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26 de abril de 2024

Agua de timónCarmen Martínez Castro

Mascarillas y orejeras

Hace tiempo que constatamos que para determinados medios de comunicación el afán de transparencia y el escándalo por los casos de supuesta corrupción solo se activan cuando afectan a un Gobierno del Partido Popular

Actualizada 03:08

Probablemente en este mismo momento, mientras asistimos horrorizados a las masacres perpetradas por Putin en Ucrania, unos cuantos desaprensivos están planeando o ejecutando negocios multimillonarios al rebufo de tan atroz tragedia. No es nada nuevo; las guerras siempre fueron origen de grandes fortunas. Es algo que repugna a nuestra moral, pero es tan cierto como los innumerables ejemplos de generosidad y compasión que cada día nos reconcilian con nuestra condición. Así somos los seres humanos, capaces de lo mejor y de lo peor.
Una amiga se pasó el confinamiento fabricando decenas de batas para los sanitarios con bolsas de plástico y su plancha del pelo. Al mismo tiempo, dos vivales estaban dando un pelotazo millonario vendiendo mascarillas al ayuntamiento de Madrid. De esta pareja lo sabemos todo, sus declaraciones ante el juez, sus correos electrónicos, su afán de ostentación y hasta esa expresión imbatible –«pa´ la saca»– que quedará para siempre en los anales del enriquecimiento sin escrúpulos.
Es una pena que no tengamos el mismo tipo de detalles de color sobre otras investigaciones que los merecerían. ¿Qué contactos permitieron a una empresa sin actividad conocida llevarse un contrato de Fomento de 53 millones de euros para comprar mascarillas? ¿Qué trayectoria tenía la empresa de Hong Kong que facturó a Sanidad casi 200 millones de euros por las dichosas mascarillas? ¿Quiénes fueron los intermediarios de esas operaciones? ¿Hubo comisiones? ¿De cuánto? ¡Cuántas crónicas se podrían escribir con las anécdotas de estos casos si contáramos con filtraciones tan sustanciosas como las que tenemos del Ayuntamiento Madrid!
Hace ya tiempo que constatamos que para determinados medios de comunicación el afán de transparencia y el escándalo por los casos de supuesta corrupción solo se activan cuando afectan a un Gobierno del Partido Popular. Lo mismo que sucede con el malestar social, los sueldos de miseria o la pobreza energética. Las orejeras de su sectarismo les impiden verlos mientras no se ponga a tiro alguien de la derecha a quien echarle la culpa.
Ahora tenemos ante nosotros este gran escándalo por unas comisiones que la Fiscalía Anticorrupción lleva investigando año y medio sin haber encontrado un solo motivo para formular acusación alguna contra los responsables del Ayuntamiento o sus trabajadores. Pero este hecho fundamental queda sepultado por el alud de anécdotas que persigue un único objetivo: organizar un juicio paralelo que dictamine una condena mediática de quien ha sido exculpado por la justicia.
Todas las administraciones que tuvieron que hacer frente a la pandemia pagaron cantidades delirantes de dinero para intentar hacerse con material de protección, que escaseaba en todo el mundo. No hay nada ilícito en ello. Era lo que exigíamos los ciudadanos y lo que tenían que hacer en aquel momento. Y es algo que puede entender cualquiera que no sea un profesional del linchamiento mediático.
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