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06 de mayo de 2024

El expresidente italiano Giorgio Napolitano murió en una clínica de Roma

El expresidente italiano Giorgio Napolitano murió en una clínica de RomaEFE

Giorgio Napolitano (1925-2023)

La izquierda más lúcida

Abandonó la «religión» comunista para abrazar la del Estado y las instituciones: una evolución que le convirtió en el único presidente de Italia en ser reelegido

Giorgio Napolitano

Giorgio Napolitano

Nació en Nápoles el 29 de junio de 1925 y falleció en Roma el 22 de septiembre de 2023.

Tras décadas de dedicación exclusiva a la política, empezó a asumir cargos institucionales a los 67 años: presidente de la Cámara de Diputados entre 1992 y 1994, ministro del Interior entre 1996 y 1998 y undécimo presidente de la República italiana entre 2006 y 2015, el primero en ser reelegido.

Pocas semanas antes de abandonar el Palacio del Quirinal tras una estancia de casi nueve años, Giorgio Napolitano, pese a estar protegido por la inmunidad que le garantizaba su condición de presidente de la República, acudió voluntariamente a declarar en calidad de testigo ante un juez que quería interrogarle sobre determinados episodios de su etapa como ministro del Interior, entre 1996 y 1998. Toda una demostración de espíritu democrático y de sentido de Estado.
Esas fueron sus inamovibles pautas de comportamiento mientras fue presidente de la República. Por ejemplo, lo escribe su antiguo asesor Maurizio Caprara en Il Corriere della Sera, «categórico fue su rechazo a las intenciones de quienes se propusieron públicamente apartar a Silvio Berlusconi de la escena política por vía judicial». Lo cual no fue óbice para que al jefe del Estado le surgiese ocasionalmente su vena progresista y exhibiese su autoridad. Por ejemplo, al oponerse públicamente al carismático presidente del Consejo de ministros cuando este último quiso, en defensa del derecho a la vida, promulgó un decreto para prolongar la existencia de la enferma en estado vegetativo Eluana Englaro, cuyo padre deseaba desconectarla de una vez por todas.
Siguiendo con Berlusconi, Napolitano gestionó con destreza la crisis desatada en 2011 a raíz de la dimisión de «Il Cavaliere» –forzada por la Unión Europea y los mercados financieros–, o tres años antes cuando la traición de un socio minoritario de la coalición de centro izquierda provocó la caída del segundo Gobierno de Romano Prodi. Su actitud fue asimismo impecable cuando le incumbió tramitar la sucesión de Enrico Letta –de nuevo por una fisura en una coalición de centro izquierda– por Matteo Renzi.
En el plano internacional, Napolitano proyectó una buena imagen de Italia y haciendo gala de lucidez, él, antiguo comunista, cuando, de visita en Hungría, condenó sin reservas la invasión soviética del país magiar en 1956. El buen hacer de Napolitano manteniendo loa equilibrios institucionales y políticos de Italia, siempre complejos, y su correctísima representación del cargo, desembocaron en su insólita reelección en 2013 para un nuevo septenio, que acortó en 2015 al pensar que noventa años ya era una edad provecta para dar carpetazo a la vida pública.
Había entrado en ella en 1945, año de su adhesión al Partido Comunista Italiano (Pci), tras una efímera militancia en un grupo juvenil fascista. Inmediatamente se convirtió en funcionario de la entonces poderosísima formación –como secretario federal de Nápoles y Caserta–, si bien tuvo que esperar casi una década para ser ungido por el sufragio universal: un escaño en la Cámara de Diputados, que no soltó hasta 1996, salvo una breve interrupción en los sesenta. La trayectoria de Napolitano en el Pci se puede dividir en dos etapas. Durante la primera, fue un soldado raso muy disciplinado. A partir de 1964, año de la muerte de Palmiro Togliatti, es uno de los protagonistas de la lenta evolución del Pci hacia el deshielo y la moderación, plasmada en el famoso «compromiso histórico» con la Democracia Cristiana.
Fue, incluso, el beneficiario de una de las «cláusulas tácitas» de aquel pacto, que reservaba la presidencia de la Cámara a una personalidad comunista: se sentó en lo más alto de Montecitorio entre 1992 y 1994, periodo en el que tuvo que aguantar las pullas de un Bettino Craxi acorralado por los escándalos. El otrora líder socialista, su enemigo político y casi personal, ironizó sobre el «candor» de Napolitano acerca de la financiación irregular del Pci. Con todo, el aludido salió indemne de la «Operación Manos Limpias» y en 1996, durante el primer Gobierno Prodi, asumió la cartera de Interior. Fue su último puesto ejecutivo antes de entrar al Quirinal.
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