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29 de marzo de 2024

El observadorFlorentino Portero

El factor tiempo

Rusia está dando a Ucrania un tiempo crítico para dotarse de unas capacidades que pueden dar la vuelta a la marcha del conflicto

Actualizada 02:07

Nunca dudé de que Rusia conseguiría segregar una parte importante del territorio soberano de Ucrania, siguiendo el proceso iniciado con la ocupación de la península de Crimea. Los Acuerdos de Minsk detuvieron en un primer momento la plena ocupación del Donbás, pero más tarde o más temprano la campaña se reiniciaría con objetivos inciertos ¿Hasta dónde querría llegar Putin? ¿Hasta la frontera natural establecida por el río Dnieper? ¿Querría tomar la histórica ciudad de Odesa? ¿Se atrevería a tratar de aislar a Ucrania del acceso a los mares de Azov y Negro? ¿Buscaba, en realidad, ocupar el conjunto de Ucrania?
Las semanas trascurridas desde el reinicio de la campaña nos han mostrado realidades importantes, que no es momento de enumerar. Sólo quisiera reconocer mi sorpresa por el penoso despliegue ruso y por la profesional y comprometida defensa ucraniana. Sabíamos que llevaban décadas preparándose para hacer frente a las tropas de Moscú y que Estados Unidos venía ayudándoles, protegiendo su infraestructura digital, formando a sus cuadros, proporcionándoles armamento y munición, dotándoles de inteligencia… Aun así, la victoria rusa parecía indiscutible, aunque resultara imposible definir qué implicaba ante la ignorancia de los objetivos precisos a conquistar.
A lo largo de la historia, en la vida de cada uno de nosotros, el tiempo es un factor clave, que acaba moldeando la realidad más allá de nuestra voluntad. Las Fuerzas Armadas rusas han perdido en estas semanas hombres y medios en cantidades sorprendentes. Tienen dificultades para reponer el armamento perdido y la moral de la tropa está por los suelos. Han desaprovechado unas semanas fundamentales para hacerse con el control del territorio. Por el contrario, los ucranianos han sabido resistir y, en ocasiones, contraatacar. Ya saben de las carencias rusas y, sobre todo, están aprovechando el momento para reabastecerse y dotarse de nuevo armamento.
Si en las primeras semanas decíamos que la ayuda occidental no podría incluir armamento sofisticado, por la carencia de tiempo para formar a sus cuadros en su correcto uso, esa circunstancia ha cambiado. Rusia está dando a Ucrania un tiempo crítico para dotarse de unas capacidades que pueden dar la vuelta a la marcha del conflicto. Estados Unidos ha reconocido que está adiestrando a oficiales ucranianos en Alemania, al tiempo que nos llegan noticias desde distintos estados occidentales de entrega de armamento sofisticado: piezas de artillería, carros de combate, aviones caza, sistemas anticarro…
Estados Unidos demostró en esta ocasión una certera evaluación de inteligencia y apostó desde el primer momento por plantear una estrategia de victoria, no sólo de contención. Ellos creyeron, y este es su mérito, que Rusia cometería graves errores en su despliegue y que su derrota sería posible. Ahora comienza a hacerse verosímil su plan.
Si Putin no se contenta con unir Crimea con el Dombás, donde sus tropas avanzan poco y con gran dificultad, si de verdad abre el frente de Odesa, la derrota de Rusia ante una Ucrania respaldada decididamente por el bloque occidental se puede convertir en realidad. El problema, no menor, es que la situación no se quedaría ahí. Con una Rusia derrotada y humillada entraríamos en una fase de gran incertidumbre, agravada por una situación económica internacional muy delicada.
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