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08 de mayo de 2024

Agua de timónCarmen Martínez Castro

No te defiendas, que es peor

En España, el supuesto pacifismo de Podemos busca el fin de la guerra, sí, pero solo para desarmar a Ucrania y consolidar la ocupación rusa

Actualizada 01:36

Pablo Iglesias, el Bela Lugosi de la política española, salió esta semana de las tinieblas para recordar los tiempos en que lideraba Podemos y arrearle un mandoble a la ministra de Defensa. Margarita Robles se había tomado con cierta guasa el antimilitarismo de sus colegas de gabinete Belarra y Montero. Les recordó que mientras Putin no haga caso de sus proclamas pacifistas, lo que toca es ayudar a Ucrania a defenderse enviando todo el material necesario para ello. Pero Iglesias no podía dejar sin vengar el nuevo ridículo de sus viuditas políticas y pidió pista para recriminar a Robles el caso del supuesto espionaje a los líderes independentistas.
Iglesias ha venido a poner en evidencia, tal vez sin quererlo, la profunda conexión de todo el movimiento independentista y antisistema con la estrategia de Putin contra las democracias occidentales. Sabíamos de los lazos del independentismo con Moscú, de las visitas de emisarios de Puigdemont a Julian Assange y del apoyo de recibieron en redes desde bots radicados en Rusia y Venezuela. Sabemos también que Podemos ha seguido en España todas las campañas de desinformación diseñadas por Moscú, pero existe otra conexión estratégica más profunda: la de buscar el desistimiento de las democracias agredidas.
Putin planteó su ataque convencido de que Ucrania, consciente de su inferioridad militar, renunciaría a defenderse. Ese era su planteamiento: no os defendáis, que es peor. Cuando los ucranianos demostraron su voluntad de resistir, la guerra derivó en una sucesión de atrocidades inimaginables con el mismo argumento: no os defendáis, que es peor.
En España, el supuesto pacifismo de Podemos busca el fin de la guerra, sí, pero solo para desarmar a Ucrania y consolidar la ocupación rusa de parte de su territorio. Del mismo modo, los escrúpulos democráticos que blasonan en el caso de las escuchas a dirigentes independentistas solo persiguen desarmar a la democracia española para que sus enemigos puedan socavarla con menos resistencia.
Ahora quieren convencernos de que es antidemocrático vigilar a dirigentes políticos que cada día nos anuncian su voluntad de volver a subvertir el orden constitucional. Que no cuenten conmigo para ello, entre otras razones porque no tengo motivo para pensar que nuestros servicios de inteligencia no actúen conforme a la legalidad.
El CNI fue decisivo en la lucha contra ETA. No pudo anticipar los atentados del 11-M, pero después se convirtió en un referente en todo el mundo en información contra el terrorismo islamista. Y en los días previos al golpe independentista contribuyó a desmontar pieza a pieza todo el entramado administrativo creado por Puigdemont y Junqueras. Entonces no pudo detectar las famosas urnas, pero estoy convencida de que hoy ya sería capaz de hacerlo. Y eso es lo que yo espero de mi país: que sepa defenderse.
Aunque me gustaría mucho más que el presidente del gobierno no hubiera escogido como socios políticos a quienes ahora tiene que vigilar para que no vuelvan a delinquir.
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