiva: entre 1945 y 1989 el país vivió bajo un régimen socialista-comunista de partido único, con nacionalizaciones, represión política, censura, privaciones económicas y pérdida de libertades.
Según los archivos del Instytut Pamięci Narodowej, (IPN), el centro que documenta y analiza los crímenes de los regímenes nazis (1939 1945) y comunista (1944 1989) en Polonia; desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 los nuevos gobernantes comunistas persiguieron a la resistencia, arrestaron o deportaron a miembros del antiguo Estado y consolidaron un régimen autoritario en el que durante décadas existió una economía planificada, nacionalización de industrias, y control sobre la sociedad implicando sistemáticas violaciones de derechos y libertades. Además de escasez, racionamiento de bienes básicos, colapso industrial y aislamiento internacional con una alta dependencia de Moscú.
Tras la caída del bloque soviético, la sociedad polaca rechazó ese legado, marcando al comunismo no como una opción ideológica más, sino como símbolo de represión y ocupación. Ese legado sigue vivo en la narrativa pública; en la educación histórica; en la cultura política y en las leyes de 'descomunización' que Polonia y otros países de Europa del Este han promovido desde los años 90.
En 2017 salió a delante una Ley en el país polaco por la que se obligaba a remover monumentos memoriales públicos que «rindan homenajes a personas, organizaciones, eventos o fechas que simbolicen el comunismo o cualquier régimen totalitario». Esta distingue que no se tocarán monumentos en cementerios o tumbas militares. La idea, según las autoridades, es que muchos de esos monumentos ya no representan «liberación» (como se planteaba tras la Segunda Guerra Mundial), sino una señal de dominación soviética y de imposición de un régimen totalitario.
De los 561 monumentos y memoriales dedicados a los soviéticos que había contabilizados en 1997, quedan menos de 100. Una retirada que se aceleró tras la invasión rusa de Ucrania en 2022.
La desaparición del KPP tras el fallo del Tribunal Constitucional no cambiará el mapa político de Polonia –el partido prácticamente no tenía peso–, pero sí cierra simbólicamente una herida abierta, y para los polacos es un gesto hacia las víctimas de la represión quienes sufrieron censura, persecución o pobreza durante décadas y una senda para asegurar que aquel pasado no pueda repetirse.