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26 de abril de 2024

Jaime Ostos, matador de toros

Jaime Ostos, matador de toros

Jaime Ostos (1931-2022)

El torero sin miedo

Torero muy valiente, destacó por su poderío ante el toro con la muleta, por su contundencia en la suerte suprema y por una entrega que casi le cuesta la vida

Jaime Ostos, matador de toros
Nació en Écija el 8 de abril de 1931 y ha fallecido en Bogotá el 8 de enero de 2022

Jaime Ostos Carmona

Matador de toros

Fue un torero de enorme esplendor en las décadas de 1960 y 1970. Llegó a ser todo un referente y era considerado por la mayoría de los aficionados como un gran maestro, valiente y de buena técnica, tanto con la muleta como con la espada.

Jaime Ostos sintió su vocación torera muy joven, y así se lo dijo a su padre, pidiéndole abandonar los estudios de bachillerato para entregarse al arte de la Tauromaquia.
De este modo, debuta en Écija el 1 de junio de 1952, junto con su paisano Bartolomé Jiménez Torres, con el que mantendría una rivalidad tal que dividió al pueblo entre jaimistas y bartolistas
Tomó la alternativa el 13 de octubre de 1956 en Zaragoza con toros de Urquijo, de manos de Miguel Báez Litri, con Antonio Ordóñez como testigo, y se doctoró dos años después en Las Ventas durante la Feria de San Isidro, apadrinado esta vez por Antonio Bienvenida.
Torero muy valiente, destacó por su poderío en el sometimiento del toro con la muleta, por su contundencia en la suerte suprema y por una entrega que le dio multitud de disgustos.
Uno de ellos extremadamente grave en Tarazona de Aragón (Zaragoza) un 17 de julio de 1963 por el que se le llega a administrar la extremaunción, debido a la gran pérdida de sangre.
Estuvo muerto virtualmente tres días, según sus propias palabras, pero milagrosamente se recuperó para vivir un año de triunfos en el albero.
Se retiró a regañadientes en 1974, reapareciendo esporádicamente en festivales hasta su absoluto retiro en Écija, su tierra, en 2003.
Jaime Ostos triunfó en las plazas durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, midiéndose con nombres como Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín y, posteriormente, con El Cordobés y Palomo Linares, cuando estos eran auténticos ídolos de masas.
Para el recuerdo del buen aficionado quedan sus faenas en Madrid a un sobrero de María Dolores de Juana de Cervantes en 1958, obra de primor ligado en un palmo de terreno; una corrida de Paco Galache y otra de Atanasio Fernández en 1962.
Suárez Guanes le recuerda en su Madrid, cátedra del toreo «como un torero de leyenda, a la antigua. Castigado muchísimo por los toros, volvía a ellos con renovados bríos. Por las heridas de sus cicatrices no se le escapaba el valor. Al contrario: parecía que los percances eran como medallas de guerra que le insuflaban nuevos ánimos».
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