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25 de abril de 2024

Un mundo felizJaume Vives

Paternidad irresponsable

El periodista, documentalista y escritor Jaume Vives arranca su colaboración con El Debate hablando de algo que le toca muy de cerca: su recién estrenada paternidad, a la que define como «una oración encarnada»

Actualizada 05:04

No ha pasado ni un mes del nacimiento de mi primera hija y ya me veo capacitado para hablar sobre el complejo asunto de la paternidad. No necesito mucho tiempo más para darme cuenta de que ser padre es una irresponsabilidad, eso es todo lo que sé por ahora. Una irresponsabilidad, por otra parte, muy necesaria.
Ser padre supone asumir un alto grado de incertidumbre vital. Nadie está preparado para educar a un niño. Un hijo está en continuo desarrollo hasta el momento de su muerte y lo que he aprendido hoy, mañana ya es tarde para aplicarlo. Siempre a rebufo del paso del tiempo. Siempre tarde.

Lo que vale para el hijo del vecino quizá es fatal para el mío

Uno puede buscar referentes que le allanen esa difícil misión pero al final cada niño es hijo de su padre y de su madre. Y lo que vale para el hijo del vecino quizá es fatal para el mío.
La paternidad es una irresponsabilidad porque cuando engendramos un hijo, adquirimos la responsabilidad de acompañarlo, y nunca se está preparado para ello. Pero como decía al principio, es una irresponsabilidad necesaria. Personalmente, porque necesitamos darnos, morir, trascender y si nuestro corazón es normal, necesita dar amor. Tener hijos es rezar con el cuerpo. Humanamente, la paternidad es necesaria porque estamos llamados a sobrevivir, a perpetuarnos. Y solo hay un modo de hacerlo. Además, desde un punto de vista meramente teológico, estamos llamados a hacer más grande la familia de Dios. Eso es a lo que se comprometen los esposos como fin principal de su matrimonio el día que se dan el «sí, quiero».
Y si la paternidad siempre es irresponsable, también enseña. Tener hijos ayuda a sentar criterio, ayuda a ver la realidad con mucha más claridad y de un modo mucho más puro. Un hijo es una puerta abierta a la verdad. Un hijo es una bofetada de realidad. Voy a tratar de explicar por qué digo esto.
Cuando uno tiene un hijo, la ideología se desvanece y aparece lo que es real. Uno puede ser un gran partidario de la prostitución de las mujeres que libremente alquilan su cuerpo. Por lo menos hasta que tu hija te dice que quiere mercadear con su útero para tener un futuro próspero. En ese momento ya no hay teorías ni ideologías que valgan. Entonces, uno descubre ipso facto que no hay prostitución deseable y que no hay retórica que pueda convencernos de lo contrario.
Lo mismo ocurre con la pornografía. Todos somos muy «progres» y modernos con el porno y la promiscuidad de los demás, nos mola mucho la libertad individual del hijo del vecino que se pasa todas las noches tocando la zambomba hasta que nuestra hija nos dice que es actriz  de ese eufemismo que es el «cine para adultos». En ese momento nuestra naturaleza nos muestra muy nítidamente que no hay porno bueno. Por mucho que haya parlanchines que quieran hacernos creer que OnlyFans es un ejercicio de libertad individual que hay que tolerar.
Podemos pasarnos la vida defendiendo que para tener sexo no hace falta amor; que basta con que haya consentimiento mutuo y ganas de pasarlo bien y que el único freno, a fin de cuentas, que hay que ponerle al sexo es una gomita de látex. Hasta que nuestra hija crece y lo único que queremos es un hombre que se comprometa a quererla toda la vida.

Por eso es tan bonita la paternidad. Porque desaparece la ideología, que por definición siempre es falsa, y aparece la realidad, que por definición siempre es verdadera

Por eso es tan bonita la paternidad. Porque desaparece la ideología, que por definición siempre es falsa, y aparece la realidad, que por definición siempre es verdadera. Y por eso, aunque siempre es irresponsable, es un camino de descubrimiento de la verdad que, a través de la experiencia, se nos muestra de un modo arrollador.
Y por eso, igual que ocurre con el periodismo, la paternidad no es oficio para cínicos, que diría Kapuściński. La paternidad irresponsable nos ayudará a mirar el mundo de un modo más acorde con la realidad de las cosas, y eso, quizá, nos ayude a ser unos padres más responsables.
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