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Carlos Fernández Santander

Carlos Fernández SantanderEl Debate

Carlos Fernández Santander (1944-2025)

El periodista que puso precio al penalti de Djukic

Como periodista destacó por sus estampas de personajes coruñeses y por sus artículos sobre fútbol

Su casa era una enorme biblioteca, en la que un laberinto de 30.000 libros daba paso a las habitaciones. Parecía el hombre más serio del mundo, pero tenía ese humor demoledor que gastan a veces los pesimistas. Una mañana me recibió en la redacción de La Voz de Galicia, donde entonces trabajábamos los dos, con una frase solemne:

Carlos Fernández Santander
Nació en La Coruña en 1944 y murió en esta ciudad el 28 de septiembre de 2025

Carlos Fernández Santander

Periodista

Capitán de la Marina mercante, historiador, cineasta y guionista de televisión, como periodista destacó por sus estampas de personajes coruñeses y por sus artículos sobre fútbol

–Ya tengo escrito tu obituario.

No recuerdo cómo respondí –creo que sólo un guionista del Hollywood clásico estaría a la altura de esa réplica–, pero veinte años después, aquí me veo, escribiendo su necrológica.

Periodista especializado en la crónica deportiva y local, y poco amigo de las urgencias del oficio, Carlos Fernández Santander había acumulado en su ordenador docenas de obituarios de personajes todavía vivos, la mayoría de los cuales ignoraban felizmente que ya tenían su despedida lista para enviar a la rotativa. Era su forma de estar blindado contra esas muertes súbitas que exigen un artículo de emergencia.

Capitán de la Marina mercante, en los años ochenta decidió quedarse en tierra para cuidar de su madre y cambió los océanos por las redacciones. Primero en las páginas de El Ideal Gallego y luego en La Voz de Galicia, destacó por sus estampas de personajes coruñeses, que firmaba como Carlos Fernández, y por sus crónicas deportivas, que rubricaba E. Santander.

Como guionista de televisión y cineasta se dedicó al documentalismo, con títulos como El desastre del Urquiola, desplegando ahí su otra gran vocación: la de historiador. Hispanistas británicos como Paul Preston o Stanley G. Payne lo citan en sus bibliografías como uno de los especialistas en la Guerra Civil y el franquismo, con obras de referencia como El general Franco o El alzamiento del 36 en Galicia.

Gran aficionado al fútbol y a rastrear episodios ocultos de su Coruña natal, en los artículos sobre el Real Club Deportivo exhibía esas dos facetas de cronista deportivo e historiador local. Compartía páginas –y a menudo polemizaba– con su gran amigo Vicente Leirachá, otro periodista deportivo coruñés que había vivido a pie de campo buena parte de la biografía íntima del Dépor. Era habitual verlos charlar en medio de la sección de Deportes, enzarzados en presuntas discusiones que en realidad eran finos cruces de ironías.

De esas vivencias compartidas nació uno de los grandes títulos de Carlos Fernández, su Historia del Real Club Deportivo de La Coruña, que publicó por primera vez en 1999 y que luego reeditó por el centenario del equipo. Lo acompañaron en la presentación del libro dos leyendas del Dépor, el entrenador Arsenio Iglesias y el mediocentro Mauro Silva. Dos de los protagonistas de uno de los episodios más tristes de la trayectoria del Deportivo. Arsenio y Mauro estaban sobre el césped el 14 de mayo de 1994, cuando el Superdépor tenía a tiro ganar su primera Liga. Bastaba vencer al Valencia y, con cero a cero en el marcador, en el último minuto del encuentro y de la temporada, el árbitro señaló un penalti a favor del club coruñés. Lanzó la falta Djukic, detuvo el portero del Valencia, que festejó la parada con un entusiasmo desmedido, y el Barcelona se llevó aquella Liga que media España soñaba para el Deportivo.

Era el cuarto campeonato consecutivo que ganaba el dream team de Cruyff, que sólo dos años antes había conquistado su primera Copa de Europa. Pero el humilde Dépor de Arsenio les había hecho sudar sangre hasta el último instante. Ya en 1999, Fernández Santander reveló en su Historia del Deportivo cuánto había pagado el Barcelona por aquel título. Según sus pesquisas, el Barça de José Luis Núñez había abonado a cada jugador del Valencia una prima de ocho millones de pesetas (unos 50.000 euros) por evitar la victoria del Superdépor. González, el meta que había detenido el penalti de Djukic, obtuvo un bonus extra y se hizo con una recompensa de 16 millones de pesetas (100.000 euros). Y, al poner precio a ese maletín, Carlos Fernández remató el obituario de aquella Liga perdida.

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