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05 de mayo de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Hala Madrid

El Real Madrid ha ganado en Europa con los valores de siempre y el Rey y Nadal en la grada: pocas cosas pueden molestar más a los antiespañoles

Actualizada 01:58

Hay pocas cosas que molesten más a los malos españoles que una victoria del Real Madrid en la Champions, con el Rey Felipe y Nadal en la grada y Pedro Sánchez en paradero desconocido. Faltaron en el palco Juan Carlos I, algún obispo de lustre y, si nos ponemos a fabular, Morante de la Puebla, para terminar de irritarles.
No significa que todos los antimadridistas sean antiespañoles, pero sí es muy probable que todos los antiespañoles sean antimadridistas y vean en este equipo la síntesis de todos sus odios, prejuicios y celopatías, incurables en todos los casos.
El FC Barcelona lleva lustros intentando ser el emblema de una república ficticia, con Guardiolas, Piqués y Laportas haciendo de heraldos de la junquerización azulgrana, con los resultados conocidos: solo aspiran al Carranza; y no le invitan a jugar el Carranza.
El Real Madrid, sin pretenderlo, es el embajador de un Reino de verdad, que sobrevive entre prejuicios absurdos, caricaturas infantiles y reiterados éxitos en las peores circunstancias: un club de prejubilados, con aportaciones de la guardería infantil más imberbe, se ha zumbado a tres equipos con muchos dólares y poca alma y a otro en la final que, viniendo entre acordes de The Beatles, sonó en el momento decisivo a charanga.
Esto podrían hacerlo también otros equipos como el Atlético de Madrid, a quienes los madridistas tenemos una estima nunca recíproca, pero lo cierto es que lo hace siempre el Real Madrid, ofreciendo una impagable lección a esa España atacada desde dentro y cada vez más irrelevante ahí fuera.
Se puede ganar a cualquiera, pero no de cualquier forma. Se puede luchar hasta el final, cuando otros bajan los brazos. Y un escudo, una tradición y unos valores acaban pesando más en la vida que toda la acumulación artificial de talento, dinero y fama.
Gestionar luego eso con humildad, exhibiendo una felicidad que solo es sana cuando es contagiosa, corona el magisterio del Real Madrid, que también es un «club Estado», pero en una versión opuesta a la del PSG, el Chelsea o el City: ellos son el intruso poderoso que altera el juego porque tiene la banca, pone las reglas y deforma el mundo conocido con un afán invasivo en casa ajena.
El Madrid es la vieja España, la vieja Europa, que siguen siendo las mejores versiones de un país, y de un continente, que se han olvidado de quiénes eran y no son capaces de adivinar quiénes pueden ser.
La respuesta es sencilla: los de siempre. Hala Madrid.
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