Más que decoración
Cuenta la leyenda, dogma de fe en Asturias, que refugiado en la Cuevona el ejército de Don Pelayo, donde actualmente se venera a la Virgen de Covadonga, este se encomendó a la Cruz de la Victoria para no perder el último reducto cristiano de España en el año 722. Un ejército de solo 300 hombres mal pertrechados contra 10.000 soldados árabes.
Asediado por el ejército árabe del comandante Alkama, que acampó frente a la pequeña gruta asturiana, los hombres de Don Pelayo salieron en tropel tras la Cruz de la Victoria, poniendo en huida a las tropas árabes, que posteriormente fueron aplastadas por el desprendimiento de una ladera de la montaña.
Con aquel episodio daba comienzo oficialmente la Reconquista y la Cruz de la Victoria era su estandarte. Entonces era una simple cruz de madera que había sido tallada en torno al año 700. Ya en el año 905 la reina Jimena de Asturias, esposa del Rey Alfonso III el Magno, decidió recubrirla de oro y piedras preciosas y donarla a la iglesia de San Salvador de Oviedo.
Había nacido el símbolo definitivo de Asturias: la Cruz de la Victoria. Se trata de una Cruz de tipo latino, formada por dos piezas de madera unidas en la parte central que alberga espacios para guardar reliquias de santos. Cuenta la leyenda que en su día llegó a albergar el lignum crucis, el trozo más grande que se conserva de la cruz de Cristo.
Fue restaurada en dos ocasiones, 1943 y 1977, por diferentes daños. Hoy día se conserva en la cámara santa de la catedral de Oviedo y en la parte trasera tiene una inscripción grabada sobre el mismo oro que la recubre:
Del Puente Romano de Cangas de Onís cuelga una réplica de la cruz de gran tamaño que habitualmente se confunde con la original. De cada uno de sus brazos penden alfa y omega, la primera y la última letra del alfabeto griego, que indican el principio y el fin de todo.
A día de hoy la pegatina que recuerda a la Cruz de la Victoria se ha convertido en un símbolo universal para asturianos, turistas y amantes en general de aquella comunidad autónoma, que en ocasiones se recrea acompañada del mismísimo Puente Romano.
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