Con Trump o sin Trump, Honduras gira a la derecha
El recuento de las elecciones se eterniza, pero los dos finalistas claros, con una diferencia de un puñado de votos, responden a una ideología conservadora y liberal lejos de la corriente bolivariana de Xiomara Castro
El candidato presidencial del Partido Nacional Nasry Asfura y del Partido Liberal Salvador Nasralla
Honduras vuelve al ciclo de los gobiernos conservadores o liberales. El proyecto de Xiomara Castro y la vuelta a la sombra del poder de su marido, Manuel Zelaya, –el presidente derrocado y sacado en pijama a punta de bayoneta–, parece desterrar definitivamente las tentaciones de gobiernos con la mirada puesta en la Venezuela de Nicolás Maduro.
El escrutinio de las elecciones del pasado domingo continúa su curso como una montaña rusa entre los dos candidatos de derechas. Estirado el recuento como un chicle americano resulta difícil entender la ralentización de un proceso que a estas alturas ya debería darse por finalizado. Salvador Nasralla (Partido Liberal) y Nasry Asfura (Partido Nacional) se alternan la victoria en cada nueva entrega del recuento y de momento, mantienen la serenidad sin recurrir a reproches o acusaciones de fraude como las previas de campaña.
En este contexto, quizás no sea descabellado pensar que detrás de esos retrasos estaría la mano del Gobierno, que celebraría en privado un choque de titanes de los adversarios. La máxima de divide y vencerás podría estar en el ambiente y desembocar en un caos de desenlace o violencia imprevisible.
De cualquier modo, lo lógico es que se imponga un pensamiento más positivo y pragmático por ambos candidatos y aceptar la hipótesis de que el que figure oficialmente derrotado encaje el fracaso y este proceso no se haga eterno con impugnaciones y peticiones de aperturas de actas al estilo del primer Andrés Manuel Obrador en México.
En esta dinámica la única certeza que se puede dar por buena a día de hoy es que el próximo presidente de Honduras no responderá a la filosofía bolivariana ni a esa izquierda regional que no ha sido capaz de dar los frutos prometidos. La siembra de Xiomara Castro no ha servido para mejorar la vida de los hondureños, terminar con la violencia, la corrupción o las injusticas sociales. Tampoco para crear empleo o disparar el crecimiento de un país sumido en la pobreza.
Nasralla tenía la elección en el bolsillo cuando Donald Trump se cruzó en su camino o para ser precisos, en el camino de Asfura. La experiencia de Argentina le dio impulso al presidente de Estados Unidos para tratar de repetir el experimento que le dio un triunfo imprevisto a Javier Milei en las elecciones de medio término. Al respaldo del republicano se atribuye el triunfo del libertario cuando la totalidad de los sondeos anticipaban una derrota.
Trump salió al rescate de Asfura cuya popularidad o intención de voto marcaba una línea descendiente sostenida. «Es el único verdadero amigo de la libertad en Honduras», dijo antes de añadir, «podríamos trabajar juntos para luchar contra los narcocomunistas». El gesto vino acompañado de descalificaciones de Rixi Moncada, para la candidata oficialista a la que acusó de formar parte del nuevo comunismo de la región. El apoyo de todo el aparato del partido y del Gobierno no fue suficiente para suceder a Xiomara Castro.
La disyuntiva ahora está entre dos candidatos del mismo signo. Salvador Nasralla, con el don de la palabra que tienen los comunicadores de televisión, y Nasry Asfura, aprendiz de las puestas en escena del presidente de Estados Unidos.
En cualquier caso, Honduras, en ambos casos, eligió la mano dura, el orden, el cambio a la derecha y la apuesta por un candidato con voluntad y decisión de hacer reformas estructurales. Los dos empeñan su palabra, pero sólo uno tendrá oportunidad de intentar lograrlo.
Dicho esto, para Estados Unidos ya es una victoria y para Trump, si su candidato es el que se impone, para él será como tocar el cielo con los dedos.